Quince

Lo que iba a ser una semana sin ver a Enzo se alargó un poco más, con el embarazo ya Anna no podía aguantar despierta por las tardes, unas veces se quedaba junto a Nico y otras en su cama, con una camisa de Enzo puesta para tener cerca su olor. La tarde que él volvió a aparecer ella estaba profundamente dormida y eso le dio a Enzo la oportunidad de mirarla por un rato antes de meterse bajo las sábanas con ella, la había extrañado mucho y verla dormir lo calmaba.

- Anna,  hermosa- le susurró al oído-    ¿ Pasa algo,  estás enferma?

- Enzo,  volviste- dijo ella adormilada, tratando de saber si estaba soñando o si el que él estuviera allí era real.

- Sí,  volví- le decía mientras buscaba su boca con la de él.

- Enzo necesitamos hablar.

- Shh ahora no hermosa,  ahora necesito hacerte el amor tanto como mi cuerpo y el tuyo aguanten,  estos días fueron un martirio sin tí .

Y ella se dejó llevar, también lo había necesitado mucho y de lo que tenían que hablar no iba a escapar, además sabía que cuando él supiera de su embarazo tendrían una discusión segura y quería alejar ese momento todo lo que pudiera. Ya se había dado cuenta de algo, había cometido un error, el primero de su vida, y eso le saldría muy caro, se había enamorado del mafioso, de alguien que vivía convencido que el amor no era para él.

Como Enzo le dijo siguieron haciendo el amor toda la tarde, alguien les subió de cenar y continuaron parte de la noche hasta que quedaron sin fuerzas pero satisfechos.  Estuvieron durmiendo hasta bien entrada la mañana y siguieron con la sesión de sexo en el baño, él había llegado deseoso y ella tenía las hormonas como locas esperando por él.

- Ven hermosa,  ponte la ropa y vamos a mi habitación,  te traje un regalo, y después quiero que vayas conmigo a mi despacho, tengo cosas que hacer pero quiero que estés a mi lado mientras las hago, hoy Nico tendrá que dejarte para mí solo. - le dio un beso en la frente y la dejó para que se vistiera.

Ya en su habitación buscó una bolsa muy elegante y se la entregó.

- Ten, espero que te guste. Lo hicieron expresamente para tí con las indicaciones que yo di.

Ella sacó un vestido hermoso, del mismo color del que se había puesto la noche que se conocieron, la parte de arriba era también igual, solo los diferenciaba que la falda era larga hasta los tobillos con una abertura en  la parte izquierda que subía hasta el muslo.

- Mandé a que hicieran la abertura en la parte izquierda porque quiero guardarme uno de tus hermosos tatuajes para mí.

- Enzo,  es bello, pero tú sabes que yo no uso éstas cosas, siempre me he sentido expuesta vestida de esta manera.

- Hoy sí,  quiero que me acompañes a un lugar y quiero que todos vean lo hermosa que eres. No se porqué te empeñas en esconderte, tú eres hermosa.

- ¿No tengo forma de negarme verdad?

- No, tienes que venir conmigo, quiero que seas tú la que entre por aquella puerta de mi mano, quiero que todos vean la mujer que llevo a mi lado.

- Oh enzo, ancora una volta ti chiedo perché mi fai questo?( oh enzo, otra vez te pregunto ¿ porqué me haces esto?)

-Ti ho già risposto una volta, non chiedermi più di quello che ti do Anna. ( Ya te lo respondí una vez, no me pidas más de lo que te doy Anna )

- Lo siento, no volverá a pasar- ella bajó la cabeza y suspiró- Llevaré esto a mi habitación, esperame en el despacho. - se giro y salió de allí y cuando estuvo en el pasillo corrió hacia su cuarto, no quería que él la viera llorar, pero necesitaba hacerlo, necesitaba llorar o su pecho iba a explotarle. Tiró la bolsa sobre la cama y siguió hasta el baño, cerró la puerta y se deslizó contra ésta hasta el suelo y lloró,  lloró como nunca recordaba haberlo hecho abrazándose a ella misma. Afuera sin que ella lo supiera estaba él,  con su frente recostada en la puerta, sintiendo que se le rompía el corazón mientras la escuchaba llorar, pero sin atreverse a entrar.

Cuando se sintió más calmada, se levantó y fue hasta el lavamanos para lavarse la cara, mientras él, desde fuera la escuchó moverse y cuando sintió el agua, supo que ya estaba mejor y bajó al despacho sin que ella supiera que él había estado todo el tiempo allí, acompañándola.

Al rato ella entró al despacho y miró hacia el teléfono que estaba sobre el escritorio, se moría de ganas por llamar, lo necesitaba,  necesitaba oírlo decir que todo iba a estar bien, pero sabía que si llamaba se rompería.

Él la vio con la mirada fija sobre el teléfono y le dijo.

- Anna, no llames hoy, por favor, hoy no.

Ella levantó la vista para mirarlo y sonrió,  sin decir nada dio una vuelta y fue hasta el sofá que había en el despacho,  no había pasado mucho rato y estaba dormida, el se levantó y la arropó con una manta, tenerla allí con él le daba paz y verla dormir era un verdadero extasis.

- Hermosa- escuchó la voz de Enzo en su oído- Ven, vamos a que comas algo, llevas casi todo el día durmiendo,  ¿ De verdad no estás enferma?

- No, no estoy enferma, solo un poco cansada, pero si estoy hambrienta. - ya él había traído una bandeja con varias cosas y ella comió como si hiciera meses que no lo hacía.

- Anna,  el peinado que llevabas el día que te vi por primera vez, ¿ Tú lo sabes hacer o necesitas alguien que lo haga por tí?

- Yo lo hice.

- ¿Puedes hacértelo hoy también ? Me encantó tu pelo trenzado de esa manera.

- Sí,  no te preocupes, todo lo que mandes será cumplido.

- Anna,  deja el sarcasmo,  solo es un pedido,  si dices no, no habrá problema.

- Perdona, lo haré,  a mi madre le gustaba mucho llevarlo y a mí también, lástima que yo tengo otras prioridades.

- Ven, vamos a subir para bañarnos,  quiero estar un rato dentro de la bañera contigo,  extrañé mucho tu cuerpo y no quiero estar junto a él el mayor tiempo posible.

Subieron hasta la habitación de Enzo y entre caricias llegaron al baño, puso a llenar la bañera y la subió a ella sobre el muro del lavamanos y comenzó a quitarle la ropa, poco a poco, quería besar cada poro de su piel y meterse dentro de ella para que no pudiera olvidarlo jamás, él la necesitaba como necesita el aire para respirar, pero eso no era bueno, no para un Parisi, las mujeres eran descartables y ella no podía ser distinta, no importaba cuanto llorara ni cuanto se odiara él por provocar esas lágrimas,  él no podía amarla. Pero si estaba seguro de algo,  podía hacerle el amor y hacerla gritar de placer en varios idiomas y eso era lo que le importaba.

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Comments

Blacina Calvo Fernández

Blacina Calvo Fernández

Ojalá cuando Enzo se de cuenta de lo equivocado que está no sea muy tarde. Muchas bendiciones Autora.

2024-04-18

1

Maigualida Ramirez

Maigualida Ramirez

que ridicules

2024-03-09

3

Elide Rubio

Elide Rubio

ay Enzo que estupidez

2024-03-04

2

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