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Capítulo 9

Después de darle vuelta al asunto durante una hora, Dante se levantó de su silla y se fue tambaleante hasta la puerta de su oficina. Se fue del banco, sin decirle nada a su abogada, solo la ignoro cuando esta le preguntó a donde iba.

A muchos de los empleados les extraño verlo tomado a esa hora del día, pues no eran ni las doce del mediodía todavía, y él ya estaba así. Lo que pasó, fue que después de cortar la llamada con Lucía ya no pudo tranquilizarse y dio rienda suelta a la botella. Por más que sabía que no debería haber tomado y menos de esa manera, no pudo parar.

Dante estaba cegado debido a la furia, quería ver a Mariana en ese instante y decirle lo maldita y mala persona que era ella. Quería que ella dejara de hacerse la víctima, quería tenerla enfrente y sacarle la verdad a golpes si era necesario. Con todas esas ideas en mente, se acercó hasta donde su chofer lo esperaba siempre, en el garage subterráneo del banco y le dijo.

-Nos vamos ahora.

El pobre hombre que estaba tomando un café a esa hora, al ver a su jefe ahí se levantó de inmediato y lo siguió hasta donde estaba estacionado el auto. En el camino, ayudó dos veces a Dante para que no cayera al piso.

Cuando llegaron, rápidamente le abrió la puerta y lo ayudó a ingresar. Después entro él y le preguntó que adonde iban.

-Llévame para la casa en la que viví con esa mujer.

El chofer extrañado le preguntó.

-¿A la casa de la señora Mariana?

-Esa es mi casa, no la de ella. Pero sí, llévame ahí.

El chofer, viendo como estaba su jefe, solo pudo asentir y arrancó el coche hasta la casa que, hasta hace poco su jefe, había compartido con su esposa.

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Al llegar a la casa donde hasta ahora vivía Mariana, Dante salió rápidamente del coche, sin decirle nada al chofer, y se dirigió a la entrada.

Al llegar a la puerta, tocó el timbre y al poco tiempo, Rosa abrió la puerta sin mirar quién había llamado. Al ver que era Dante quien estaba ahí, se sorprendió mucho.

-¿Dónde está Mariana?

Dijo Dante, entrando a la casa, casi empujando a Rosa de la puerta, sin dejarla decir, ni siquiera los buenos días.

-La señora Mariana está ocupada arriba, en su habitación, empacando sus cosas. Pero ahora subo y le digo que usted la busca.

Dijo Rosa con voz fuerte, haciendo que Dante frunciera el ceño al escucharla.

-No te preocupes, yo iré personalmente a decirle que quiero hablar con ella. No nos interrumpas.

Dijo Dante levantando la voz para que Rosa ya no le refutara sus palabras.

Sin saber que más le podía decir para poder detenerlo, Rosa solo pudo ver a Dante subir las escaleras para encontrar a Mariana.

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Mariana estaba en su cuarto, como dijo Rosa, haciendo la maleta para poder irse en el avión que su padre le mandaría. Ya se había comunicado con él hace poco y este le había dado todos los datos, para poder abordar el avión.

Estaba tan metida en eso que cuando escuchó la puerta abrirse, no se dio la vuelta y habló pensando que era Rosa.

-Rosa, ya tengo casi todo listo para irnos. ¿Tú ya terminaste de empacar?

-¿A dónde te irás y con quien?

Al escuchar sus palabras, Mariana rápidamente se da la vuelta y al verlo se lo queda viendo muy sorprendida.

-¿Dante, qué haces aquí?

-Te hice una pregunta. ¿No piensas responderme?

Le dijo él con la voz elevada.

-Me voy a ir de la casa, como me lo pidió el abogado. Iré a casa de mis padres.

Dijo con la voz temblorosa, dando un paso para atrás.

Mariana estaba asustada de Dante, desde que la había golpeado hace unos días, ya no podía verlo como lo hacía antes. Ese amor que le tenía, se había transformado en miedo. Miedo a que la lastimara, a ella o a su bebe.

-Ja, ¿me crees tan idiota para creerme eso? Tú de seguro te irás de zorra por ahí, con tu nuevo idiota al que le sacarás dinero. Por eso no me has reclamado que no te diera nada en el divorcio, ¿verdad?

Esas palabras sorprendieron a Mariana, ella jamás se acercó a él o a alguien más por dinero. Al contrario, había dejado una gran fortuna atrás por irse con él.

-¿De qué demonios estás hablando? Yo jamás me acercaría a alguien por dinero.

El escuchar esas palabras de la boca de Mariana, hicieron que Dante rompiera la poca cordura que tenía en ese momento y dando un paso hacia delante, dijo.

-Ja, tú sí que eres una cínica de lo peor. Mira que mentirme en la cara después de tanto tiempo, eso no te lo puedo perdonar. Pero tal vez si me suplicas de rodilla, podría hacer una excepción.

Cuando tomo del pelo a Mariana y la inclinaba hacia abajo, como instándola a arrodillarse, para ella fue la gota que derramo el vaso.

Quiso sacar las manos de Dante de ella, golpeándolas con las suyas, pero no contaba que él se pondría tan enojado que, sin pensarlo un segundo, le dio una cachetada que la tiró al piso.

Mariana, asustada de que Dante lastimara al bebe, quiso huir de él de inmediato. Apenas se paró, trató de sobrepasarlo y salir de la habitación, sin embargo, Dante la agarró de los pelos tirándola hacia la cama, boca arriba. Él se aproximó un poco más a la cama.

-Si no quieres pedir disculpas por las buenas, te haré pagar las consecuencias de tus actos.

Dijo Dante mientras se sacaba el saco y se desabotonaba la camisa. Mariana, temblando del miedo, por lo que su cabeza le decía que él haría, solo alcanzó a decirle.

-Dante, por favor. No hagas esto, no hagas una locura. Te vas a arrepentir y ya no habrá vuelta atrás.

Sin darle siquiera una contestación, Dante agarró a Mariana y la tiró más hacia su cuerpo. Al tenerla justo debajo de él, rompió su blusa de un solo tirón.

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