Capítulo 2

II

Ansioso a más no poder, corrió por las escaleras de la Universidad para poder llegar a la cafetería donde su amigo lo esperaba. Leer un mensaje de su parte que dijera: «me fue muy bien», era más de lo que podría esperar de su parte. Evadiendo estudiantes y colegas, por fin, en la parte más iluminada y viendo que tomaba un café, estaba él.

—Quiero que me cuentes paso a paso, todo lo que sucedió. No te guardes nada, necesito saber qué fue eso tan maravilloso.

—Yo no dije maravilloso —espetó Alexandro a Chris—. Te dije que me fue muy bien. — Chris lo miró con algo de decepción, parecía entonces que la historia se iba a repetir con esta chica.

—Entonces, ¿seguirás aceptando citas de ese sitio? —Alexandro se rio un tanto

—Déjame por favor te cuento. Como siempre tenía las expectativas muy bajas, sobre todo porque al confirmar la cita ella no puso su fotografía. No obstante, había una razón para que no lo hiciera, ella creía que habían robado mi información y estaban haciéndome una broma. De ser así, ella se iría de inmediato, eso me dijo. La razón es que... no creyó que un hombre como yo pusiera ese mensaje en el perfil. —Chris lo miró con un «te lo dije» en el rostro—. Es muy hermosa, tiene el cabello negro, no muy largo, sus ojos son castaños y tiene una muy linda figura, y no creerás esto, es coreana.

—¿Coreana? —preguntó Chris muy sorprendido—. ¿Y pudiste hablar con ella así, no más?

—Eres un tonto. En fin, empezamos a charlar y resultó muy educada,

sabe muchísimo de Historia, fue muy graciosa; parecía algo incómoda con sus senos, no me preguntes, pero así era. Y algo me llamó mucho más la atención, sin conocerme parecía muy feliz de estar ahí, me miraba y sonreía a todo lo que yo decía, en verdad estaba interesada en escucharme. Solo hubo un detalle, al final, que no fue de mi agrado. Chris volteó los ojos hacia arriba. Ya sabía que no todo podía ser tan lindo.

Y al otro lado de la Universidad, la versión parecía ser otra.

—Fue horrible, Fit, horrible. No podía caminar bien, la falda se me levantaba con cualquier viento y ni qué hablar de ese maldito sostén con relleno, se movía tanto que casi me ahorca. —Por supuesto, estaba exagerando, pero hizo reír mucho a Fito—. Todo el momento fue muy incómodo, él me observaba tan detenidamente que pensé que sería descubierto, solo le hablé de lo que sé, que es la historia, y adivina, no llevaba un nombre preparado para «ella». La cita duró exactamente lo que él estipuló en el mensaje, a los treinta minutos se levantó, se despidió y yo tuve que acabar mi limonada de una sola bocanada. Me acerqué, te lo juro que quería un beso en la mejilla y me miró como si fuera una cucaracha. Ese hombre es terriblemente intimidante.

—Al menos ya sabes que todo esto se acabó.

Dan bajó su cabeza con toda la nostalgia del mundo acumulada en su cuerpo. Era cierto, ya todo había terminado, porque de seguro Alexandro le encontró defecto a «ella», obviamente. Se sintió un perdedor, no pudo acercarse a él ni como hombre ni como mujer, y eso era muy frustrante. De verdad soñaba con al menos poder estar a su lado así fuera un poco y ser su amigo, pero ese era otro imposible, lo intentó y también fracasó. Estaba en esos momentos de la vida en que quería algo con toda intensidad, que de verdad se había esforzado por lograrlo, pero en donde el destino, Dios, las circunstancias o como fuera su nombre, hacían imposible el cumplir las metas. Dobargo le hablaba intentando consolar su alma, Dan le agradecía muchísimo el que estuviera ahí con él y le hubiera seguido en esa locura. Ya tenía que dejar la obsesión por Alexandro Greco.

A pesar de que para él fue un fracaso, agradeció mucho esos treinta minutos que pasó con el maestro de ballet. Por primera vez pudo escuchar su voz sin que estuviera dando órdenes, o hablando de su guía de estudio. Lo vio sonreír, vio la expresión relajada de su rostro, el vaivén de sus manos cuando quería decir una palabra y no la encontraba, su risa, muy tenue, pero tranquila. Esos treinta minutos que Alexandro pasó con esa mujer, los guardaría para siempre en su memoria.

El día pasó en contrastes. Alexandro tranquilo, con la expresión relajada, y Dan triste con el rostro tenso. Era una ironía, pues, debería ser todo al revés. De lejos, Alexandro vio a Dan y recordó a la dama, que también era coreana. Y esa sería quizás toda la atención que Dan recibiría de él.

Ya era algo tarde en la noche. Dan cuando estaba muy triste, cuando sentía que el corazón le pesaba más de lo normal y quería literalmente arrancárselo del pecho y tirarlo a la basura, pues no parecía servirle de nada, se escurría al salón de ballet donde Alexandro dictaba su clase. Cuando era más joven, él también llegó a hacerlo de manera profesional, pero el apoyo no fue el suficiente y tuvo que dedicarse a algo que le trajera comida a la mesa, que pagara las cuentas y le dejara una pensión para el futuro. El ballet, como todo en su vida, parecía haberse quedado en ilusiones.

Se cercioró que no hubiera nadie alrededor y encendió el equipo de sonido lo más bajo que pudo para no ser sorprendido. Hizo unos ejercicios de barra para calentar un poco el cuerpo y luego, a la melodía de un piano, empezó a mover su ser como solo él sabía hacerlo. Intentando contar su propia historia, esa de fracasos y desesperanzas. Luego, en cada salto, quería alcanzar el cielo, intentaba hacer atrás la realidad que pesaba como un bloque de cemento y, elevarse al infinito. Llegaba entonces esa parte de la melodía en que había furia. Esa en la que debía criticarle al destino por no ser ese que quiso ser. Luego, el regreso a la realidad.

Jamás se hubiera imaginado que fuera del salón, estaba siendo observado. Alexandro vio desde el otro lado del patio que la luz de su estudio se encendía y se molestó mucho, les había dicho a los alumnos que esa sala era exclusiva para las clases y que no debían usarla de forma extracurricular. Subía decidido a gritar y amenazar, pero cuando se asomó a la ventanilla vio claramente de quién se trataba y que lo hacía muy bien. No pudo detenerlo, quiso seguirlo con los ojos e intentar leer con sus pasos la historia que estaba contando.

Obviamente, Dan no lo veía, la ventanilla no permitía ver hacia afuera. Dio un salto y cayó algo fuerte sobre su pie, intentó seguir ignorando eso y la puerta se abrió. Se detuvo en seco, corrió hasta una pared y aterrorizado totalmente, como un cachorrito al que van a golpear, agachó la cabeza y extendió los brazos con las manos abiertas como si intentara evitar un puño en la cara.

—¡Discúlpeme, por favor, profesor Greco! ¡Le juro que nunca más usaré esta sala, por favor, discúlpeme! —Dan estaba temblando, Alexandro se acercó, lo tomó por una muñeca y le bajó el brazo.

—Veo que mi pésima fama me precede, pero no creo que le hayan dicho que golpeo a la gente.—Alexandro lo miraba y se sentía mal por ese rostro asustado—. La verdad entré porque vi que hizo un movimiento algo peligroso, que puede hacer que su pie se desgaste y tenga calambres. ¿Puedo verlo? Me refiero a su pie.

Dan se calmó un poco, Sin embargo, supo que estaba en problemas. Se sentó en el piso y Alexandro empezó a masajear su pie y hubo un punto en el que dolió un infierno. El de ojos zafiro le dijo que a eso se refería cuando le habló del posible calambre. De haber seguido, podía haber pasado una muy mala noche. Dan lo veía mientras masajeaba su talón y su planta. Solo en ese momento se dio cuenta de que estaba muy cerca de ese hombre al que creyó jamás poder dirigirle la palabra. Era una ocasión única que tal vez no se repetiría, y así como esa media hora con "ella", agradeció al cielo.

***

Fin capítulo 2

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