Mala suerte.

Conduzco velozmente intentado mantener mi mente ocupada en la carretera, esta por su parte solo habla lo necesario, ahora que lo pienso nunca me ha importado saber como se siente acerca de mi, se perfectamente que a veces puedo ser un hijo de puta que no le importa dañar a otros, ¿entonces porque ella ha permanecido a mi lado?, cuando me dispongo a preguntarle noto que se ha quedado profundamente dormida, inconscientemente tomo mi abrigo y se lo coloco.

A los pocos minutos de estar en carretera llego a su destino, sin perder tiempo empiezo a llamar su nombre.

- Natalia hemos llegado.- esta empieza a moverse, clara señal que se encuentra por despertar.

Cuando intento extender mi brazo para tocarla esta voltea su rostro y abre lentamente sus ojos, es como si me hubiesen hechizado ya que no soy capaz de apartar la mirada por un par de segundos; obligándome a actuar miro para el frente y le repito de nuevo mis últimas palabras.

- Hemos llegado.- le informo.

Esta rápidamente se recompone y empieza a bajarse no si antes querer de devolverme el abrigo.

- No hace falta, me lo puedes dar mañana.- hablo cortantemente.

- Gracias, señor por traerme.- me agradece repetidas veces.

Sin responder enciendo mi auto y salgo a prisas.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

☆☆☆ Natalia ☆☆☆

Definitivamente, la mala suerte me persigue, como el dueño del apartamento va a salir con que ya tiene un nuevo comprador, Lizbeth y yo nos hemos esmerado por más de un año en pagar las cuotas del apartamento, nunca le hemos sido impuntual o escandalosas, pero lo que más me enoja es que quiere deshacerse de nosotras y nos dio un plazo límite de una semana, si piensa que se librará de mí está muy equivocado, por más que lo maldiga o lance mis cosas esta ira no se va, con que cara le diré a Liz esto, ella era la más emocionada y ansiaba en decirle a un lugar su hogar.

Porque mi vida debe ser tan complicada, primero está mi jefe que quiere encontrar el paradero de la mujer que lo golpeo y para mi suerte soy yo, hoy no tuve el coraje de verlo a los ojos, tengo temor que me atrape; en segundo lugar está lo de nuestra vivienda, que más tengo que soportar, aguantando mis lágrimas tomo mis cosas y me dirijo hacia la salida intentando parar un taxi, pero como todo en mi vida soy ignorada.

Resignándome que será una noche larga lo intento un poco más, pero de la nada empieza a llover, exhausta grito en contra de Dios, he intentado ser optimista y conforme, pero las fuerzas se me debilitan.

De la nada siento como un auto se estaciona cerca de mí y de un solo vistazo sé que se trata de mi jefe, sin expectativas empiezo a caminar, no creo que un ser sin corazón como él quiera auxiliar a su empleada, más de una vez ha pasado por mi lado y no ha tenido la gentileza de ayudarme. Sin embargo, esta vez soy callada por sus acciones, aún me cuesta creer que quiera que suba a su coche, rápidamente lo rechazo, pero después de escuchar sus argumentos no tengo otra que aceptar.

A estas horas nadie pasará y mucho menos con este clima, mordiendo mi orgullo me subo al auto y le indico la dirección, es tanto mi cansancio que me quedo dormida, unos murmullos me levanta para encontrarme que se trata de mi jefe, rápidamente me acomodo e intento bajarme, pero al notar que tengo su saco me dispongo a devolvérselo, pero esto no lo permite, solo alcanzo a darle las gracias debido a que arranca sin importarle nada.

Molesta me encamino hacia mi hogar, ser patán lo lleva en su sangre, menos mal que Liz no se encuentra hoy en casa, no me quiero imaginar como reaccionaría al verme en tal estado, agradezco que su turno en el asilo se haya extendido.

Rápidamente, me quito todo y entro al baño a tomar una ducha con agua caliente, lo último que quiero es enfermarme, al salir lo primero que encuentro es el saco del idiota de pablo, apresuradamente me visto y lo envío a la lavandería, no cuento con una buena situación financiera para pagar un traje que vale más que me sueldo.

Cansada me encamino hacia mi cama, lo único que ansío ahora es dormir, una llamada me despierta y al ver el registro sé que se trata de mi jefe, instantáneamente dirijo mi vista hacia el reloj para comprobar que son las tres de la mañana, molesta contesto.

- ¿En qué puedo ayudarle, señor?.- intento ser lo mejor cortés posible.

Tengo unas ganas de estrangularlo, acaso no puede dejarme descansar en paz.

- ¿Conoce usted al señor Pablo Montenegro?.- me habla una voz desconocida.

- Si, ¿con quién estoy hablando y porque tiene su celular?.- respondo preocupada.

Ahora en que líos se ha metido.

- El señor Pablo se encuentra pasado de tragos en el bar Manhattan, necesitamos que alguien lo venga a buscar, ¿usted puede, señorita?.- me informa.

Como me arrepiento de haber contestado lo hubiese dejado morir de borracho.

- ¿Me podría dar la dirección?, estaré allí en un par de minutos.- le digo mientras me empiezo a alistar.

Este amablemente me ofrece todos datos, así que rápidamente pido un drive y me dirijo hacia allá, al entrar al bar observo como este se encuentra dormido en un sofá, malgeniada saco su cartera y pago su cuenta, si piensa que pagaré sus vicios con mi dinero está equivocado, al haber solucionado el problema me disculpo con los miembros del lugar por segunda vez, sin perder más tiempo le ordeno al conductor llevarnos a su casa, al llegar tengo que ingresar un código de desbloqueo para poder entrar a su majestuoso Penthouse.

Sin demora se lo pregunto, al lo cual responde confundido hasta atinar con el correcto, sin delicadeza lo tiro sobre la cama, cuando me dispongo a marcharme este me toma del brazo y me jala, lo que provoca que caiga sobre él, con cuidado intento levantarme, pero este lo impide, molesta lo empujó y consigo librarme, si las cosas siguen así realmente renunciaré, no soy su niñera para estar cuidándolo las 24 horas, yo también tengo mi vida.

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