3. Quiero ser como ella

NAKKSU

Había bebido demasiado.

Me di cuenta de eso cuando, al salir del bar, mi pie trastabilló con el borde de la pequeña escalinata del callejón y por poco me caigo de cara al suelo, de no ser por Carlis que rápidamente me agarró del brazo impidiendo un vergonzoso accidente.

—Oh, mierda —protesté apartándome bruscamente de mi amigo— Suéltame, yo sola puedo volver a casa… —mi voz se escuchaba algo distante. Con cada palabra la lengua amenazaba con enredarse con mi paladar, algo increíble pero cierto.

Carlis se cruzó de brazos y desde la entrada de su bar suspiró antes de hablar.

—¿Estás segura de que no quiere que vaya contigo? Ya estamos en el horario nocturno.

Ciertamente tenía razón.

En el “horario nocturno”, que es cuando la gente ya estaban en sus casas descansando, gran parte de las luces de la ciudad eran apagadas para evitar demasiados gastos de electricidad. Un callejón que ya de por sí era bastante sombrío en el Horario Diurno, ahora parecía más una cueva sin fondo.

—Estaré bien —respondí con una exagerada sonrisa plasmada en mi rostro. Estoy segura de que debía verme bastante graciosa a ojos de Carlis, pero en ese instante estaba muy feliz.

Por eso me gustaba tanto beber, me hacía sentir como si no tuviera preocupaciones ni malestares en mi vida. Me hacía sentir como si mi madre nunca hubiera muerto, como si mi padre no me odiara y como si tuviera una familia normal y cariñosa como cualquier otra.

—Te acompañaré… —insistió él y yo rápidamente lo detuve antes de que diera un paso fuera de su negocio.

Logre adoptar la cara más seria y sobria que pude hacer en ese momento y espeté con seguridad.

—Ya estoy bien… no te preocupes, puedo ir sola.

Carlis abrió la boca, seguramente para protestar, pero algo más allá de mi cabeza lo hizo callar de inmediato.

Fruncí el entrecejo y confundida miré sobre mi hombro, pero no había nada ni nadie en el callejón ni en la calle principal.

—¿Qué pasa? —le pregunté extrañada.

Carlis dejó de observar más allá de mi y su rostro preocupado cambió drásticamente.

—De acuerdo borracha, haz lo que quieras —dicho eso se dió la vuelta y cerró la puerta de su bar, prácticamente en mi cara.

—Ok… —fruncí el espacio entre mis cejas, confundida ante su acción, pero no hice nada más y me fui de ahí.

Atravesé el callejón hasta llegar a la calle principal, donde la tranquilidad y las sombras dominaban todo. No había ni una sola persona por toda la calle. Mentiría si dijera que no me sentí ni un poco asustada en ese momento.

Mientras caminaba mi cuerpo se balanceaba un poco, demostrando que no estaba tan sobria como intentaba mostrar. La bilis no tardó en subir por mi tráquea y tuve que apoyarme de una farola para vomitar todo él escaso contenido que tenía en mi estómago. Lo cual era prácticamente nada.

—Mierda —me limpié los restos en mi boca con el dorso de mi mano e intenté incorporarme sin soltarme de la farola, pero por un segundo la visión se me nubló y me habría desmayado de no ser por unas manos que me tomaron suavemente desde atrás.

Intenté apartarme de aquel desconocido pero una voz justo en mi oído me detuvo.

—Nakksu… —pronunció mi nombre con tal suavidad que no pude evitar que me erizaran los vellos de mi piel.

Quise girarme pero me obligó a mantenerme de espaldas a él. Sentí que se pegaba más a mi, hasta rozar prácticamente su miembro inferior con mi trasero y en ese instante reaccioné por completo.

Empecé a moverme con más brusquedad para apartarme de aquel desconocido que por alguna razón conocía mi nombre.

—¡Suelt….! —no pude terminar de gritar porque enseguida una enorme mano enguantada cubrió mi boca deteniendo todo grito que pudiera hacer.

—Tranquila, no te haré daño…

En ese instante no fui capaz de escuchar bien sus palabras ya que mi mente se puso en blanco por completo y terminé perdiendo la consciencia, en los brazos de ese desconocido.

......................

Siempre la veía entrenar de lejos. Mi madre era una mujer muy fuerte y valiente. Podía sostener una enorme espada de doble filo sin ningún tipo de problemas y la blandía con relativa facilidad. Sus brazos eran fuertes y con cada movimiento podía ver como sus músculos se tensaban ante el peso de aquel enorme pedazo de metal.

Tenía tan solo 6 años, pero lo recordaba como si fuera ayer. Su cabello rojo vino húmedo por el sudor, sus ojos amarillentos como el ámbar, los pantalones negros, sus botas negras enfangadas y su camiseta oscura que marcaba todos sus trazos corporales. Ante mis ojos, mi madre era como una diosa.

Era la única mujer en la familia que había decidido pelear valientemente sin temer a lo que pudiera pasar.

Era la mujer que acompañaba a mi padre en la superficie y le cubría las espaldas.

—Eres tan fuerte —le dije desde mi posición, cerca de ella mientras observaba cada uno de sus movimientos como si deseara grabarmelos en la cabeza— Cuando crezca, quiero ser como tú mamá.

Mi madre dejó de blandir la espada y me sonrió, aunque por alguna razón su sonrisa parecía algo triste.

—Pues entonces estas escogiendo un camino difícil. —espetó dejando la espada en un rincón del salón— El exterior no es tan hermoso como se muestran en los libros. Es un lugar muerto de pesadillas. La vida ya no es posible en un lugar así.

—Igual, quiero ser como tú y luchar algún día junto a papá, tú y hermano mayor.

Volvió a sonreír y me acarició la cabellera que a diferencia de la suya era de un color rojo casi naranja. Se agachó ante mi y me abrazó con todas sus fuerzas. Yo le devolví el abrazo sin importar que estuviera húmeda por el sudor.

—Te amo mamá…

—Yo también te amo, mi niña valiente.

......................

Abrí los ojos despertando de aquel hermoso sueño y me encontré bajo el ya conocido techo de mi habitación.

Era pequeña y se encontraba en el rincón más oscuro de la casona. Solo había una chimenea donde el fuego proporcionaba algo de calidez a la estancia, y un rincón donde colgaba en un tubo las pocas vestimentas que tenía en unos percheros.

Las luces de la cuidad estaban encendidas, demostrando que ya estábamos en Horario Diurno. Me puse en pie rápidamente pero fue un grave error. Una punzada de dolor en mi cabeza me obligó a sentarme nuevamente en mi cama, mientras sostenía mi cabeza mareada.

Noté que vestía mi bata blanca de dormir, algo que no entendía, ya que definitivamente no recordaba haberme cambiado de ropa.

—Que raro.

Me puse en pie lentamente, esta vez con más lentitud. Quise ir al baño para darme una ducha y despejar mi cabeza, pero el sonido de alaridos afuera me llamó la atención.

En mi habitación, solo había una ventana con forma de arco que daba una majestuosa vista a gran parte de la cuidad. Era como una torre, el lugar más alto de la casona de nuestra familia.

Era una edificación hecha de piedra en su totalidad. Se dice que fueron las primeras que se construyeron cuando la humanidad tuvo que quedarse bajo tierra. Nuestro terreno abarcaba varios kilómetros a la redonda y solo el Cuartel Militar y la casa del presidente era tan grande como esta.

Justo debajo de mi vista, había un pequeño campo de entrenamiento donde los hombres entrenaban para no oxidar sus habilidades con la espada. Hacían todo tipo de entrenamientos de fuerza necesarios para cargar todo el equipamiento necesario para matar Iskies y capturar la energía.

En parte, no se permitía que las mujeres lucharan ya que se creía que no tenían la suficiente fuerza para cargar con todo ese equipamiento, pero estoy segura de que se equivocan. Mi madre era la prueba viviente de que una mujer también podía sobrevivir al difícil ambiente de la superficie.

Pero luego de su muerte, mi padre me prohibió rotundamente que tomara la espada de mi mamá y siguiera su camino. Al principio creí que solo lo hacía para protegerme, pero a medida que más insistía, más frío y distante se convertía para mi. Hasta llegar a un punto en el que incluso hasta me golpeó y me castigó con multiples latigazos.

Las heridas en mi espalda eran una prueba de ello.

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