En la enfermedad y muerte.

Nicol...

La cirugía de la pequeña Margarita ya se realizó, y ahora solo estamos esperando y pidiendo a Dios para que todo salga bien y mi niña salga adelante. Iván es hermoso, es muy comelón y casi todo el tiempo está llorando. Aún están en incubadoras, pero yo básicamente viví aquí en el hospital, así que estamos juntos.

Casi ni he podido cargarlos, pero Ale sí y me muestra fotos todo el tiempo. Yo estoy con mi tratamiento y aunque solo han pasado dos semanas, es muy agotador. Las quimio son la peor parte de todo y si soy honesta, tengo días en los que quisiera mejor morir de una vez.

Ale, mi Ale, no me deja sola, a excepción de cuando está con los bebés. A este paso, vamos a quedar en ruina porque ninguna de las dos está trabajando. Yo quiero iniciar al escribir mi nueva novela, pero tengo días en los que no tengo fuerzas ni para mover las teclas de mi máquina de escribir.

También me he sentido incómoda y celosa. Vale no se le separa a Ale, y con eso de que ella la ayudo con el corazón de la pequeña Margarita, ya se la pasan juntas. Sé que Ale me ama, pero vamos... Ella camina y está sana, ¿a mí? Se me está empezando a caer el cabello, y no me miro al espejo porque lo que veo no me gusta para nada. Tengo miedo de que Vale se aproveche de esta situación.

También tengo otros días en los que sí quiero que Ale se fije en ella. Mis posibilidades de sobrevivir son muy mínimas y, en caso de no estar, no quiero que ella se quede llorando por mí toda la vida. Me gustaría que encuentre a alguien para estar y con quien estar.

Marino me visita muy seguido, y me cuenta también cómo están los bebés. Ayer me dijo que tal vez ya en dos días los traen a casa. Eso me hace mucha ilusión, el simple hecho de poder verlos en sus cunitas, eso me daría mucha paz.

Por ahora, me tengo que concentrar en mi tratamiento. De verdad que quiero dar todo de mí para ganar esta batalla y a veces siento que no voy a poder. Solo miro a Ale y miro a mis niños, y eso me recarga de toda la energía que necesito.

Ya han pasado dos meses desde que nacieron los mellizos y últimamente no he podido verlos. Mi enfermedad va peor y ya no tengo cabello. Las quimioterapias hicieron lo suyo. Solo salgo de la casa cuando tengo tratamiento y por mi condición casi no me dejan ver a los niños. No me dan muchas esperanzas con el tratamiento. Mis dolores de cabeza no mejoran y, a decir verdad, ni yo misma tengo mucha fe. Ale y Vale están en algo lose. Me ocultan cosas que hablan entre ellas y, a decir verdad, no tengo fuerzas para reclamar nada.

Estoy tendida en mi cama y de repente entra Alex con un vestido rojo hermoso. Su cabello está recogido en una coleta muy alta y trae un ramo de flores gigante en las manos. Detrás de ella vienen Mariano, Vale y la Nana de Ale. Todos están vestidos de forma muy elegante.

Me sonríe y les pregunto: "¿Qué pasa, ya morí?" Y sonrío. Ale hace un gesto de desagrado en el rostro y me dice: "Nic, siempre con tus bromas". Omiten mi humor negro y Vale saca su celular para empezar a grabar. Me quedo perpleja al ver que Ale se arrodilla por delante de mi cama y me entrega el ramo de girasoles que traía en la mano.

Yo: "¿A. Ale qué pasa?" - pregunto con la voz entrecortada.

Ale: "¡Te amo desde que me regalaste esos dulces en Halloween, casi desde siempre! La primera vez que te vi, dije: 'Wow, ella es muy sexy'". Se le puede ver el nervio en el rostro y lo sonrojada que está.

Yo: "¿Sexy? Vamos, Ale, ¿de verdad? Traía una playera y una sudadera" - le digo interrumpiendo su discurso.

Mariano: "Anda, Nic, cállate ya. Vas a hacer que se arrepienta. Tú siempre con tus chistes" - dice Mariano desde el otro lado de la habitación.

Ale: "Sí, es cierto que traías esa ropa, pero lo supe en cuanto te vi. Y luego de eso, me enamoré de ti. Supe que quería estar el resto de mi vida contigo" - se le salieron las lágrimas mientras sacaba una cajita de dentro del ramo que me dio. Y a mí igual se me salieron las lágrimas.

Yo: "No, no, no, Ale, no me puedes pedir matrimonio y yo así..." - le grito entrando en una crisis de ansiedad.

Ale: ¡Estás hermosa, mi amor, y yo te amo sin importar nada! Solo dime que sí, por favor... - Ale toma mi mano y eso me da un poco de paz.

Yo: Escúchame, mi amor, yo sí te amo y lo sabes, pero mírame, ni siquiera sabemos si llegué a celebrar San Valentín y eso que ya es enero. Además, mírame, ni siquiera vamos a poder tener luna de miel, y probablemente no voy a llegar caminando a la boda. Lo siento, Ale, pero no quiero casarme contigo, no así.

Ale: Nic, no digas esas cosas, el tratamiento va bien. Todo estará bien, ¿cierto, Mariano? - pregunta mirando a Mariano.

Mariano: ¡Nicol, ya basta! Si te vas a morir, entonces cásate. Cuando te pedí matrimonio, tu excusa fue que tenías toda la vida por delante y que no era el momento, ¿y ahora qué? - dice Mariano acercándose a mí.

Yo: Pero mírame, Ale, me voy a morir. - digo entre llantos.

Pero Ale no se resigna y me sigue insistiendo mientras todos empiezan a gritar juntos "¡Diga que sí!, ¡Diga que sí!" Me sacan una sonrisa y termino diciendo que sí. Ale me da un beso y todos bajamos al comedor.

Ale tenía una hermosa cena organizada y ayudó a cambiarme. Me coloqué un traje de dos piezas muy elegante y lindo, me coloqué un turbante en la cabeza. Lo último que quiero es generar lástima en mi cena de compromiso.

Ale se sentó junto a mí y no dejó de decirme lo mucho que me ama durante toda la noche. La verdad, me siento muy bien, y aunque no es lo que quería, o sea, sí quiero casarme con ella, pero no quiero que sea así. Ni siquiera tengo cabello, casi no puedo caminar... No sé, solo siento que no es el momento.

Durante toda la noche, pasamos muy bien. Vale se portó muy amable y todo el tiempo ayudó a servir la cena y el postre, que es mi favorito. Decoraron la casa muy hermosa, y estoy feliz. Mariano tiene razón, si me voy a morir, al menos voy a disfrutar mi vida.

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