Capítulo 4. Olvidando diferencias.

Entre en la biblioteca y me encontre con mi mayordomo, Jones, que estaba ordenando unos libros.

• Buenos días, señorita Isabella. ¿Cómo está el señorito David? -preguntó Jones con curiosidad.

• Buenos días, Jones. Está mejorando, gracias. El doctor Ron dice que su sangre es especial y que puede curarse por sí mismo -me respondi.

• ¿Su sangre es especial? ¿Qué quiere decir con eso? -me preguntó Jones.

• Su sangre tiene propiedades curativas y regenerativas extraordinarias. También le da una resistencia sobrenatural a las enfermedades y al envejecimiento. Se dice que son los elegidos de Dios para algún propósito divino, lo que hace que me preocupe ya que si los vampiros nobles y otras criaturas se enteran de esto su vida corre peligro -explicó Isabella.

• ¡Vaya! Eso es increíble, señorita. Nunca había oído hablar de algo así -se sorprendio Jones.

• Yo tampoco, Jones. Es un misterio cómo ha llegado a tener esa sangre. Quizás sea un descendiente de algún rey antiguo o algo así, quizás por eso él me atraía tanto -explique con incertidumbre.

• ¿Y eso no le causa problemas, señorita? Quiero decir, usted es una vampira y él es un humano con sangre divina. ¿No hay algún conflicto entre ustedes? -me pregunto Jones.

• No lo se Jones. No lo creo -entonces recorde cada uno de los malos momentos en que ise pasar a David-, bueno solo un poco. Somos buenos amigos, creo -mencione con una sonrisa forzada.

• Me alegro mucho por usted, señorita. Se merece tener alguien así en su vida después de todo lo que ha sufrido -dijo Jones con sinceridad.

• Gracias, Jones. Eres muy amable. Y recuerda guardar el secreto sobre esto. No quiero que nadie se entere de la sangre de David. Podría ser peligroso para él -ordene a Jones.

• No se preocupe, señorita. Su secreto está a salvo conmigo. Nadie sabrá nada de esto -me respondio.

• Gracias, Jones. Mantén a los intrusos alejados de la mansión, están pasando cosas muy raras últimamente -ordene denuevo.

• Es un honor servirle, señorita -dijo Jones mientras veía a Isabella marcharse.

Mientras tanto yo estaba en mi cuarto, sobresaltado por una pesadilla horrible, cuando sentí un dolor agudo en todo el cuerpo, principalmente debajo del vendaje de mi cuello. Era como si me clavaran mil agujas al mismo tiempo. Grité de angustia y caí al suelo, temblando y sudando. No sabía qué me estaba pasando. ¿Sería por mi débil condición? ¿O habrían dado algo que me hiciera daño?

Oí que alguien abría las puertas con gran rapidez y vi a Isabella entrar corriendo. Me miró con una expresión de preocupación y se acercó a mí.

• ¡David! ¿Qué te pasa? -me exclamó.

• Isabella... me duele... me duele todo... -balbuceé, con los ojos cerrados.

• Tranquilo, tranquilo. Estoy aquí contigo. Voy a ayudarte -dijo, tratando de calmarme.

Me abrazó con cuidado y sentí su calor y su aroma. Me sorprendió su reacción. Siempre había sido fría y dominante conmigo, tratándome como a un prisionero o un juguete. Pero ahora parecía preocupada y cariñosa. ¿Qué había cambiado? ¿Habría descubierto algo que le hiciera verme de otra forma? Me sentí confundido y curioso. Nunca la había sentido así.

Nos quedamos abrazados durante unos segundos, sin decir nada. Solo escuchaba sus latidos y sus respiraciones. Poco a poco, el dolor fue disminuyendo y mi cuerpo se relajó. Abrí los ojos y vi su rostro muy cerca del mío. Ella también me miró y se sonrojó.

• ¿Estás mejor? -preguntó, apartándose un poco.

• Sí, creo que sí. Gracias -mencione incorporándome.

• No hay de qué. Me alegro de que estés bien -dijo, levantándose.

• ¿Qué me ha pasado? -pregunté.

• Fuiste atacado por un licántropo cambia formas. Deberíamos descansar -nuevamente Isabella se mostraba atenta ¿Era una trampa, o realmente estaba preocupada?

• Sí, tal vez tengas razón, pero ¿qué pasa con la maldición? -dije exaltándome.

• Puedes estar tranquilo, no te convertirás en un hombre lobo -comento isabella con voz afable.

Estaba confundido, había sido atacado dos veces y las dos veces fui salvado por Isabella. La vampira que me tiene sin libertad.

Isabella se marchaba de la habitación cuando le pedí que se quedara. Después de todo lo sucedido empecé a sentirme seguro con quien menos seguro me sentía al principio.

• ¿Yo? ¿Por qué yo? -me preguntó Isabella.

• Porque... porque me haces sentir mejor -dije, rascándome la mejilla con mi dedo índice.

Isabella se quedó sin palabras. No sabía cómo responder a eso. Sentía algo extraño en su pecho, una mezcla de alegría y nerviosismo. ¿Sería posible que yo le gustara? ¿Y que ella me gustara a mí?

Decidí aprovechar el momento para hablar con ella sobre nuestro pasado. Quería saber más sobre ella y sobre mí mismo. Tal vez así podríamos entendernos mejor.

• Isabella... ¿puedo preguntarte algo? -dije.

• Claro... ¿qué quieres saber? -respondio ella.

• Quiero saber... sobre tu vida antes de conocerme. ¿De dónde vienes? ¿Qué hacías? ¿Qué te pasó? -pregunte.

Isabella suspiró y bajó la mirada. Parecía que no le gustaba hablar de eso, pero tampoco quería negarse.

• Bueno... yo vengo de una descendencia de vampiros nobles. Mi familia era muy poderosa y respetada en el mundo sobrenatural. Yo era la hija menor de tres hermanos, y la única mujer. Mi padre era el líder del clan y mi madre era su esposa fiel. Mis hermanos eran mis protectores y mis amigos -conto Isabella.

• Suena como una vida feliz -dije.

• Lo era... hasta que todo cambió -hablo Isabella con tristeza.

• ¿Qué cambió? -pregunte.

• Hubo una guerra entre los seres sobrenaturales y algunos humanos. Una guerra cruel y sangrienta que duró años. Mi familia se vio involucrada en el conflicto, ya que mi padre era uno de los líderes de los vampiros. Luchamos contra un ataque de humanos con todas nuestras fuerzas, pero ellos eran más numerosos y feroces. Un día, nos atacaron por sorpresa en nuestra mansión. Fue una masacre - dijo Isabella con lágrimas en los ojos.

• Lo siento mucho... -dije, poniendo mi mano derecha en su hombro como consuelo.

• Yo fui la única superviviente. Vi cómo mataban a mis padres y a mis hermanos delante de mí. Yo escapé

Yo escapé por los túneles secretos que había bajo la mansión. Corrí sin rumbo, sin saber a dónde ir. Estaba sola, asustada y herida. Los humanos me perseguían, rastreando mi sangre. Pensé que iba a morir.

Pero entonces apareció él. Un vampiro desconocido que me salvó la vida. Era alto, fuerte y guapo. Tenía el pelo negro y los ojos azules. Me cogió en brazos y me llevó lejos de los licántropos. Me llevó a su castillo, donde me curó las heridas y me cuidó.

Me dijo que se llamaba Alexander y que era el príncipe de los vampiros. Me dijo que había oído hablar de mi familia y que sentía lo que había pasado, que me quedara con él, me protegería y me daría todo lo que quisiera.

Al principio, no confié en él. Pensé que tenía algún interés oculto o que quería usarme para algo. Pero poco a poco, fui conociéndolo mejor y vi que era un buen vampiro. Era amable, generoso y divertido. Me hacía reír y me hacía sentir bien, pero eventualmente maduré y me independice, hasta que te encontré. Pero háblame de ti y tu familia - decía isabella con más naturalidad y confianza.

• Mis padres eran lo mejor que me había pasado en la vida. Me enseñaron muchas cosas y me hicieron feliz, sin embargo ocurrio un accidente. Un día, fuimos a dar un paseo por el bosque. Era un día soleado y bonito. Nos divertíamos mucho, hasta que vimos un oso. Era enorme y feroz. Nos atacó sin piedad. Mis padres se pusieron delante de mí para protegerme. El oso los hirió de gravedad y luego se fue. Yo estaba ileso, pero ellos estaban agonizando - dije con dolor.

• Lo siento mucho... -dijo Isabella, con mirada triste.

• Antes de morir, mi madre me dio un colgante que llevaba al cuello. Era una cruz de oro blanco, con unas letras raras en ella y una piedra roja en el centro. Me dijo que era un regalo de mi pasado, que ese colgante representaba mis orígenes y que algún día sabría lo que significaba. Me dijo que me quería y que fuera feliz. Luego cerró los ojos y murió - dije, mostrándole el colgante.

• Es muy bonito... -dijo Isabella, mirándolo.

• Sí, lo es. Es lo único que me queda de mis padres. Lo llevo siempre conmigo, por cierto ¿Si eres vampira de nacimiento porque hay una lápida con tu nombre detrás de la mansión? -exprese con sinceridad.

• Es un pequeño truco para engañar a los tontos y así confundirlos, la edad de un vampiro devela mucho su poder ¿Y qué hiciste después? ¿Cómo sobreviviste a vivir solo? -preguntó Isabella volviendo al hilo de la charla.

• Después de enterrar a mis padres, volví a la cabaña. Allí encontré algo de dinero y comida. Decidí quedarme allí hasta que se acabara todo. No tenía a nadie más ni a dónde ir. Tenía quince años y estaba solo -dije.

• Eso debió ser muy duro... -dijo Isabella.

• Lo fue... pero también aprendí a valerme por mí mismo. Aprendí a cazar, a pescar, a hacer fuego, a curar heridas... Aprendí a vivir en el bosque -dije.

• Wao que valiente... -comento ella arqueando una seja .

• Gracias... pero no tanto como tú -dice?.

Nos miramos a los ojos y sentimos algo especial. Algo que nunca habíamos sentido antes. Algo que nos unía más allá de nuestras diferencias.

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