No relacionado.

"Por supuesto." Sus ojos brillaron con pura diversión cuando aterrizó en la azotea de cierto castillo. Evie esperó a que volviera a saltar y cuando no se movió, levantó la cara para mirarlo. Ella se arrepintió de inmediato porque sus ojos sostuvieron los de ella en una mirada intensa pero todavía algo triste ahora.

"¿Ya no estás enojada conmigo?" preguntó.

Cuando Evie no pudo encontrar su voz, él la miró mientras esperaba pacientemente su respuesta. Y luego se sentó en lo alto del borde de la torre de vigilancia, con ella en su regazo.

"¿Sigo enojada?" susurró de nuevo después de un largo rato de silencio, haciendo que Evie tragara saliva. Se las arregló para apartar los ojos de él y cuando miró hacia abajo, el asombro llenó sus ojos. Se sentía como si hubiera sido transportada a un mundo diferente. Nunca había pensado o imaginado que una noche pudiera ser tan viva y hermosa.

'Entonces, así es como se ve el mundo cuando no todos duermen y descansan por la noche'. Ella pensó para sí misma. Debido a que la capital de este vampiro tenía muchos castillos más grandes en comparación con cualquier ciudad humana que hubiera visto, las luces de los castillos y las casas grandes y las calles se extendían por toda la tierra hasta donde podía ver.

La vista era tan diferente e impresionante, pero aun así no fue suficiente para distraerla del hombre que la sostenía.

"¿P-por qué nos detuvimos?" ella preguntó en su lugar.

"Porque no es bueno si llegamos a casa mientras todavía estás enojada conmigo".

Evie parpadeó de nuevo mientras arrugaba las cejas.

"¿Es esa... la creencia de los vampiros?"

"Bueno…" Gavriel inclinó la cabeza ligeramente.

"Sí. Es una larga tradición en nuestro castillo que un esposo no debe traer a casa a una esposa enojada, y viceversa. Dicen que es una mala suerte que podría arruinar el hogar".

"¿Qué? ¡¿Los vampiros creen en la mala suerte?!" Los ojos de Evie estaban muy abiertos por la incredulidad.

Cuando volvió a reírse, Evie hinchó las mejillas.

"Me estás engañando, ¿no?"

"No. Estoy tratando de calmar tu ira".

Evie ya no podía controlar su expresión y hundió la cara entre las palmas de las manos para ocultar su expresión. ¿Qué debería hacer ella? ¿Estaba realmente condenada ahora? ¡Oh, por favor, Evie... mantente firme!

"Yo... ya no estoy enojada contigo". Ella pronunció en voz baja.

"¿En realidad?" su voz sonaba preocupada, pero ella asintió frenéticamente. Todo lo que quería ahora era que regresaran para poder escapar de sus garras. Si se quedaran aquí más tiempo que esto...

"Sí. Entonces, vámonos a casa ahora, Gavriel. Por favor". Su voz era tan débil que apenas era un susurro.

Gavriel la miró en silencio mientras ella continuaba escondiendo su rostro entre sus manos. Levantó la mano y estuvo a punto de tocar su cabello que estaba siendo agitado por la brisa, pero se detuvo. Retiró su mano y finalmente, se puso de pie.

Sin una palabra, saltó, y no les tomó mucho tiempo llegar al castillo de Gavriel. Tan pronto como Gavriel bajó a Evie, Evie hizo una reverencia a su marido y le deseó buenas noches antes de correr inmediatamente hacia la gran escalera sin volverse atrás.

Tan pronto como la espalda de Evie desapareció de su vista, Gavriel pasó sus dedos por su cabello negro azabache.

"Elías". Gritó mientras sus ojos gris plateado se agudizaban.

"Si su Alteza." Elías apareció ante él.

"Necesito que investigues el motivo de Lady Thea para negarse a romper nuestro compromiso. Necesito resultados lo antes posible".

Aunque Elias pareció sorprendido, no se atrevió a hacer más preguntas.

"Si su Alteza."

Una vez que Elias se fue, otro hombre apareció ante Gavriel. Era Zolan. El más inteligente de sus hombres.

"¿Qué es?"

"El emperador ha comenzado su movimiento, Su Alteza".

Gabriel sonrió. Pero era una sonrisa muy lejos del tipo de sonrisa que le había mostrado a Evie. Su sonrisa en ese momento era siniestra y gritaba con diversión oscura y perversa.

"Reúna a todos en el pasillo". Ordenó y Zolan asintió brevemente.

***

Tan pronto como Evie entró corriendo, cerró las puertas de sus habitaciones. Luego apoyó los brazos contra la pared y apoyó la frente allí, sintiéndose totalmente agotada emocionalmente. Su mente y corazón estaban en caos; el tipo de caos con el que no sabía cómo lidiar. Ella no estaba preparada para algo como esto. Dios sabe cómo había trabajado tan duro durante muchos días para aprender todo lo relacionado con los vampiros, sus costumbres, hábitos y todo lo que pudiera tener en sus manos, todo solo para ayudarla a sobrevivir en la tierra de los vampiros. Incluso se había entrenado a sí misma sobre cómo lidiar con sus miedos y cómo reaccionar si la superaba. Un general incluso la hizo memorizar las palabras exactas que debería decir si algún vampiro la amenaza o la chantajea para divulgar información sobre el guardián del dragón, su padre.

Ni en un millón de años se hubiera imaginado que llegaría un momento en el que tendría que lidiar con algo completamente diferente y no relacionado. Nunca pensó que terminaría teniendo que lidiar primero con ella misma, más específicamente con los asuntos de su propio corazón, que ya había comenzado a rebelarse contra sí misma. ¿Qué debería hacer ella?