Capítulo 19

Nadea espera encontrar pronto un camino, es que está completamente perdida. No sabe si ir a la izquierda o la derecha. No hay camino que seguir, sólo hay árboles y más árboles, y unos cuantos animales que da miedo. Que complicado es cuando no eres de aquí. A veces es bueno cargar una brújula, pero como Nadea no es pirata, entonces no trae una.

Espero no volver a encontrar de nuevo un bosque tenebroso como ese, aún no puedo olvidar el abrazo de Carlos. No estoy segura si eran él o solamente un esqueleto. Me pregunto si todo habrá sido una ilusión o un tipo de magia extraña. No tengo idea. Hay muchas cosas que desconozco, hay cosas que descubrí y hay cosas que desearía no haber descubierto. Ese lobo...

Nadea siente que va a llorar, es que ya se había encariñado. Sabe que al principio no se llevaban bien, pero llegó un momento que ese lobo la entendía, fue su guía, era un lobo bueno. Lástima que murió y luego fue tragado... Ay, madre mía. Da ganas de llorar. Es que cuando te encariñas con algo, no lo puedes olvidar, y más aún de la amistad que negabas crear. Forma parte de tu vida, se mete cuando menos lo esperas. Si no está, sientes que morirás.

– ¿Eh?

Nadea se detuvo. Dejó de caminar. Vio algo, vio algo que robó su atención. Esto es exagerado. Creo que ya está alucinando la pobre. Puede que de tanto caminar, de tanto quemarse en el Sol y al no ver ni un río cercas, puede que por eso esté alucinando cosas que no son. Se quedó mirando, pero no se borra de su vista. Aún está ahí, parece real.

Oh, creo que estoy enferma. Estoy viendo una casa en medio de este bosque, en este bosque que parece jungla. Ni siquiera hay un camino donde se vea que alguien ha entrado y salido hacia una dirección. Parece una casa abandonada... ¿En buenas condiciones? ¿Con un jardín? ¡¿Dónde carajos consiguió verduras de ese tamaño?! Ni siquiera yo tengo jitomates tan enormes. Esto es una locura. Debo estar soñando.

Corrió y luego cayó.

–Auch. No es un sueño. Eso creo...

Se levantó. Caminó hacia la puerta. No la puerta de la mera casa, más bien la puerta de la entrada por el jardín. Se quedó observando alrededor de la cerca.

–La casa parece real...

Bueno, al menos no se parece al bosque donde estuve... Parece que alguien habita en esta casa. Me pregunto si estará en este momento.

–Mmm...

Se quedó pensando. Luego respiró hondo y comenzó a gritar como loca esperando que alguien salga. No lo hizo de la manera egoísta, más bien gritó de la manera molesta y amable que todos gritan cuando visitan a alguien. Era algo como esto...

–Buenas tardes. Buenas tardes. ¡Buenas tardes! ¡Bueeeenaaaaas taaaaardeeeeees señoraaaaa! ¡Señora! ¡Señora!

Puede que lo griten de otra manera, pero al último lo cortés cuenta. Ya que una persona cortes, avisa siempre antes de entrar. No se manda como si fiera dueño de todo, respeta el territorio ajeno como algo que no debe domar.

–Creo que no hay nadie, sólo me queda esperar aquí a fuera.

Suspiró tristemente. Esperaba encontrar alguien para al menos preguntarle a qué dirección tomar. Lástima que no hay nadie. Decide mejor sentarse a un lado de la puerta. Luego se sintió extraña. Era una sensación desagradable. Sentía como que si todo diera vueltas, como si todo su alrededor aplastara su cuerpo, obligándola a caer al suelo perdiendo todas sus fuerzas. Nadea terminó desmayada. Se abrió la puerta. Sonrió.

Despertó.

No lo entiendo... ¿Esto es agua?

Nadea no tiene palabras a esto. No encuentra explicación. ¿Está dentro de una olla como un pollo en caldo? Creo que hasta lumbre tiene abajo. Se siente como un baño de aguas termales, un baño de agua caliente. Es tan relajante, da ganas de dormirse ahí.

–Veo que despertaste.

Nadea levantó su mirada. Se sorprendió. Era una mujer obesa, una mujer gorda, se notaba demasiado su gordura. No podía quitar su mirada en ella y más aún por el misterioso color de pelo. Todos sus cabellos estaban bien recogidos por medio de una trenza que formaba una concha de caracol. Todos sus cabellos eran morados, combinando al color interesante de sus labios.

–Ah sí. ¿Cómo llegué aquí?

Nadea está confundida, pero bien confundida. Recuerda claramente que la última vez estaba cercas de la puerta de la cerca del jardín, pero nunca dentro de una olla. ¿Cómo llegó aquí? ¿Por qué la mujer gorda la mira extraño? Da miedo preguntar.

–Vi que estabas bastante cansado y pensé que un baño te haría sentir mejor.

Contestó alegremente la mujer gorda, mientras pica verduras de gran tamaño. Está feliz de hacer pronto un gran estofado.

¿Por qué todos piensan que soy hombre? ¿Acaso tengo cara de hombre?

Nadea se imagina tener el rostro de una linda mujer, mientras la mujer gorda ve a un hombre todo arruinado. No sabe lo que le espera.

– ¿Estas picando verduras?

Nadea sospecha que esto no es un baño, para lo cansado. Nunca ha escuchado que un baño se le eche verduras. Esto es exagerado, ¿por qué verduras? ¿Por qué no jabón?

–Son sales para curar el cuerpo cansado, ayuda a suavizar esa piel tan reseca que tienes.

Agregó más dentro de la olla.

¡Está claro que no son sales! ¡Son verduras!

–Ah, entiendo...

Nadea tiene que salir de aquí. Esta mujer está loca. ¿Cómo puede confundir sales con verduras? Esto es ilógico. No es caldo de pollo, ni baño María, esto sólo debería ser una simple baño de agua tibia.

¡¿Qué?! ¡No puedo levantarme! ¡La olla no me suelta! ¡Estoy pegada! ¡¿Cómo rayos me pegué a esto?! Intento levantarme, pero no puedo. Siento como si algo hubiera agarrado mi cuerpo.

– ¡¿Qué esto?!

Intenta todo lo que quieras, pero de mi hechizo no te voy a soltar. Hoy serás mi cena y pronto lo verás. Verduras he de picar, a un hombre he de sazonar. Zanahorias y cebollas hay que saborear. Joven caballero hay que devorar.

–Creo que me atasqué. ¿Me ayudas?

– ¿Por qué me pides ayuda, si vas a ser la cena?

La mujer gorda sonrió mientras saborea la cuchara, espera pronto comérselo. Quiere probar el delicioso sabor de ese muchachito en su plato. Se pregunta qué sabrá mejor: ¿Sus manos? ¿Sus pies? ¿Sus brazos? ¿O su interesante color de ojos?

Nunca había visto unos ojos tan bellos como esos. Es como si viera un hermoso manantial dentro de una cueva oscura, como si esos ojos representaran un dolor olvidado en lo más profundo de un pozo. Son tan hermosos, tal vez sea mejor quitárselos para luego usarlos en ella. No haría mal cambiar estos feos ojos guindas, por esos ojos verdes azulados. Está ansiosa por quitarle los ojos de una vez.

– ¿La cena?

Nadea quedó privada. No tiene palabras a esto. ¡Esto es una calumnia!

– ¡¿Qué te pasa?! ¿Apenas te conozco y ya me hablas así? ¿Qué hice para que me hables de esa manera? Sólo te pedí que me ayudaras a salir de aquí.

¿Qué le pasa a este sujeto? ¿Por qué me habla de esa manera? ¿Acaso no entiende que él es la cena?

– ¿Por qué lo haría, si tú vas a ser la cena?

–Necesito salir de aquí, para al menos hacer la cena. No puedo siempre bañarme dentro de una olla.

Respondió Nadea un poco enojada. No entiende por qué esa mujer le habla con ese tono enojado. Si quería pedirle que hiciera la cena, no tenía que ser grosera con ella. Nada más tenía que pedírselo, no le costaba ser amable.

– ¿Dije baño? Vaya, que despistada. Quise decir cena. Vas a ser la cena.

Miró a Nadea de una manera desesperada. No puede creer que le esté dando vueltas al asunto. Desea comérselo, en vez de estar discutiendo con su propia comida. Es raro discutir con tu propia comida. Ella siempre se los come sin tanto hablar, pero esta persona no tiene cierre para cerrar esa boca que tiene. ¿De dónde le salen tantas palabras?

– ¿Otra vez con lo mismo? Es lo que estamos hablando, pero sí estoy aquí no podré hacer la cena. No puedo cocinar nada, si estoy aquí.

Nadea sigue sin entender. Dijo "a ser" no "hacer". La primera señala a la persona y la segunda sólo habla de la acción de preparar, crear, realizar. Suenan parecido cuando lo lees muy rápido pero si se lee lento, se nota la diferencia.

– ¿Sabes cocinar? ¿Desde cuándo los hombres cocinan?

Esto sorprendió a la mujer, nunca había escuchado que los simples humanos sabían compartir sus tareas dejando a un lado su cultura. Son unos tontos, siempre terminan quemando todo, por eso reparten las tareas según sus capacidades limitadas como mortales. Es la primera vez que escucha que un hombre cocina. Creo que va a llover rosas blancas sin espinas. Es un milagro ver a un hombre que cocine, ahora falta una mujer que trabaje como asno.

–No soy hombre.

Miró con disgusto confirmando esta confusión. Ella nunca dijo que era un hombre, ni siquiera le ha dicho su nombre. Esto es una calumnia, es un caos. Saca conclusiones sin antes preguntar. No hace mal preguntar, para saber más.

–Eso dicen todos y al último saben igual.

La mujer sigue viendo a Nadea como un hombre, más nunca una mujer. Es que no tiene nada, su pecho parece tabla y su voz es dudosa. Parece un adolescente. Tal vez los cabellos la hagan ver como una mujer, pero en este tiempo todos los hombres nobles se dejan crecer el cabello.

Algunos lo tienen corto, en eso no te miento. Aun así el cabello largo está de moda. Podría decir que incluso esas pelucas blancas de pelo rizado que usan muchos aristócratas, reyes, juzgados hasta las mismas reinas, lo hacen para verse más inteligentes, sabios y superiores.

Si Nadea usará un vestido de doncella, no habría duda de que sea mujer. Tal vez la perdonaría, ya que el camino es duro para una dama. Honestamente no, no lo haría. Si fuera mujer, iría de chismosa al pueblo, y traería de paso a toda la gentuza. Esto traería graves problemas. No debe perdonar a ni un humano. Si deja uno vivo, graves problemas tendrá que enfrentar.

–Por cierto, saben deliciosas tus verduras, tienen un tamaño interesante.

Nunca había disfrutado estas verduras tan deliciosas, son muy diferentes a las que ella cosechaba en su tierra. Tienen sabor similar, pero el tamaño es lo que impresiona. Son enormes. Estas verduras están en un nivel que nunca había visto. No sabe el cómo lo hizo, pero lo hizo. Ella nunca hizo crecer sus verduras a este tamaño tan exagerado. Ni siquiera su madre descubrió alguna forma de llegar a un tamaño como esto. ¿Cuál será su secreto? Tiene que saberlo, tiene que saber su secreto.

– ¡Oye, no te las comas! ¡Son para dar sabor!

La mujer regañó a Nadea. Las verduras deben ir en el agua, más nunca se las debe comer. Así no tendrá el sabor que debe tener.

– ¿Cómo las cosechas? Yo nunca he podido lograr este tamaño tan interesante.

Miró toda curiosa el trozo de esta papa. Hace unos minutos era una papa gigante y ahora solamente es un trozo pequeño. Es tan increíble tener algo así en sus manos. Es todo oídos, tiene que escucharla, tiene que aprender de su maestra sobre la sabiduría de las hortalizas.

¿Qué le pasa? ¿Por qué me mira así? Es como si se le hubiera aparecido un Legna enfrente de sus ojos como un milagro. En mi caso sería una tragedia, si algo así pasara.

–Por favor señorita Purpura, dígame cómo usted cosecha estás verduras.

¡¿Señorita Purpura?! Bueno, no es tan malo que me diga señorita. Me hace sentir más joven de lo que soy, pero me molesta que me haya dicho Púrpura. Sé que mi pelo es morado, pero no me gusta que me pongan apodos. No soy un perro, para que me pongan nombres al azahar. Aunque me sigue gustando el termino señorita... Suspiró.

–Verás, utilizó lo que mi cuerpo ya no utiliza...

Comenzó a contarlo toda seria. Total, no hace mal contar su secreto, todos modos se lo comerá. Es inútil escapar. No hace mal compartir un poco de su sabiduría antes de morir.

– ¿El sudor?

Nadea la interrumpió toda curiosa.

–No, claro que no. Tardaría una década, para recolectar todo mi sudor.

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