Capitulo 4: Angélica*

Luego de aquella plática con su padre el Duque y ella después de terminar el desayuno Angélica decidió ir a explorar la casa sabía perfectamente cómo era, pero aún así quería verificar que todo estuviera en orden.

Se la pasó toda la mañana viendo cómo era la casa era demasiado grande en sus pensamientos, ella lo imaginaba un poco más pequeña, pero en realidad era enorme fácilmente se perdería y así que necesitaba encontrar o recordar mejor por dónde ir y por dónde no entrar.

Al terminar de recorrerla decidió salir al jardín solamente para ver un poco la naturaleza y vaya que era muy hermosa pues la mansión en la que ella vivía además de ser bastante grande tenía unos jardines amplios de donde habían árboles frutales y un puñado de rosas de diferentes colores unas azules otras amarillas y otras en un tono rojo intenso que las hacían ver de una forma tan atrayente.

Las rosas rojas tenían un olor magnífico era como el olor suave y dulce de un perfume nuevo pero lo que más destacada y eran las rosas azules estás tenían un aroma bastante llamativo era entre dulce y a la vez amargo algo indescriptible aunque también sabía que tenían un significado ya que todos los escritores tienen que enfocarse en algo para darle otro valor a las cosas.

Las rosas azules específicamente se cultivaban para recordar a un amor que no fue correspondido o que tuvo que partir para no volver jamás, una cosa muy triste porque el Duque realmente amaba a su esposa y fue algo muy doloroso para el verla partir.

Monserrat incluyo esta rosa para darle a la historia una pizca de nostalgia porque quería nada más darle eso pero ahora realmente lo siente pues con tan solo olerlo se siente la tristeza tan profunda, nunca se imagino que el poder al describir fuera algo tan pesado hasta el punto de querer hacerte llorar y es lo que hizo comenzó a sollozar no entendía el porqué si el Duque y la antigua Duquesa no era nada de ella, si de Angélica, pero de Monserrat no tenía nada en que afectarle, aunque ahora que lo recuerda ella también tuvo que vivir con la pérdida de un familiar de un ser querido pero a diferencia del Duque que prefirió proteger y amar a su hija, su padre prefirió dejarla en el olvido.

Monserrat dejo de pensar en ello así que se seco sus lágrimas y volvio a entrar a la mansión no había necesidad de recordar algo doloroso y menos que no tenía tanta importancia.

Al entrar vió aquella mucama de la noche anterior, su doncella al verla ella se preocupó así que se acercó y les seco sus ojos que estaban un poco rojos debido a sus lágrimas.

-Señorita usted que está bien le pasó algo dígame - *Dice muy preocupada*

-Si estoy bien solo que un poco de polvo entro en mis ojos es todo jeje - *Dice Angélica riendo con mucho nerviosismo*

-Bueno mi joven señorita qué tal si vamos a su habitación hay libros nuevos para que usted pueda leer también un poco de joyería para que haga sus lindos collares que tanto le gustas- *Sonriendo*

Ahora que lo recordaba era verdad Angélica a pesar de no ser una persona ambiciosa le encantaban las joyas, los vestidos brillosos todo objeto que fuera muy hermoso, era el pasatiempo de ella.

-No gracias creo que esa vez leere unos cuantos libros así ayudaré a mejorar mi lenguaje verbal y mis conocimientos en ortografía- *Angélica simplemente sonrío*

Estaba en camino a su habitación pero fue interrumpida por otra doncella que llegó a toda prisa y dijo:

-Mi señorita venga rápido Leonard Schell ha llegado y quiere verla- *Dijo la doncella muy emocionada pues esa persona es un niño*

Pero no era cualquier persona era el mejor amigo de Angélica que en el futuro se convertiría en el villano de la historia, por lo que Angélica salió toda prisa para verlo necesitaba ver cómo es que el actuaba pues es muy diferente su manera de ser de niño que al ser un adulto.

Bajo las escaleras corriendo y al llegar a la sala ahí pudo ver a un niño un poco más alto que ella aproximadamente unos 9 años, su cabellera lacia de un castaño muy oscuro, ojos azul celeste, piel pálida y un porte bastante elegante para hacer un pequeño niño no había duda, ese niño era Leonard Schell, el villano del primer volumen de la novela.

Angélica se acercó a el un poco tímida pues de cierto modo daba un aura tenebrosa tal vez será porque en unos años más el será una persona tan fría y tan soberbia que hará imposible el convivir con el.

Pero Leonard no tenía lo mismo que ella se acercó a toda prisa y la abrazo felizmente y de manera muy sonriente le dijo:

-Me alegra mucho verte Angélica te extrañé demasiado- *Leonard sonreía tan feliz porque a decir verdad el sentia un cariño especial por ella*

-Ehh yo también jejeje - *Rió Angélica*

Angélica estaba desconcertada pues aquella sonrisa y su mirada no eran como las que ella imaginaba creyó que tal vez sería un niño con problemas al adaptarse o que simplemente no sentiría emociones pero era muy diferente a lo que ella creía.

-Ven Angélica vamos a tomar un poco de té ya que no te he visto en casi un mes de verdad te extrañé mucho, extrañaba demasiado ver tu hermosa sonrisa- *Toma un mención del cabello de Angélica comienza a acariciarlo*

Angélica se puso bastante nerviosa, admite que la sonrisa de Leonard es muy encantadora pero aún así, tiene que estar alerta ya que en cualquier momento le puede dar una puñalada por la espalda.

-Si pasó tanto tiempo yo también te extrañé entonces vamos al jardín que allá hay té - *Lo tomo de la mano y se lo llevó pues eso era una costumbre muy común entre los niños algo que quiso suponer*

Pero sin duda el mundo era muy diferente pues ahí el que una persona tomé de la mano a otra incluso si son niños es algo para decir que tienen un amor secreto o un sentimiento especial guardado en lo más profundo de su ser, esto Leonard lo interpretó así, por lo tanto se sonrojo un poco mientras era llevado por Angélica hasta el jardín, ya que al ser una niña tan encantadora, sonriente y hermosa era evidente que cuando creciera sería aún más radiante incluso mucho más que un diamante...

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