Hana estaba sumergida en un mar de pensamientos. No sabía qué había pasado al ver que Myriam salió con su asistente. Se le oprimió el pecho, no sabía qué era eso. A lo lejos, escuchaba la voz de su amiga Anabel, pero no lograba dejar de pensar en el beso que se dio con la presidenta. Su mente le decía muchas cosas, cuando de repente escuchó algo más que le daba punzadas. Puso su mano en su pecho y sintió cómo su corazón brincaba. Era la primera vez que le pasaba esto con alguien, y por una mujer que era su jefa. No sabía qué hacer, hasta que de repente logró dejar de pensar y miró a Anabel. Con la misma, esta se sorprendió porque desde hace rato la estaba llamando y Hana no le respondía. Se pusieron a hablar entre ellas y quedaron en que al llegar a casa hablarían las tres. Pero no contaban con que tenían que trabajar horas extras, pues la supervisora les dijo que debían corregir sus papeleos, pero se los hizo de maldad.
Mientras pasaban los minutos y pasaron unas horas más, la mayoría empezó a irse para sus casas. Hana y Anabel no se dieron cuenta de que la presidenta y su asistente ya habían regresado y, de hecho, su asistente Alejandro ya se estaba yendo. Cuando entra una señorita muy elegante y ven que se dirige a la oficina de la CEO y llevaba su celular en la mano.
Hana y Anabel se sorprendieron, y aún más Alejandro, al ver cómo pasó de largo sin ni siquiera darle tiempo de avisar a Myriam.
Esta chica entró de golpe a la oficina de Myriam y dijo en voz alta para que lo escucharan los que estaban afuera: "Mi amor, vine por ti para que me lleves a cenar".
Myriam se sorprendió al ver quién era y, en tono serio, le respondió: "Leila, ¿qué haces aquí? Tú y yo no somos nada. Vete de mi oficina o mando a alguien para que te saque".
Alejandro, al ver la situación en la que estaba su amiga, decidió mejor cerrar la puerta y quedarse afuera de la oficina por si Myriam le pedía ayuda. Mientras tanto, Hana y Anabel, al escuchar eso, mejor prepararon sus cosas para irse. Cuando vieron que de nuevo se abría la puerta y se escuchaban unos gritos muy fuertes, se quedaron a escuchar.
Leila dijo: "Pero mi amor, ¿por qué dices eso? Tú y yo no hemos terminado, seguimos bien".
Myriam se levantó de su silla y la empezó a jalar para sacarla. Llegaron a la puerta, la abrió y le dijo: "Vete de aquí y no vuelvas nunca".
Leila insistió: "Pero, Myri, por favor, no digas eso. Vine hasta aquí solo para cenar juntas. Vamos".
Myriam respondió: "No tengo nada más que decirte, Alejandro sácala de aquí por favor". Miró de reojo y vio que Hana aún estaba en la oficina y sintió una pequeña corriente en el cuerpo al ver la cara de Hana.
Alejandro dijo: "Como tú digas, Myriam". Este le tomó el brazo a Leila, pero esta se soltó y se pegó a Myriam.
Leila se safó del brazo de Alejandro y se pegó a Myriam y la besó.
Myriam empujó y abofeteó a Leila, aleja tus sucias manos de mí, Leila. Se enfureció y se percató de que Hana y Anabel seguían ahí. Mientras tanto, Hana y Anabel agarraron sus cosas y entendieron que debían irse. Pero Hana miraba a Myriam, y cuando esta volteó a ver si había alguien más mirando la escena, ya la mayoría se había ido. Pero Hana la miraba algo sacada de onda, y se estaba tapando su boca de lo sorprendida que estaba. Anabel no tuvo más remedio que sacarla casi arrastrada de ahí. Cuando Hana despertó de ese shock, empezó a correr hacia el ascensor junto con Anabel, y Hana dijo: "Nosotras no vimos nada, no sabemos nada, ¿de acuerdo, Ani?" Anabel solo asintió, pues estaba agitada de correr.
Por otro lado, seguían discutiendo. Myriam vio cómo Anabel y Hana se fueron. Sintió algo al ver la reacción de Hana y dijo para sí misma que mañana le pediría una disculpa por hacer estas escenas. Alejandro logra hacer que se lleven a Leila de la empresa y pide que nadie la deje pasar de nuevo. Este se queda un poco más para ver si Myriam necesitaba algo, pues ella le había dicho que se besó con Hana en el tocador, y que le había movido algo dentro de ella, pero no esperaban que pasara esto.
Myriam se sentó en uno de los muebles y se puso a pensar en el beso de Hana. No había tenido la oportunidad de hacerlo, y no sabía cuál sería su reacción. Pone una mano en sus labios y la otra en su pecho, y siente cómo late su corazón y suspira. Alejandro la ve sumergida en sus pensamientos y mejor la deja sola. Necesitaba darle su espacio para que aclare su mente. Decidió irse. Cuando llega al estacionamiento, ve un taxi y ve subir a tres chicas en él. Logra reconocer a una de las chicas y solo se sube en su auto y arranca. Ve avanzar al taxi y lo sigue sin que se dieran cuenta. Logra saber dónde viven y al hacerlo se dirige a su casa a descansar.
En la empresa, Myriam estaba sentada pensando en Hana.
Myriam hablaba para sí misma, ¿por qué pienso en esa niña? No me agradó verla irse así corriendo. No tenemos nada, pero tampoco quiero que tenga una mala impresión de mí. Mañana hablaré con ella...
Decidida, Myriam se levantó, tomó su portafolio y se dispuso a irse a casa. Al bajar y llegar al estacionamiento, se metió en su coche y se fue a casa. Su mente estaba llena de Hana...
Por otro lado, cuando Hana y Anabel llegaron a la planta baja cerca del estacionamiento, tomaron un taxi y antes de subirse, vieron a Roxan. Las tres se fueron juntas a casa en el taxi. Al entrar al taxi y sentarse en la ventana, pasó por la mente de Hana que había ocasionado un problema entre Myriam y su novia. Pero luego sus amigas la sacaron de sus pensamientos y se pusieron a hablar las tres de su día... Cuando llegaron a casa, cada quien fue a su cuarto, se aseó y cuando por fin estuvieron listas, cada quien hizo algo para cenar. Luego se sentaron un rato a seguir platicando y cuando ya tenían sueño, cada una se fue a su habitación. Anabel cayó en un profundo sueño apenas logró acostarse, lo mismo que Roxan, pero la que no pudo dormir en toda la noche fue Hana. Su cabeza se llenó de la CEO y su novia, y de lo mal que se sentía. Se arrepintió de haberla besado. Sin poder dormir toda la noche, de repente sonó el despertador...
En la mañana siguiente, las tres chicas despertaron, se alistaron. La única que casi no tenía ganas era Hana. El sentimiento de culpa le ganaba, pero tomó una decisión, así que siguió con sus cosas hasta que las tres salieron de casa...
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