El CEO Y LA MARIPOSA. EL Final Del Invierno

"Dr. Mi hija está en sus manos"

-¡Niña, con razón el Sr. Larios no volverá! Él debe estar en el hospital con su hija. Eres muy descuidada. ¿Cómo pudiste darle un helado? Mariana no puede comer nada dulce, le provoca fiebre y a veces hasta cae por días en el hospital. ¡Los médicos han hecho todo lo posible para encontrar el problema!

"¿Mariana está enferma?" Esa noticia le cayó como un balde de agua fría. Todo este tiempo ha estado alejada de su pequeña y ahora que está cerca y que la puede recuperar, descubre que está enferma.

-¡Directora Foster, le daré un consejo! Si quiere mantener su empleo, no piense en llamarlo. El jefe debe estar furioso. ¡Mejor manténgase al margen!

La Directora Foster se sintió realmente culpable esa mañana. La niña se encontraba bien, y por su culpa ahora está en el hospital.

-¡No se preocupe, no lo haré! Gracias por decírmelo. -Contestó Mónica con un profundo dolor en el pecho. Se reprochó por no haber indagado más sobre su hija. Por ahora, le tocará esperar para verla.

-Por otro lado, Larios llevaba puesto un conjunto verde. Era la ropa que le dieron en el hospital para que pudiera estar junto a Mariana.

-Horas antes, al verla con el helado, Enrique se apresuró para que le pusieran algo y así evitar la fiebre. Pero no funcionó y la fiebre apareció minutos después. Desde entonces, están en el hospital a la espera del nuevo especialista.

¡Mi pequeña niña, cómo me duele verte así! ¿Por qué no puse más cuidado cuando te dejé sola con ella? Mientras le acariciaba el pelo, una lágrima recorrió la mejilla del CEO. Mariana es su vida, su más grande tesoro.

-En ese instante, la puerta se abrió y una enfermera se acercó al empresario y le informó: "¡Sr. Larios, el doctor ya está aquí! En un momento vendrá a ver a su hija".

Enrique confía en que este nuevo doctor sí pueda dar con la causa que provoca esas temperaturas tan elevadas.

-El doctor Ochoa es quien se encargará de tratar a la niña. Quizás sea una coincidencia muy grande, o quizás Dios puso un ángel en el camino de la niña. Lo cierto es que al entrar en la habitación, lo hizo examinando el expediente.

-¡Lamento la demora! El doctor se disculpó por la tardanza. Ese era su día libre, pero días antes le habían hablado sobre el caso de Mariana, y Agustín pidió que le asignaran el caso. En realidad, no había notado que se trataba de la hija de Mónica, simplemente sintió curiosidad por la rara enfermedad de la niña y se tomó el caso muy a pecho.

No indagó sobre el apellido de la niña o sus raíces, se centró en los síntomas y en ver cómo podía ayudar. Ese día, se llevó una gran sorpresa al ver que era Enrique quien estaba al pie de cama de Mariana.

-¡Señor Larios, soy el doctor Agustín Ochoa, me asignaron el caso de esta pequeña, necesito hacerle un par de preguntas para poder hacer un análisis y así ver cuáles exámenes le podemos realizar!

"Mucho gusto, Dr. Ochoa, espero que usted me diga algo que yo no sepa", Larios fue tajante con el doctor. Cabe recalcar que sí, reconoció que es el amigo de Mónica.

-"Por ahora, espero tener un resultado pronto, con la salud no se juega y sea lo que sea que está provocando las fiebres, hay que descubrirlo pronto" -Mientras hablaba, el doctor chequeaba los signos vitales de la niña. Y frente a ellos, Enrique no perdió ningún detalle.

-¡Dr. Ochoa, mi hija ha pasado por muchos exámenes, los cuales ninguno ha dado con el problema! Ella empeora cada vez que come algo dulce, hasta le practicaron un examen para descartar que se trate de leucemia. No veo cómo es que usted haría la diferencia -cuestionó Enrique. Hace un momento, confiaba en que el nuevo doctor los ayudaría, pero al ver que el doctor es muy joven, su esperanza se esfumó. Enrique ya está obstinado de tanto análisis, hasta ha pensado llevarla a otro país, pero eso sería empezar de cero. Por lo menos en ese hospital ya han descartado varias enfermedades.

"Lo comprendo, Sr. Larios, y sé cómo se siente. A veces es muy tedioso, tantos análisis y exámenes. Considere en qué será lo mejor para ella. Le prometo que pondré todo mi empeño".

"Dr. No prometa nada, solo haga su mayor esfuerzo, es mi hija de la que estamos hablando", dijo Enrique, quien ya estaba harto de los fanfarrones y no quería toparse con uno más.

Mientras tanto, Agustín se puso en los zapatos de Larios y continuó dando su opinión. "Descubriré cuál es la enfermedad que está impidiendo que la niña lleve una vida normal. Me tomé este caso muy a pecho y desde mi llegada lo he estudiado. Sé cuáles exámenes no debo hacer y no comenzaré de nuevo. Como le dije, el tiempo es oro y sea lo que sea, Mariana necesita un tratamiento".

Larios seguía desconfiando de las capacidades de Agustín, pero está por cambiar de opinión. "¡Sr. Larios, no quiero preocuparlo, esa no es mi intención! Recuerde que estoy aquí para ayudar, pero quiero que sepa que hay enfermedades que son silenciosas y que se descubren cuando ya es muy tarde, y le estoy hablando del cáncer. Entre hoy y mañana haré todos los exámenes posibles", dijo Agustín.

En ese momento, Larios tragó grueso y miró a la niña que dormía profundamente. Le dolió escuchar lo que le dijo el doctor, ya que ningún doctor había sido tan directo como Agustín. "Dr. Mi hija está en sus manos, quiero resultados cuanto antes", dijo Larios, rogando para que no sea cáncer, ya que eso lo destruiría por completo.

Mientras tanto, en la sala de espera, Tamara hacía su papel de madrastra preocupada y sollozaba entre lágrimas. "Enrique sabe muy bien que la niña tiene limitada sus comidas. Los pasteles tienen que ser especiales para ella. No entiendo qué sucedió, cómo pasó todo esto", dijo Tamara. A un lado de ella, Teresa la consolaba. Tamara había engañado a todos durante todo este tiempo, y la madre de Enrique también creía que Tamara era la única que estaba calificada para ser la madre de la niña.