Victoria, al despertar, ve cómo a través de su ventana las flores empiezan a brotar desde los árboles de su jardín. No había vuelto a detallar la majestuosidad de la naturaleza que le indicaba que el tiempo de receso estaba por terminar y debía volver a su rutinaria vida, pero no sabía si su esposo le permitiría retomar su vida simple y descomplicada. Ahora ella lo tendría muy cerca… Lo de anoche había sido una advertencia clara y contundente de parte de Elon, una persona a quien se veía tranquila, pero podía sacar la oscuridad que aguardaba. Era necesario, si quería no terminar envuelta bajo las sombras de Elon, agachar un poco su cabeza y así pasar desapercibida una vez más hasta poder valerse por sí misma. Solo faltaban 2 años para terminar sus estudios, dos años que parecían que cada día sería una eternidad.
Así que Victoria decide levantarse de su cama, camina hacia el cuarto de ducha. Necesitaba refrescar su mente y durante varios minutos el agua fría caía sobre su cabeza. Necesitaba las palabras adecuadas para poder llegar a un acuerdo con Elon. Al salir de la ducha, se dirige a su cuarto de vestier y elige unos jeans y un buzo.
La ropa de Victoria era muy simple y sencilla, pero todas sus prendas destacaban por una singularidad: eran anchas. Ella buscaba no destacar ni llamar la atención. Por eso había evitado desde la muerte de sus padres hacer presencia en las reuniones sociales y, en aquellas que fue, trataba de pasar desapercibida. Pero esta última fue una excepción. Pero no se preocupaba, jamás dentro del círculo que ahora recorría podría encontrarse con quien estuvo en la sala privada. Eran personas que se jactaban de su clase y estar en callejones y tiendas no era su estilo y eso le daba a Victoria cierta tranquilidad.
Victoria se colocó su jean de color azul y algo rasgado en la rodilla, el cual convino con su buzo blanco con un estampado azul al frente. Se hizo una coleta alta, se puso los tenis y salió de su cuarto. Bajó las escaleras y al ver a su nana en la cocina, corrió y la abrazó por la espalda. La señora Enni dio un pequeño brinco, pero reconoció el singular olor de su niña y le daba mucha felicidad volver a verla calmada y contenta.
La señora Enni ofrece a Victoria un vaso de leche mientras le termina de preparar su desayuno. Las dos inician una animosa charla y en medio de la conversación, Victoria pregunta por Elon. Quería saber si él regresaría al mediodía, a lo que su nana responde que el joven Walton no ha salido de casa y se encontraba en el estudio junto con Santiago.
Victoria siente un alivio de no tener que ir a su oficina o esperarle hasta la noche. Después de desayunar unos deliciosos huevos tiernos con jamón y quesillo fresco, se dirige al despacho. Al parecer, Elon desde que se radicó en la villa no sale de allí.
Victoria estaba tomando las últimas fuerzas para poder persuadir a Elon. Sabía que no sería fácil. Había visto con sus propios ojos que imponía sus decisiones y voluntad, pero debía intentar y luchar por seguir con su vida. No intentarlo era quedar con una gran zozobra en su corazón.
El despacho que quedaba era el cuarto más alejado dentro del primer piso de la mansión de la villa, lejos de toda interrupción. Esa había sido una idea de su padre cuando lo construyó. Así que Victoria se encaminó por el largo pasillo que llevaba hacia el espaldar de la casa. Al estar al frente de la puerta, tocó cautelosamente. Fueron dos golpes que sacaron a Elon y a Santiago de su calurosa discusión de trabajo.
Victoria esperó por largos 5 segundos, hasta que escuchó abrirse la puerta. Era Santiago quien respetuosamente asintió su cabeza en forma de saludo y comunicó al joven CEO la llegada de su esposa. Elon hizo un movimiento leve con su cabeza a Santiago, indicándole que le dejase pasar.
Al ingresar, Victoria notó que al parecer no había llegado en un buen momento. Dudó de quedarse o disculparse por la interrupción y salir, pues toda la papelería que veía en la mesa más el rostro angustiado de Santiago era una señal de que las cosas andaban agitadas y había aparecido en el momento menos indicado.
Elon notó su intención de huida en abandonar el estudio y se adelantó a sus acciones diciendo: "Si has venido, debe ser algo importante para ti. Dime Victoria, ¿qué decisión has tomado?" Elon no pasó desapercibido al ver el atuendo de su esposa. Era una ropa muy sencilla, no parecía la hija de alguien de clase alta, más bien una mujer del común con poca gracia. Ahora comprendía un poco por qué Victoria había dejado de ser el foco de la prensa desde hace 3 años. Se ocultaba bajo una apariencia de persona pobre y ordinaria.
Victoria mira a Elon y después a Santiago. Era una forma de expresar que deseaba que la conversación fuera a solas, pero no tenía el derecho de sacar a quien era fiel como un perro lo es con su dueño y, si aun así diera la ordenanza, este no saldría sin la orden de Elon.
Elon no deja de mirar fijamente a Victoria y le responde a su petición: "No es necesario, Santiago es mi hombre de confianza... sabe sobre cada negocio y, según mi apreciación... ¿vienes a negociar, o quizás… vienes a que terminemos lo que empezamos anoche?"
El rostro de Victoria se tornó tan rojo que pareciera que su aspecto estallaría de la vergüenza e incomodidad. Las palabras de Elon hacían ver ante Santiago que ellos habían tenido una noche apasionada, pero la realidad era otra. Solo había sido torturada una y otra vez y el solicitar en ese momento la salida de Santiago equivalía a dar por sentado lo manifestado por su esposo.
No solamente existía una incomodidad por parte de la joven Lauder, Santiago sentía que estaba en medio de una batalla. Pero sus ojos no dejaban el asombro de dichas palabras del CEO, pues el tiempo que lo conocía, nunca había escuchado de su boca tales manifestaciones. Y por muchas mujeres que se le acercaban, este tenía la tarea de espantarlas, ya que Elon no soportaba que nadie lo tocase.
Santiago había conocido los últimos días otro perfil de su jefe, pero frente a las insinuadas palabras de su jefe no se inmutó y exteriormente actuó con naturalidad, como si lo que escuchase o no le competiera.
Victoria rápidamente estabilizó sus emociones y, tomando la silla que se encontraba en frente del escritorio y, por supuesto, sentándose al lado de Santiago, manifestó: "Negociemos las condiciones".
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