Capítulo 13

– ¿Dónde estoy?

Nadea despertó en un lugar diferente, diferente a lo que ella recuerda. Está segura que este no es el mismo lugar que ella recuerda. Está completamente segura de eso, estos árboles no estaba ahí. Miró a su alrededor dándose cuenta que sí está en otro lugar, este lugar para nada lo conoce, no sabe dónde está, está completamente pérdida.

La apuesta del sol llegó a besar las montañas, dándose cuenta que ya era muy tarde. Ella nunca sintió avanzar el tiempo, tan sólo sintió que sólo había pasado unos cuántos minutos, cuando realmente fueron horas. Luego se dio cuenta de algo más. Esto la asustó.

– ¡¿Y cómo es que estoy viva?!

Se alteró al recordar el cómo la punzante espada atravesó su estómago sin piedad. Está segura que esa espada debió matarla, debió arrebatarle la vida sin lástima. Nadie sobrevive de un espadazo como ese. Está temblando de miedo, es como si ella estuviera viva, pero al mismo estuviera desvaneciéndose en un profundo sueño, un profundo sueño que la hace confundir la realidad. No encuentra respuesta el por qué viva, siente que esto no es la realidad. Siente que su corazón se va abrir, va abrirse sin control, se abrirá dejando salir aquello que nunca debe salir.

–Despertaste...

Sintió una mano sobre su hombro. Rápidamente volteó a mirar. Era él, era el hombre misterioso de negro. Se pregunta el cómo puede actuar como sin nada, cuando sufrió terribles heridas. No encuentra lógica de todo esto, este hombre da miedo.

Creo que me estoy volviendo loca.

–Estoy feliz que hayas despertado.

El actúa como si la conociera, cuando ella no sabe quién es. Nadea lo mira con desconfianza, como una loca. Siente que hay algo extraño en este hombre, siente que no debe confiar fácilmente.

–Come. Te hará sentir mejor.

Le ofreció algo de comida. Se le olvidó la desconfianza, el hambre es primero. Él se sentó a un lado de ella, ni siquiera se dio cuenta.

–Vaya, está delicioso.

Estaba distraída en lo que comía. Está muy feliz disfrutando la comida. Luego que terminó, el hombre misterioso acarició sus cabellos, los acarició igual que un perro, era raro para ella, no es un perro. Está segura que ella no lo es.

– ¿Cuál es tu nombre?

Preguntó al no saber nada de él, tiene curiosidad saber quién es este hombre que la acaba de salvar. Hay tantas cosas que desea preguntar, le da miedo saber, pero aun así quiere saber.

– ¿Quieres saber mi nombre?

–Sí, me gustaría saber tu nombre.

–Es Bernardo.

–Es lindo tu nombre. Mi nombre es Nadea... Espera un momento, ¿cómo sabias de mi nombre?

Nadea se acaba de dar cuenta de algo, algo que no había pensado, este sujeto gritó su nombre, lo gritó a los cuatros vientos, lo hizo cuando ese ladrón preparó su iluminante espada. ¿Cómo es que la conoce?

–No lo sabía.

Niega aceptarlo. Nadea está segura que este tipo gritó su nombre. La pregunta aquí es: "¿cómo sabía mi nombre?" Se pregunta ella misma, al desconfiar en este hombre. Está segura haber escuchado gritar su nombre a la boca de este tipo, este tipo que está más cubierto que la momia de Guanajuato.

–Yo escuché que gritaste mi nombre.

– ¿Lo hice?

–Estoy segura que sí lo hiciste.

–No recuerdo. Probablemente escuchaste mal.

Sigue con lo mismo. Niega haber dicho el nombre de ella. Ella no acepta su respuesta, está segura que ella tiene la razón.

–No estoy sord...

La interrumpió. No la dejó terminar de hablar.

–Ahora que recuerdo, gritaste tu nombre a ese sujeto, es por eso que sé tu nombre.

Algo está mal. Ahora me sale que fue porque le dije mi nombre a este sujeto. ¡No recuerdo...! Aaaaah...

Después de unos segundos se acordó, se acordó que en serió gritó su nombre a todo mundo. Se siente terrible... Aunque no entiende el por qué desde un principio negó haber dicho su nombre. Esto la deja pensativa. Algo esconde este hombre. Decide irse.

– ¿Piensas irte?

–Si. Gracias por salvarme. Espero que esto pueda pagar tu ayuda.

Le regaló algunas monedas de plata que ella traía, se las regaló como agradecimiento de su ayuda, se lo entregó en las manos.

–Deberías mejor irte mañana, de noche hay lobos feroces.

– ¡¿Lobos feroces?!

Nadea comenzó a temblar de miedo. Ella no se lleva bien con estos animales salvajes, les teme demasiado. Son animales feroces, bestias tenebrosas, animales de la noche, oradores de la luna. La última vez uno le mordió un pie a ella. Contrabajos se curó. No podía caminar bien, caminaba toda coja. No entiende por qué todos la persiguen con sólo verla, no les ha hecho nada y aun así la persiguen.

–Sí, hay lobos feroces, lobos que comen humanos. Lobos atacan a todos los caminantes que vagan por la noche, principalmente a las jóvenes como tú.

–No... No te creo.

Está temblando, aunque siente que este hombre está exagerando. Los lobos que ella recuerda, no eran tan así a lo que él cuenta. Este hombre la está tomando el pelo, la está engañando, está segura de eso.

–Entonces ve.

–Sí, ya me voy.

Nadea contestó dudando.

– ¡Un lobo!

– ¡Aaaaaah! ¡¿Dónde?!

Lo hizo a propósito, solamente lo hizo para que se espantará, la espantó a propósito, no hay lobo. Esto la enojó y al mismo tiempo la hizo tomar una decisión. Llegó la noche, él se levantó, lo hizo a escondidas. Se retiró todo lo que cubría su rostro, se lo descubrió en lo oscurito, cuando se suponía que Nadea estaba dormida. Ella no podía ver nada, no había luz, ella se quedó despierta para poder ver. ¿Pero que iba a ver? Todo está oscuro, no ve nada.

Quería por lo menos ver su rostro, y aun así no veía nada. Se acercó a ella, sintió su mano acariciar su rostro. Nadea se asustó. Está entre gritar o no gritar. Esto le cayó raro, siente su cara muy cercas a ella, luego sintió su mano acariciar su rostro de una manera que la hizo incomodar, era como si deseara robarle el beso, cada sentía su respiración más cercas a su boca. Ya no puede más. Esto ya es demasiado para ella. No puede con esto. Su voz salió por el miedo que la hace pasar este hombre.

–Lo siento, voy a dormir a otro lado.

–Quédate.

Nadea tomó su mano, no lo dejó ir.

– ¿Estás segura?

–Si. Yo mejor me voy a dormir a otro lado.

Nadea se levantó toda nerviosa, piensa alejarse lo más lejos posible de él sin que se dé cuenta. Este hombre le da miedo. Se detuvo, se acordó de algo.

–Por cierto, gracias por salvarme la vida.

Decide irse.

–No hay de qué.

Se detuvo. Volteó a mirarlo.

–Sólo por curiosidad... Sé que te molestará por lo que te voy a preguntar, pero me gustaría saber que le pasó al hombre malvado.

– ¿Santos?

– ¿Entonces se llama Santos?

–Si.

Ya lo entendió. Nunca pensó que ese era su nombre. Que nombre tan extraño, siendo un hombre tan malo.

– ¿Por qué te interesa saber de ese sujeto que intentó matarte?

–Sólo por curiosidad.

Está preocupada que ese hombre vuelva de nuevo, que intente matarla. O peor aún, que esté muerto y que en este momento corra peligro el estar cercas de Bernardo. No está segura, pero Bernardo da miedo tenerlo cercas, a pesar que no se ha comportado tan malo.

–Él no está muerto, escapó antes de matarlo.

Contestó todo molesto. Se nota que en serio quería matarlo. Nadea suspiró de tranquilidad.

–Que bueno que está vivo...

Esto sorprendió a Bernardo y al mismo tiempo lo molestó.

– ¿Por qué estás feliz que esté vivo? Ese sujeto debería estar muerto por estar robando y matando. Es alguien malvado que merece la muerte.

Se quejó con Nadea por haber dicho esas palabras tan tontas. Le molesta que Nadea lo diga como si ese hombre no mereciera la muerte, cuando si la merece. Alguien como él, no debería vivir. Solamente es escoria de la sociedad que nunca debió existir.

–Ah... No importa, sólo estoy feliz que no está muerto.

Sonrió de felicidad, ya no se siente en peligro el estar cercas de Bernardo, pero aún le incómoda estar cercas de él. No sabe por qué, pero él actúa extraño.

–Nadea.

–Si.

–No dejes que cualquier persona intente hacerte daño. No siempre habrá alguien que pueda protegerte, tienes que ser más despierta con esa clase de personas.

Las sabias palabras hicieron doler el pecho de ella, se da cuenta que le dijo tonta de una manera menos grosera. Sabe que no la insultó, pero duele que sea la verdad.

–Tienes razón.

Lo abrazó de repente. Esto nunca lo espero venir, lo tomó de sorpresa. Ella comenzó a llorar sobre su pecho.

–Gracias por haberme salvado... ¿Eh?

Escucho tus latidos tan ligeros como nubes, tu piel es fría, es fría, es fría...

Esto ya lo había sentido con alguien, esta sensación ya la había experimentado en alguna parte de su vida, está en la punta de su lengua. ¿Pero dónde? ¿Dónde experimentó una sensación así?

– ¡Es fría! ¡¿Arol?! ¡¿Eres tú?!

Se alejó de él.

–No soy Arol.

Negó aceptarlo. Está nervioso.

–Sé que eres tú.

–Claro que no.

Se nota que tiene nervios.

–Claro que sí, lo eres. Eres el único vampiro que conozco, tu piel es fría, curas heridas, sabes mi nombre y no puedes andar en el sol. Eres tú.

–No lo soy.

–Si lo eres.

–No lo soy.

– ¡Entonces voy a hacer una fogata para ver tu cara!

Tomó su mano y la jaló a sus brazos.

–Me descubriste.

Sus ojos comenzaron a brillar, al color rojizo de la luna. Está sonriendo.

– ¿Por qué viniste?

Nadea está confundida. Es raro que Arol esté aquí.

–Te extrañé. Me gustó el regalo que me dejaste, es bastante lindo.

– ¿Lo traes puesto?

–Sí, es muy linda la piedra que colocaste al collar que me diste.

–Esa piedra la encontré mientras cazaba, la encontré cercas de un río y pensé que se vería bien en ti.

Se siente apenada por haberle dado una piedra. Debió haberle dado ese rubí que trae escondido. Que tonta, nunca pensó en eso cuando le hizo ese collar.

–Me gustó mucho.

El tono de su voz es bastante alegre y satisfactoria, se nota que le encantó el regalo que le ofreció Nadea a él. La abrazó más fuerte arrebatando todo su calor, siente sus respiraciones sobre su cuello, siente muchas cosquillas. Es extraño que Arol se comporte de esta manera. Se comporta como un niño dulce y cariñoso. Nadea se siente extraña el que su amigo la abrace de esta manera, siente que algo no está bien. No se resiste, deja que la siga abrazando de esa manera.

La soltó. Se sentó, luego Nadea se sentó a un lado de él, esta vez ella se acercó a su pecho, dejó que la abrazara con sus brazos, no le molesta si es él, es muy cómodo su cuerpo. Parece un pollito acurrucándose con su mamá. Su abrazó es frío, bastante frío pero aun así le agrada mucho estar con él.

Debajo de este gran árbol, siente sensaciones inexplicables, sensaciones que la hacen pensar en cosas obscenas, deseos lujuriosos. No está segura de lo que pasa, es muy cómodo estar con él. Ni siquiera le molesta que Arol haya rozado su cuello con sus labios. Lo tomó como un juego de niños, una sensación divertida.

–Estoy feliz que sigas a mi lado.

Acarició su cintura de una manera extraña, mientras sus labios cosquillean sus hombros de una manera extraña. Nadea no le pone tanta atención a eso. Solamente es simple cariño. Le encanta que la acaricie de esa manera.

– ¿Por qué?

Intenta mirar el rostro de Arol, intenta mirar su rostro acariciando su barbilla con una sonrisa.

–Me gustas.

– ¿Eh?

Ya te imaginas la cara que puso Nadea, está privada, su rostro quedó en shock. Tal vez escuchó mal. Tal vez no escuchó bien, no sabe qué hacer. No sabe si preguntar o sólo fingir que no escuchó nada.

–Me gustas.

Volvió a decirlo sin tener que preguntar. Arol pensó que Nadea no lo había escuchado y por eso volvió a repetirle su confesión de amor. Está nervioso. Quiere que lo acepte. Le encantaría que Nadea acepte ser su novia.

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