Cabaña

Al percatarse de su acción, se llenó de horror, pues sus hijos eran lo que más amaba. Miró su mano con angustia, sentía ardor. Mientras miraba, las marcas enrojecidas en el cuerpo de su hijo. Lloró, los abrazó con fuerza, les pidió disculpas, pero no había palabra existente que borrara la crueldad de sus actos.

Adel la miró con tristeza: "No llores mamita, ya, ya, ya, todo está bien, mira, no me ha dolido", decía con sus manitas temblorosas a causa del dolor, mientras la rodeaba con sus delgados brazos.

Al día siguiente, pasó lo mismo, y así una y otra vez. Conforme pasó el tiempo, la culpa desapareció, a pesar de sus actos tan viles; su corazón no se conmovía, no importaban las marcas, ni moretones, ni las lágrimas, ni las súplicas. Ella no se detenía, pues se encontraba trastornada, vacía.

Los ojos de Sara derramaron una lágrima, mientras el pequeño seguía inmerso en sus recuerdos. Miraba las escenas ante él de frente, sin desviar la mirada, pero su mirar no era turbio, sino amable, pues después de todo, seguía amando a su mami.

Un día, como cualquier otro, la madre llegó, escuchó al bebé llorar. Se llenó de rabia, gritando y maldecía a Adel, lo llamó incontables veces, pero él no acudió. Molesta, tomó un rollo de cable, caminó amenazante, buscando cuidadosamente a su escurridiza víctima. Pero lo que descubrió la dejó sin aliento, pues abajo de la cama se encontraba él, muerto, a causa de hambre, frío y deshidratación.

Los ojos de tan despreciable mujer se llenaron de odio. "¿Cómo? ¿Cómo el pequeño bastardo se atrevía a morir?". Tenía que cuidar a su hermano, ¡maldito!, gritaba. ¡Maldito!, decía. Ahora que estaba tan cansada, tendría que salir, pues su cuerpo era algo que nadie debía encontrar.

Mientras tanto, el detective no dejaba de pensar en la expresión tan alterada de Sara: "Ella sabe algo, estoy seguro, ¿pero qué? ¿Qué es lo que la conecta con esta mujer?".

Al día siguiente, Sara se encontraba ansiosa y distante, rogando al sol para que pronto se ocultara, al tiempo para que corriera velozmente, y a la oscuridad para que cayera y así poder mezclarse en las sombras y rescatar al bebé, cuya vida peligraba con cada momento que transcurría.

Mientras tanto, una madre nerviosa se subía a una camioneta buscando escapar, pues sabía que la verdad sería descubierta una vez que se revelara el resultado de la autopsia. A su lado, un bebé de ojos hinchados por el llanto estaba afónico debido a tanto llorar, mientras que en la parte trasera, un lobo negro como la noche y con ojos de fuego los observaba con cautela.

La mujer despreciada conducía como loca mientras rugía el motor y las ruedas amenazaban con derrapar en la brutal tormenta. El cielo lloraba, el viento azotaba con fuerza el follaje de los árboles y los truenos retumbaban, iluminando el cielo con relámpagos. En su bolsa llevaba un revolver, buscando refugiarse en la calidez de la muerte.

Con la oscuridad reinando tras la caída la noche, Sara vio al imponente lobo por la ventana y le pidió que le mostrara una cabaña abandonada en medio del bosque. El lobo le permitió ver la cabaña, donde se encontraba la mujer trastornada.

"Hermosa pesadilla, tengo otra tarea para ti. Necesito que vayas por el detective y lo lleves a la cabaña", exclamó la bella joven con ojos color rubí. "Adriel, podrías llevarme a la ubicación de la cabaña siguiendo el rastro que ha dejado el lobo".

"¿Es que acaso te has vuelto loca, Sara? Tienes poder sobre los muertos pero eres vulnerable con los vivos. Si vas, correrás peligro. Mi deber es protegerte, y lo que planeas te pondrá en riesgo. Deja que el detective se haga cargo, ya has hecho bastante".

"El detective no llegará a tiempo. ¡Por favor, Adriel, te necesito! No puedo hacer esto sin ti".

Momentos después, salieron por la ventana una hermosa joven y un bello ángel de cabello tan blanco y alas de un cuervo, en medio de lo tempestuoso de la tormenta.

Mientras tanto, la pesadilla había rastreado a su nuevo encargo y lo encontró durmiendo plácidamente el detective. Después se convirtió en polvo tan fino y oscuro y se fundió en sus sueños.

El detective, quien había estado soñando con flores y mariposas, de repente empezó a tener visiones siniestras. Donde una mujer escapaba con un bebé en un coche, donde un lobo con ojos de fuego observaba, donde una joven volaba en brazos de un ser oscuro y donde se realizaba un plan macabro para entregar dos almas a las garras de la muerte en una cabaña.

-¡Despierta!- gritaba Sara. -¡Despierta!- gritaba Adriel. -¡Despierta!- gritaba Adel, encadenado a la laguna. -¡Despierta!- rugía el lobo. -¡Por Dios! ¿Qué sueño tan pesado tiene este hombre? -se quejó el lobo mientras abría sus enormes fauces y atravesaba su garganta.

El detective se despertó sobresaltado y tocó instintivamente su garganta para después respirar aliviado. Al levantar su mirada, se percató de que era observado por una imponente bestia. El miedo recorrió cada parte de su ser y tomó su arma para apuntar certeramente a la cabeza del lobo y hacer resonar dos disparos.

Para su sorpresa, las balas atravesaron a la bestia sin hacerle ningún daño, puesto que no se puede matar a algo que no tiene vida. El lobo sereno se acercó lentamente para después poner cerca de él las llaves del auto y esperar pacientemente en la entrada de la habitación.

Sara, por fin, después de recorrer cientos de kilómetros por las alturas, había conseguido llegar a tiempo a la cabaña, pero lamentablemente Adriel había consumido gran parte de su energía, por lo que perdió su forma humana y quedó en la forma de un peculiar gatito.

-¡Sara, detente! Espera al detective. ¡De esta forma no puedo protegerte! Sara, ¡por favor, no vayas! -gritó desesperado Adriel mientras observaba cómo su protegida corría desesperada en el bosque congestionado.

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