CAPITULO 11

CAMILLE.

Me fué imposible negarme a qué me trajera en su auto. Tuve que dejar el de Tara guardado en el garaje del restaurante. Me siento muy nerviosa estando tan cerca de él, justo en la silla del acompañante.

Dylan aún es un desconocido para mí más sin embargo, ya nos hemos besado, me vió semidesnuda e Incluso presenció el pleito con Stiven. Me da pena admitirlo pero este hombre causa estragos en mi cuerpo que ni siquiera yo misma puedo explicar.

No se si estoy lista para esto, porque acercarme tanto alguien no deja de causarme ese cosquilleo y temor, además de que ese alguien me transmite sensaciones que estan fuera de mi control.

En este momento me encuentro encerrada en mi misma, he levantado muros alrededor de mi corazón para no permitir que ningún hombre vuelva a hacer de mi lo que le venga en gana.

Me siento como la pequeña gacela herida y asustada que confía en el imponente león, sin saber si este lo único que desea es devorarla.

-Estas demasiado pensativa - me dice al fin posando por algunos segundos sus ojos en mi- es por lo que sucedió hoy?

-Gracias por defenderme, Dylan- le digo con total sinceridad. De no haber intervenido probablemente Stiven me hubiera golpeado.

-Quien era ese tipo, Camille? Por qué te hablo de esa manera e intento...- su voz denota demasiado enojo, ni siquiera consigue terminar la frase.

- Es mi exesposo- murmuro - está acostumbrado a conseguir por la mala lo que quiere.

-Intentó propasarse contigo?- esta vez sus dedos aprietan con fuerza el volante.

-No, la verdad sólo me insultó. Parece que no entiende el hecho de que ya no soy su esposa- desplazo mi vista hacia la ventana- Siempre me vió como una pertenencia y no como un ser humano. Supongo que cree que sigo siendo parte de su inventario.

Suelto una risilla pero está no transmite diversión sino un amargo dolor y también rabia al recordar que yo fuí quien le permitió que me destrozara, que él puso el veneno en mi mano para aniquilarme y yo me bebí hasta la última gota sin dudar.

-No es tu culpa, Camille- volteo a verlo en seguida, es como si leyera mi mente- A veces el amor te hace tonto y te nubla el juicio. Permites muchas cosas por el afán desenfrenado de no perder a ese alguien que representa todo para ti.

Está vez un rayo de tristeza cruza por su mirada que continúa perdida en la carretera.

-Hablas como un experto en el tema.

-Creeme que te entiendo más de lo que crees, bonita- su mano deja el volante para acariciar mi mejilla- lo único que te puedo asegurar es que no todos los hombres son unos cabrones como ese miserable.

-Eso no lo puedes asegurar- murmuro y él comienza a frenar su auto soltando un suspiro.

Desabrocha su cinturón y me observa con tanta intensidad que me deja sin aliento.

-Pero puedo hablar por mí- su mano se pierde en mi cabello jugueteando con él- Sabes que ví en ti la primera vez?

Niego con la cabeza.

-Vi una preciosa joya que cayó en las manos equivocadas- se acerca a mi para besarme de nuevo pero se detiene a unos milímetros- Note de inmediato lo mucho que habías sufrido, aunque hablaras muy vagamente sobre tu divorcio. Pude ver qué necesitas creer, Camille. Creer que aún queda gente buena y hombres que pondría el mundo a tus pies.

Mis ojos se aguan por sus palabras y en ese momento su boca se funde con la mía. Es un beso lento que me transmite calidez y comprensión.

Su mano se desliza por mi cabello y acerca aún más mi cuerpo al suyo. Es una sensación distinta, este hombre me despierta un deseo incontrolable pero también ternura y confianza.

- Me atraes mucho, Camille- murmura al despegar nuestros labios - y estoy seguro de que si no me detengo este deseo que me quema adentro va a hacer de las suyas conmigo, así que mejor te llevaré a casa. No quiero que pienses que soy un patán que solo busca sexo.

-Qué quieres entonces, Dylan?

- lo quiero todo de ti, bonita... todo...

Sus palabras me dejan sin aliento. Vuelve acomodarse el cinturón y arranca de nuevo.

Desplaza su mano hasta mi pierna dando un leve apretón. Trato de no pensar en lo que acaba de decirme y me inclino por dejarme llevar por la curiosidad sobre lo que ocurrió con mi jefe.

-Hace cuánto trabajas para el señor Ariel? - trato de ser sutil pero creo que no funciona ya que su cuerpo se tensiona de inmediato.

¿Qué historia hay detrás de todo esto? No tengo idea pero mi curiosidad lejos de disminuir, aumenta.

-Podría decirse que mucho tiempo- responde con un toque de enojo en su voz - Lamento que hayas presenciado esa incomoda situación el día de hoy. Nuestra relación es algo peculiar.

Corta con aquellas palabras cualquier intención de preguntar algo más sobre el tema. Parece que es algo que lo incómoda muchísimo y no quiero ponerlo en esa situación.

- Cómo te sentiste hoy?- me pregunta rompiendo el silencio después de un rato.

-Me gusta- respondo con una sonrisa en la cara- todo el tiempo estás en movimiento y es algo que me agrada.

-Asi que disfrutas moverte... eso aplica para todo?- su pregunta cargada de malicia, enciende mi rostro.

Sonríe de lado cuando me observa de reojo satisfecho por su hazaña.

- Sssi... Eso aplica para todo - respondo cuando la vergüenza me lo permite.

Arquea un ceja y vuelve a observarme está vez por unos segundos más.

- Sabes ... Soy muy curioso- vuelve a fijar su vista en la carretera- Me encantaría cerciorarme de eso.

- No sabes que la curiosidad mata al gato... O en éste caso al león? -me sorprendo a mi misma por el tono seductor que me ha salido de manera natural.

- León?- suelta una risilla traviesa- Pues este león moriría con gusto, embriagado de lujuria en el cuerpo de su pequeña gacela.

Aquella declaración manda un corrientazo directo a mi entrepierna.

La pequeña gacela está a nada de caer en las garras de su depredador.

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