El CEO Y LA MARIPOSA. EL Final Del Invierno

Mónica, ¿Qué has hecho?

¡Mucho gusto, señorita Mariana! Soy Mónica Foster y déjame decirte que me parece muy hermoso que tengas algo de tu madre. Ella debe estar muy feliz al saber que la tienes muy presente.

Mónica sintió calidez en su corazón al enterarse de que tiene un lugar especial en el corazón de su pequeña. A pesar de que Enrique no sabía nada sobre ella, supo cómo hablarle a su hija y darle algo para que ella la tuviera presente. Con una sonrisa, se lo agradeció a Larios.

Ella deseaba gritarle a los cuatro vientos: "soy tu madre y estoy aquí, dispuesta a acogerte en mis regazos", pero sintió temor de cómo reaccionaría y si luego la cuestionarían y culparían de abandono. Sin pruebas, no puede hablar. Con lo razonable que es Mariana, no quiere que la juzguen mal.

Por otro lado, Agustín se encontraba en la oficina de asuntos civiles tratando de encontrar a alguien a quien pueda sobornar. Piensa que en algún lado puede encontrar algo de información sobre Mónica. La verdad no cree que Carlos pudiera borrar del todo la existencia de su amiga. Por lo tanto, se acercó a uno de los cubículos en el cual se encontraba una hermosa jovencita. Al sentarse frente a ella, dijo:

-¡Señorita, ayer por la tarde perdí mi identificación y me gustaría solicitar una nueva!

-¡Por supuesto, estamos para servirle! Por favor, bríndeme su nombre completo -espetó la joven.

Agustín no perdió tiempo y, mientras le brindaba sus datos personales, comenzó a coquetear con la chica. Ella resultó ser soltera y cayó fácilmente en las encantadoras y dulces palabras del doctor. Y como todo un Romeo, concretó una cita con ella. Con esto, la irá convenciendo hasta que le pueda ayudar a obtener la información que necesita para ayudar a su amada Mónica.

En un restaurante, Mónica y Enrique disfrutaban de un agradable desayuno junto a la pequeña. Y desde que llegaron, el móvil del empresario no ha dejado de sonar, interrumpiendo constantemente la conversación entre ellos. Evidentemente, se trataba de Tamara.

-Enrique no ha querido dar la cara. Resulta que hace dos días, la joven se había comunicado con él y le reclamó por las fotos que le envió Thomas, y no solamente por eso, Enrique había aparecido en muchas páginas de chismes junto a Mónica, hecho que molestó a Tamara.

-Enrique no le aguantó sus rabietas ni le dio explicaciones de nada, simplemente le colgó la llamada y evitó verla. Por esta razón, fue que la noche anterior se quedó en un hotel para no verle el rostro.

-Ahora Tamara está desesperada, no quiere perder a Enrique y tiene que buscar la forma de solucionar las cosas.

"Ring, Ring". El teléfono sonaba repetidas veces. Era un poco incómodo, pero Enrique esperaba una llamada del extranjero y no podía apagarlo. Ante el molesto ruido, Mónica frunció el ceño y preguntó: "¿No piensas contestar?". A lo que el hombre le dijo que era un cliente del cual no quería saber nada. Bueno, en realidad no mintió del todo, de verdad no quería saber nada de la mujer.

-"Por cierto, papi, anoche mi mami Tamara se despidió llorando. Dice que tú no querías verla. Me partió mucho el corazón verla así". Mariana no vio nada de malo en su comentario, de Enrique no se podía decir lo mismo.

-Desde su asiento, el hombre apretó los puños y rechinó los dientes. No le pareció correcto que Tamara involucre a la niña en sus problemas de pareja. Esto lo molestó tanto. Mariana es apenas una niña y no está en edad para comprender a los adultos.

-¡Mariana, has probado las delicias que venden aquí! Son realmente excepcionales. Mónica cambió el tema al notar la fría expresión de Enrique.

-¡Adoro los helados! Solamente puedo comer uno porque mi papá y mi abuela Teresa no me dejan. -contestó Mariana.

-Enrique no prestó atención a lo que ellas hablaban, debido a que se levantó y se alejó para contestarle a Tamara.

-La discusión entre Enrique y Tamara duró aproximadamente quince minutos, el tiempo suficiente para que Mariana se acabara la mitad del helado que le compró Mónica. Tras colgar, Enrique se volteó y observó a las dos personas en la mesa. Por unos segundos, el CEO se congeló.

"No... ¡Por Dios, Mónica, qué has hecho! El pánico se apoderó del CEO y, preso del miedo, se apresuró hacia la niña y le arrebató el helado.

-¡Directora Foster, debió preguntarme si ella podía comer esto, toma un taxi y vuelve al grupo Larios, no creo que yo regrese!

Dicho esto, Enrique tomó a la niña en brazos y se alejó del lugar, mientras que Mónica quedó perpleja.

-"Uy, qué genio, solamente fue un helado, no era para tanto, tan estricto es. Cuando Mariana viva conmigo, le daré todas las cosas que le prohíbes, eres un padre muy gruñón".

A regañadientes, Mónica tomó un taxi y volvió al grupo Larios.

Tiempo después, Mónica no podía concentrarse en su trabajo. Ya habían pasado tres horas desde que volvió. Tenía un mal presentimiento que no la dejaba trabajar. De pronto, salió de la oficina en busca de un café y, por andar distraída, se tropezó con Raúl.

"Ay… Niña, fíjate por dónde caminas". La voz de Raúl sonó un tanto afeminada al quejarse.

-"Lo siento mucho. Por cierto, Sr. Silva, el presidente dijo que no vendría hoy". Mónica guardó silencio, indecisa. No sabía si Raúl la sacaría de la duda. Lo cierto es que no se quiso quedar con ella. Mientras caminaban hacia la máquina del café, añadió:

"¡Señor Silva, hoy me pasó algo muy extraño! Le compré un helado a la hija de Larios y el jefe se enojó mucho conmigo. Yo sentí que no fue para tanto. Me parece que la está sobreprotegiendo, aunque el Sr. Larios es el padre y sabrá cómo cuidarla". Esto último lo dijo para no parecer tan atrevida.

En ese momento, Raúl se llevó la mano a la frente mostrando indignación. El hombre es un tanto afeminado, pero solamente muestra su verdadero ser cuando su jefe está lejos. Cuando Enrique se encuentra cerca, intenta aparentar su hombría.