Mientras transcurrían los días la escuela se volvió más interesante y divertida, entonces Vitoria muy contenta despertaba emocionada cada día para aprender algo nuevo. El trayecto a la escuela era difícil, todos los días debía caminar alrededor de 20 a 30 minutos, pues a pesar de ser la última de 8 hermanos no había nadie que la acompañara porque todos eran mucho mayores que ella y tenían una rutina establecida. Se levantaban temprano para ordeñar las vacas, luego desayunar y después ir a las labores en el campo para cultivar el arroz, el café o iban a la escuela secundaria en una dirección y horario diferente.
Los días más duros eran los de lluvia porque el trayecto lodoso provocaba varias caídas y resbalones, sin mencionar que se mojaba mi ropa y mis útiles escolares. Muchos vecinos se acompañaban por el camino hasta la escuela sin embargo yo era la más joven de todos, de modo que siempre me dejaban atrás por ser muy pequeña, débil y lenta.
Recuerdo que un día llovió a cantaros durante toda la noche, a pesar de ello fui con normalidad a la escuela. En mi recorrido pude apreciar que los canales de regadío que bañaban los sembríos aumentaron su caudal por la tormenta, aun así, aceleré mis pasos para no llegar tarde.
A mi retorno encontré que el puente del canal más cercano a la escuela había sido arrastrado por las fuertes corrientes, por consiguiente, era imposible cruzar al otro lado del camino. Llegué al lugar con demora dado que mis piernas eran cortas no pude seguir el paso de mis vecinos más grandes que iban a algunos metros adelante, por tanto, fui la última en llegar allí.
Llamé con desesperación a los otros estudiantes para que me ayudaran a cruzar, pero nadie escucho mis gritos, o a lo mejor no quisieron darme una mano. En ese momento mi corazón se acongojo al encontrarme completamente sola que rompí en llanto. No me importaron los mocos esparcidos por mi rostro o sentarme en el fango, lo único que necesitaba en ese momento era aliviar mi pena, obtener un poco de consuelo para calmar mi angustia.
Después del llanto entendí que no podía ser débil, me armé de valor y me aventuré a cruzar al otro lado por mi cuenta.
Al dar unos pasos sentí que el agua era muy profunda provocando que me sumergiera el cuerpo entero. La corriente estaba a punto de arrastrarme iniciando una batalla para mantenerme con vida. Mi cuerpo comenzó a hundirse y flotar, hundirse y flotar, hundirse y flotar… tragando agua y luchando por respirar mientras me aferraba fielmente al deseo de lograr llegar al otro lado.
Entonces sentí mucho cansancio, mis fuerzas se agotaron hasta el punto de considerar permitir que el agua me arrastrara, había llegado al límite y creí que no lo lograría. Fue entonces que una luz de esperanza apareció, me sentí impulsada por una energía desconocida permitiéndome aferrarme a unas ramas del otro lado de la orilla, y aunque luchaba contra la fuerza del agua era mi única salvación en ese momento.
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Comments
Doris Sonni
q triste 😥
2023-04-20
1