Capítulo 5

V

La cafetería de la universidad era enorme, pero solo la casualidad hacía que siempre estuvieran sentados cerca

y de manera diagonal. Esta vez, quienes se veían de frente era Dobargo, atractivo docente de matemáticas, y Alexandro, esquivo y sensual profesor deBallet. Sin embargo, Fito, quien ya se había dado cuenta de que era observado con persistencia, empezaba a molestarse.

—Mira, en este tutorial explican cómo resaltar los pómulos —decía Dan, quien le mostraba insistente la pantalla de su celular a su amigo—. Encontré además otro, donde dicen cómo hacer ejercicios de voz, para hacerla más suave. —Dan parecía muy orgulloso de sus hallazgos, mientras Fit, apenas si podía mirarlo.

—Voy a hacer de cuenta en serio, que no escuché nada de lo que acabas de decirme. Parece que empieza a gustarte. Por favor, como el amigo que seguramente va a tener que recogerte con espátula, deja esto. Una cita más, bésalo, corre y sube a tu calabaza. Habrás vivido tu aventura, y él seguirá buscando a la mujer perfecta que desea. No vas a poder engañarlo siempre, ¿cómo rayos es que no nota tus cejas más gruesas?

Por impulso, tomó el mentón de Dan para observar los perfiles de su cara y preguntar de nuevo por sus cejas. No

obstante, sintió otra vez esa poderosa mirada sobre sí. Dejó de tocar a Dan y entró en el juego. Se miraron fijamente, por completo desafiantes. Había mucha molestia en los ojos de Alexandro, y Fit intentaba hacer lo mismo, aunque no tenía idea de por qué ese hombre apático le veía así. Celos no podrían ser, no por Dan. La contienda visual duró lo suficiente como para que Chris se diera cuenta e interviniera.

—Alexandro, ¿qué rayos haces? ¿Tienes problemas con el profesor Dobargo? — Alexandro parecía por fin reaccionar y vio a su amigo, relajó un poco el gesto y tomó algo de agua.

—Ninguno. Solo pensaba en algo molesto y él estaba al frente. Ojalá no crea que es algo contra él.

Alexandro tomó un poco más de agua y vio cómo el par de amigos se iban en dirección opuesta a él. También

pudo notar lo feliz y tranquilo que Dan parecía al lado de Fito. Y lo odió.

Empezó a caminar hacia la clase de la tarde y se reprochó mucho el haber visto a Dobargo de esa manera. Alexandro tenía un conflicto interno y muy profundo hacia lo que estaba pasando con Dan. Pero cuando lo veía ahí, en la duela del salón de ballet, le era imposible controlarse. Ese hombre era magnético y creyó que todo podría mantenerse así y ahí, dentro del salón. Sin embargo, de alguna manera verlo con otro hombre, así de feliz, lo llenó de una sensación conocida para él y que creyó sepultada: Celos.

Dan, en cambio, sufría con el hecho que Suni tendría una cita con Alexandro en unos días, pero esta vez era para cenar. Y estaba dispuesto a cumplir con lo prometido a Fit, quizás después de la cena, un poco de licor, un beso apasionado, y un adiós para siempre. El autoengaño era poderoso.

Entonces a su cabeza venía aquel tema que pretendía ignorar y del que ni siquiera Dobargo sabía, a pesar de que él era su bitácora. Lo que pasaba con Alexandro en el estudio de ballet, que para nada era una clase normal. La última vez llegó a excitarse mucho y juró sentir que Alexandro también. Algo pasaba que él no entendía y no deseaba detener. Alexandro en ese espacio no era más gentil o más alegre, pero sí atraído por verlo. Parecía querer seducirlo, ¿con qué fin? No había por ahora una respuesta. Para Dan parecía solo un sueño erótico y ya. Uno que deseaba con locura, y esa tarde, una semana después del último encuentro con Greco, deseaba repetirlo.

Esperó paciente a que la Universidad empezara a verse sola. Tomó su taza de café muy despacio alargando lo más posible su estadía ahí. Adelantó mucho de su plan de estudio para el semestre siguiente, hizo muchas cartas de petición para que le fueran asignados más salones audiovisuales y jugó un rato en línea. El tiempo parecía ir al revés, pues no pasaba lo suficientemente rápido. La ansiedad lo estaba matando.

Por fin, sigiloso como siempre y luego de haberse puesto su ropa deportiva, entró al salón. Vacío, tapizado en espejos, impecable. No se atrevió a prender la luz todavía, tenía que pensar un poco antes de posiblemente verlo, y se auto convenció que él estaba malinterpretando todo. Lo que hacía Alexandro era practicar con él y que solo se metía tanto en su papel de bailarín principal que por eso parecía actuar como si intentara seducirlo. Dan tenía que en su mente empezar a justificar el hecho de la existencia de Suni. De tener una relación como hombre con él, ¿de qué serviría ella? Todo estaba tomando la tonalidad enfermiza que Dobargo temía.

Alexandro vio la luz desde el corredor, en la torre, frente a la de su estudio. Era el aviso, la señal de que lo esperaban. El corazón le dio un brinco, y fue tan rápido como sus pies lo llevaron. Había esperado por días ver esa luz iluminarse, había añorado ese momento de nuevo. Pese a eso, no tenía idea para qué. Llevaba en su cabeza

algunos pasos que quería practicar con Dan, quería de nuevo invadir su aliento con el olor intoxicante del profesor de Historia. Estaba loco.

Dan hacía unos ejercicios en la barra. El profesor del ballet entró y se sorprendió que aún no hubiera música. El

otro bajó su pierna y le observó, pero no dijo nada. Alexandro hizo lo mismo, se recostó en el marco de la puerta, solo mirándolo. Ninguno se movía, ninguno hablaba, solo se miraban, parecía que toda una conversación tenían con sus ojos. Por fin, entonces, con fuerza, Alexandro cerró la puerta y se acercó firme a Dan, quien se asustó con esa actitud. Empezó a dar pasos hacia atrás hasta que Alexandro logró arrinconarlo y apoyó una de sus manos en la pared, muy cerca del rostro de Dan, y luego sin dejar de verlo un segundo posó su dedo índice en la frente del hombre de cabellos negros, deslizándolo provocativo por su tabique, por sus labios, por su garganta, hasta llegar a su pecho, donde empezó a rodearle los pezones. Dan echó su cabeza para atrás, entrecerró los ojos, la

caricia era muy sugestiva y Alexandro no dejaba de verlo ni un segundo. Y ese índice inquieto llegó hasta el elástico de su pantalón. Fue entonces cuando Alexandro le abrió las piernas con la rodilla y se acomodó mucho mejor, aprisionándolo. Un movimiento quizás involuntario de su cadera le hizo saber al profesor Choi que estaba excitado. Alexandro acercó su rostro hasta su oreja y suspiró.

—¿No piensa detenerme, profesor Choi? Hágalo, se lo suplico, por favor... —habló muy bajo, incitante en la oreja derecha de Dan, con su aliento caliente, como si jadeara.

—No... No puedo... ya no quiero —respondió Dan muy bajo, apenas respirando normal, acomodando sus manos en la cintura de Alexandro. Este último lo miró muy fijo, apoyando su frente con la del asustado profesor.

—Es ahora cuando tiene que detenerme. Empújeme, grite, deme un golpe, salga corriendo, pero tiene que hacerlo. Tiene que detenerme. De no hacerlo vamos a estar andando en un campo minado siempre. Hágalo ahora. Por favor. La vida diaria volverá a ser la misma, nada habrá pasado. Usted usará este estudio sin problemas, yo no lo molestaré. Pero tiene que detenerme, ahora.

***

Fin capítulo

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Comments

🍄✨L.R✨🍄

🍄✨L.R✨🍄

porrrrqueeee. .jaja mis felicitaciones...me encanta tu historia 🥰... espero ansiosa el próximo cap... saludos desde Venezuela 🇻🇪😘🥰

2023-03-10

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