Ocho

Anna ya llevaba quince días en casa del mafioso, ocuparse de la enseñanza de Nico sentía que era lo mejor que le había pasado en la vida, excepto por que no podía salir de allí, ni estar con Eric . Esa mañana fue como otras tantas al despacho del italiano,  su teléfono seguía sobre el escritorio como el primer día y bajo la atenta mirada de este y sin decir nada lo tomó y marcó un número y lo puso en altavoz.

- Hola- se escuchó la misma voz del hombre de la vez anterior.

- Hola, estoy bien, te extraño, te quiero mucho.- a  Enzo podría salirle humo de los oídos con aquella conversación.

- Yo también te extraño y te quiero mucho.¿ Cuando volverás?

- No lo sé,  cuídate mucho. - y colgó borrando el número como la otra vez y dejando el teléfono sobre el escritorio.

- ¿ Tu novio?- después que habló se arrepintió.

Ella ñevantó la vista hacia Enzo y le dijo.

- Ven a la biblioteca,  ya está terminado el ordenador. - y salió sin esperar respuesta.

- ¿ En verdad tú hiciste ésto,  puedes hacer uno para mí?- decía un Enzo maravillado ante lo que le estaba mostrando Anna.

- Puedo hacerlo, pero hay algo que debes saber, si alguien intenta entrar en este ordenador sin la clave de acceso al segundo intento quedará inservible.

- Dime la clave.- le ordenó él.

- No.

- Yo soy tu jefe, dime la clave.

- No eres mi jefe Enzo, ni siquiera me pagas, me tienes aquí  obligada, y no puedo dártela porque no la sé , eso es cosa de Nico,  pídesela a él,  pero quiero aclararte que yo,  aunque la supiera, no te la daría.

- Ya veremos.- hizo intento de marcharse.

- Otra cosa,  la pizarra de acceso a la habitación segura que tienes en la cocina.

- ¿ Que pasa con eso?

- Debes cambiarla, tiene los números gastados,  la clave 25 12 11 33 es evidente y antes que me digas que también tiene huella, la huella digital ya se puede imitar, cuando quieras te lo demuestro,  será mejor que uses la retina como segundo acceso.

Enzo tenía la boca abierta, no podía creer que le había recitado la clave.

- Cierra la boca, en unos años tu sobrino será mejor que yo.

Y salió a la habitación de Nico para despertarlo, le gustaba jugar con él por las mañanas en la cama y darle cariño, el niño le recordaba mucho a ella, con la diferencia de que ella si tuvo el amor de sus padres por un tiempo.

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Hacía más de tres meses que Anna había entrado en la vida de aquella familia por llamarlos de algún modo. Enzo no dejaba de observarla siempre que podía, seguía usando el teléfono una vez al mes, siempre la misma conversación con el mismo hombre, se había dado cuenta que ella solo reía con Nico, y con Angelo a veces mostraba una sonrisa, pero con él era todo seriedad. También estaba lo de la ropa, no entendía porqué usaba aquello, incluso cuando enseñaba a Nico a nadar, dentro de la piscina llevaba lo mismo, la curiosidad por saber que había debajo de aquella ropa lo estaba matando, eso sin contar los hermosos labios que tenía, eran una llamada a probarlos,  pero ella no lo dejaba acercarse a menos de un metro.

Aquella tarde él salía de su habitación y vio la de ella con la puerta medio abierta, sabía que cuando Nico dormía por las tardes ella aprovechaba para darse un baño, ya no soportaba más la idea de no saber que había debajo de aquella ropa. Agradeció su manía de andar descalzo dentro de la casa y se acercó a la puerta en silencio, la empujó con mucho cuidado y lo que vio lo dejo babeando,  Anna estaba de espaldas, se ponía crema en sus brazos,  el pelo recogido sobre la cabeza y su cuerpo solo cubierto con una pequeña braga de encaje color rojo, pero lo que entusiasmó de verdad a su amiguito fueron las alas negras que vio en toda la extensión de su espalda. ¿ Como no se había dado cuenta antes? Aunque no había visto su espalda, ese pelo y esos labios él los conocía,  se acercó con mucho cuidado y puso las yemas de sus dedos sobre el tatuaje.

- Nunca imaginé que debajo de tu ropa hubiera tanta belleza cara mía . - le dijo al oído y la sintió tensarse.

- Sabes que mi cerebro, además de hacer la contabilidad de un vistazo también puede predecir la muerte, y hoy tú vas a morir si no quitas tus manos de mi cuerpo.

- Y como me vas a matar, con tus gritos de placer mientras te follo.- le dijo mientras movía sus manos hacia delante, lo que le propició a ella poder sujetarselas para con un giro, torcersela y darle un buen rodillaso en su travieso amiguito. Cuando lo tuvo en el suelo retorciendose de dolor lo arrastró por la ropa hasta la puerta de la habitación,  la que abrió de un golpe tirándolo fuera, para encontrarse a  Angelo con la mano extendida en acción de tocar.

- Mia madre Anna, che bellezza - dijo Angelo mirándole los senos y tragando saliva.

- Levanta la vista Angelo si no quieres terminar igual y llévate esto de aquí o mañana vas a ir a su funeral.- y aventó la puerta en su cara dejándole a un Enzo adolorido en el suelo.

- Enzo.

- Si dices algo, te juro que te disparo, ayudame a llegar a mi cuarto.

Lo llevó y lo ayudó a acostarse.

- Es ella Angelo.

- ¿ Ella quién?

- La chica de hace un año.

- Espera, me estás diciendo que Anna, la rara,  es la chica que dejó a tu más grande amigo deseoso y golpeado hace un año y ahora lo volvió a hacer,  jajajajajaja,  tú si que tienes suerte hermano. Pero como sabes que es ella.

- Pude ver y tocar esas alas negras que me traen loco desde esa noche, ahora ya se que hay debajo de esa ropa y te aseguro que todo va a ser mio.

- Estás perdiendo la razón,  ya te pegó dos veces, te va a dejar con aquello inservible.

- Si por escucharla  gemir bajo mi cuerpo y besar esa piel tengo que pagar ese precio,  lo acepto.

- Enzo.¿Tú escuchas lo que dices? Pareces obsesionado.

- Sí,  y no voy a parar hasta que ella esté en mi cama.

- Sabes que eso puede provocar que un día se vaya de aquí y el más perjudicado será Nico.

- No se irá nunca de aquí,  de esta casa sale solo quién yo quiero y cuando yo quiero.

- Tú sabrás lo que haces, ojalá todo termine bien, Nico la quiere mucho y yo también y no quiero verla sufrir.

- Tampoco la vas a ver gozar,  de eso me encargaré yo.- y aunque le dolía bastante su entrepierna no pudo dejar de sonreír al recordar la imagen del cuerpo de Anna semidesnudo.

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