"Dicen que cuando nació una tormenta poderosa llego después, haciendo rugir estrepitosamente los cielos, azotando rayos tan fuertes que hacian retumbar la tierra, los refucilos iluminaban todo a su paso cegándote constantemente, como si la ira de dios pronto fuera desatada, quizás era la señal de que el mal estaba rondando a los inocentes y algo muy malo ocurriría"
Nicholas Gardner caminaba por los pasillos de la clínica Iowa Center, el lugar estaba repleto, había sido un día agitado, el personal corría por los pasillos, se oía el nombre de doctoras siendo llamadas por los altavoces, una camilla paso por su lado con una mujer en trabajo de parto, le ayudo a las enfermeras a ingresarla en el ascensor y le deseo mucha suerte a la futura mama.
Nicholas regresaba del quirófano, tenía ganas de encenderse un cigarro y relajarse charlando tonterías con el personal como lo sabían hacer luego de terminar su turno, había sido una larga operación, hoy le había tocado apendicitis, mujer de cuarenta años de edad, con problemas de obesidad, y enfermedades de base, no era tan compleja la cirugía, ya había realizado muchas de estas a lo largo de su vida.
Ingreso a su consultorio, revisaba sus cosas en su maletín, buscaba unas historias clínicas de un paciente al cual se le debía trasplantar un riñón, cuando su secretaria golpeo e ingreso dentro captando su atención.
—Doctor, disculpe, su esposa Helena le ha estado llamando seguido al consultorio—Comento Milagros.
Milagros era una joven de veinticinco años de cabello oscuro ondulado, sus ojos eran marrones, delgada y de estatura de modelo, traía el cabello recogido en una coleta, vestía una blusa oscura y pantalones de Jeans, zapatos negros, siempre de buen ánimo y sonriente.
—¿Qué? —Nicholas frunció el ceño.
Milagros ingreso dentro, dejo una carpeta sobre la mesa y se giró observándolo con algo de preocupación—Le pregunte si la podía ayudar en algo pero no me quiso contar lo que le sucedía.
—Está bien, no te preocupes, yo le llamo, puedes retirarte.
—Cualquier cosa que necesite me avisa.
Nicholas asintió.
Una vez que Milagros se retiró, el tomo el teléfono y marco con prisa los números y al tercer repique Helena atendió.
—¡Helena! —Hablo con desespero.
—¡Nicholas! ¡Me duele! —Chillo—Me duele mucho...—La oyó quejarse y sollozar.
—Amor ¡¿Qué sientes?! ¿Estas teniendo contracciones? Revisa si no estás sangrando ¿Dónde estás?
—Creo que va a nacer... creo que llego la hora, ven rápido por favor, estoy en mi cuarto—La oyó respirar agitada al teléfono.
—No le habrás la puerta a nadie, voy en camino, aguanta amor.
—Bien, te esperamos—Corto la llamada.
Nicholas tomo las llaves de su coche, su portafolio y salió rápidamente del consultorio.
—Cancela todos mis turnos Milagros, reprográmalos para la semana, o la que entra.
—¿Qué paso doctor? ¿Todo bien? —Inquirió Milagros poniéndose de pie enseguida.
—Si, un familiar de Helena se puso mal, por eso me llamaba, tendremos que viajar unos días a Phoenix, al parecer el cáncer está en la etapa terminal en su tía, ya es una persona muy mayor, tiene ochenta años, quiere darle el ultimo adiós la pobre, una situación lamentable—Mintió descaradamente.
—Ay dios, lo siento tanto, mucha fuerza para su esposa, deberá ser fuerte.
—Gracias Milagros, reprograma los turnos—Le repitió.
—Si doctor, enseguida me comunico con cada uno—Tomo su agenda y comenzó a marcar a los pacientes.
Nicholas siguió caminando a paso rápido y se dirigió al estacionamiento, se encendió un cigarro, ingreso las llaves en la puerta del coche y cuando observo su reflejo en la ventanilla, observo detrás suyo un sujeto.
—Te dije que no escaparías de nosotros—Inquirió un rubio de ojos azules de unos treinta años—Camino rodeándolo—Te dije que te encontraría tarde o temprano, trabajaras con nosotros por las buenas o por las malas, no me hagas perder la paciencia medicucho, estoy siendo blando contigo porque dicen que eres uno de los mejores cirujanos del país y además uno de nosotros.
—No me prestare para ser cómplice de sus actos inhumanos.
—Mmm ya veo—Sonrió—Entonces, tu familia lo pagara caro, puedes correr pero no puedes esconderte de Kamus, tenemos ojos en todas partes.
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Comments
Martha Padilla
Todos los que forman la organización de Kamus son unos desgraciados 😡😡😡
2023-08-09
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