Mala convivencia

La mañana era muy fría, faltaba poco para que iniciara el invierno, pero contrario a la época los ánimos en la Mansión eran un poco decadentes y lúgubres, mi relación con Felipe tampoco era buena.

Sus palabras siempre buscaban ser hirientes, irónicas e incluso sarcásticas, lo evitaba sin cesar, pero no podía negar lo frustrante que llegaba a ser, me odiaba sin razón aparente y eso lo hacía insoportable para mí, mi trato hacia él también dejaba mucho que desear, en muchas ocasiones llegué incluso a dejarlo fuera de la Mansión.

Esta noche no fue muy diferente, pues, Felipe acababa de salir con un grupo de amigos y pensaba beber, yo estaba en la sala de estar junto al señor Antonio mientras comíamos galletas.

—Desearía poder recordar todas las cosas, siento que olvido algo, pero no recuerdo que podría ser.

—Querido abuelo, no te preocupes, no fuerces a recordar.

—Extraño mucho a Elisa, las cosas serian más sencillas sé ella estuviera aquí.

Elisa, ¿cómo no saber quién era? Había pinturas de ella por toda la casa, anterior esposa del señor Antonio y madre de Andrew, falleció de forma natural cinco años antes, fue la mujer con la que Antonio compartió toda su vida.

A veces no podía ocultar mi pena por él, no solo pena, también sentía mucha empatía, tal vez era por pasar tanto tiempo con él, pero ya me estaba comenzando a encariñar con él.

—Sabes que no le agradaría verte triste.

—Lo sé –Sonrió mientras mordía la galleta en sus manos– Te parecías mucho a ella de niña, pero ahora no, aun así me sigues recordando a ella.

Sentí una leve punzada en mi pecho, sentí que lo que hacía era incorrecto, pero al mismo tiempo no, estaba engañando a un anciano, pero también estaba haciéndolo feliz y dándole la compañía de su “amada nieta”.

Cuando me detengo a pensar de forma realista, llego a la simple conclusión de que todos mentimos, mucho más cuando no queremos dañar a alguien con la verdad, además de que también gozaba de la sonrisa llena de alegría en el rostro del señor Antonio al verme todos los días.

Fui sacado de mis pensamientos de forma abrupta al escuchar la voz de Felipe, su rostro era inexpresivo e irritante.

—Vendré más tarde, deberías tomar el ejemplo y buscar que hacer, no puedes estar pegada siempre al abuelo, además, tu lugar es algo diferente ¿No crees?

—No deberías ser tan grosero con tu prima, pídele disculpas Felipe, esa no es la forma correcta de hablarle a una dama, te recuerdo que no fuiste criado de esa forma.

Felipe me miró mal, no deseaba pedir perdón, a sus ojos era solo un farsante bueno una farsante, ocupando un lugar que no era mío y viviendo una vida ajena.

—No lo haré, no lo merece, no me esperen esta noche.

Felipe salió dejándonos con la palabra en la boca, Antonio no se veía enojado, pero pude notar un pequeño toque de decepción en sus ojos.

—Lo siento, tu primo…

—Lo entiendo –interrumpí abruptamente sus palabras mientras intentaba tranquilizarlo con mi mirada– lo entiendo perfectamente.

Antonio no dijo más del tema y minutos después parecía haberlo olvidado totalmente, después de que él se quedara dormido me reuní con todos los empleados, por suerte estos no sabían sobre mi falsa identidad.

—Mi tío Andrew les indicó que debían obedecer mis palabras, honestamente, no me interesa mucho eso, pero mi primo ha sido muy grosero, el mismo dijo que no lo debíamos esperarlo a dormir, pues, seguiremos sus palabras, a partir de esta noche nadie entra ni sale después de las diez de la noche.

Los empleados asintieron de forma amable, al parecer estaban de acuerdo con mi orden y como lo dicte a las diez en punto todas las puertas fueron cerradas, nadie podría entrar o salir, como una orden extra, las puertas serían abiertas a la seis de la mañana.

Al día siguiente no desperté por mi misma, fui despertado por los gritos de Felipe, decidí ignorarlo, pero fue imposible, pues minutos después llego el señor Andrew.

Minutos después Felipe y yo estábamos sentados en el sofá de la sala de estar frente a Andrew el cual se veía serio y enojado.

—¿Por qué tantos gritos y alboroto?

—Esta mujer errática me dejo a fuera toda la madrugada –Explicó Felipe con cierto enojo– esta impostora no tiene ese derecho.

—¿Por qué lo hiciste? –preguntó Andrew de forma seria mientras me miraba– debió ser por algo.

—Actitudes groseras y prepotentes de su parte, ayer dijo que no debíamos esperarlo para dormir y seguí sus palabras, no estoy dispuesto… dispuesta a seguir siendo pisoteada o ser llamada impostora.

—Ya hemos hablado sobre esto Felipe, el toque de queda es necesario, a penas cumpliste veinte años, necesitas autocontrol, viniste porque sabías sobre el estado de tu abuelo, no para ir a fiestas o insultar a otros.

—Pero tío, no quiero tratarla como a mi prima, ella era alguien importante para mí, una simple empleada fingiendo ser ella no merece ser tratada como ella.

—Tienes razón –dije antes de que Andrew le respondiera a Felipe– pero yo nunca te pedí ser tratada como tu prima, solo te pedí respeto como ser humano, no quiero ser importante para ti.

Después de esas palabras me levanté y miré a Andrew.

—¿Alguna queja?

—No.

Luego de las palabras de Andrew me fui directamente a mi habitación a seguir durmiendo, sé que Andrew y Felipe hablaron por un largo rato, pero las conversaciones entre ambos no me importaban.

No entra en mi cabeza la forma de ser de Felipe, nuestra mala convivencia era causada por él, en algunas ocasiones ni siquiera le prestaba atención y él seguía provocándome, su odio injustificado me molestaba.

Al parecer por más que intentará llevarme bien con él las cosas no serían fáciles y seguiríamos llevándonos mal, lo bueno de ese día fue que el toque de queda se quedó y en más de una ocasión hice que Felipe durmiera afuera.

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