CAPÍTULO 7

Estás loco –digo mientras lo apoyo contra la puerta y lo beso.

Esta vez no lo dejo hacerme a su antojo, sino que lo sujeto de la corbata y hago que se ponga de rodillas, me bajo la cremallera del vestido y lo dejo caer dejando al aire mi lencería de encaje, puedo escuchar un pequeño gruñido antes de que me dé una nalgada y luego me da un mordisquito en la parte baja de mi espalda, uno que me eriza por completo la piel, de nuevo mis pensamientos viajan al oscuro lugar en mi mente en el que me pregunto si es consciente de cada marca en mi cuerpo y si le causan alguna reacción en particular, pero vuelvo a perderme en el toque de sus manos antes de profundizar demasiado en mis temores.

Me ayuda a salir de mi vestido y no me deja girarme, solo baja delicadamente mi tanga para dejarme en medias panti y tacones, y me inclina un poco hacia adelante antes de lamer, mi centro robándome un ruidito de sorpresa, este hombre no tiene problemas para construir el borde dentro de mí, entre sus toques y movimientos estoy hecha un manojo de nervios.

- Por favor no te atrevas a detenerte –digo entre jadeos mientras el introduce un dedo en mí calor.

- Me encanta esa forma tan demandante que tienes de suplicar –dice dejando de tocarme y dándome la vuelta, lo fulmino con la mirada mientras se pone de pie, y se baja la bragueta.

Se coloca un preservativo y me toma de la cintura levantándome y clavándome en él de una sola estocada, se gira y me sujeta contra la pared, gracias al cielo no es en la puerta, porque con lo duro y rápido que se mueve, estaríamos tocando un solo de tambores.

Me desplomo sobre su pecho cuando siento que llego al tope y muerdo la piel de su hombro a través de su camisa y su chaqueta, es cuando caigo en cuenta de que está completamente vestido y eso me pone aún más caliente, así que vuelvo a moverme contra él buscando su placer, girando mis caderas.

Suelta un gruñido y me baja de encima de él para llevarme de frente al ventanal enorme desde donde podemos ver el jardín adyacente al salón y como la luna ya está por asomarse, me inclina y vuelve a atacar desde atrás sacándome un gritico de placer que se enreda en mi lengua junto a su nombre.

- Eso es, me encanta como dices mi nombre cuando estoy dentro de ti, como si te faltara el aliento –y es que me falta, y para cuando da las últimas estocadas ya no soy más que un cuerpo lánguido y rendido al placer.

Se retira de mí y cruza la habitación para abrir una puerta que confieso no había visto, al parecer un baño, se escucha el agua corriendo y cuando sale está de nuevo impecable.

- Déjame ayudar –trae una toalla húmeda entre sus manos y me limpia cuidadosamente antes de regresar mi tanga a su sitio y darme un beso entre los omoplatos- Eres preciosa, Camille.

No digo nada, solo me concentro en colocarme el vestido correctamente, me tambaleo sobre mis tacones y él me sujeta de las caderas, claramente si se ha fijado en las marcas, no esperaba menos.

- Cada vez que te digo algo que no es sobre sexo se te pone el rostro azul… ¿Tan poco te agrado fuera de la cama? –pregunta y suelto un suspiro.

- Theo, tu ventaja aquí y ahora, es que no debes fingir para conseguir acostarte conmigo, no tienes que jurar amor eterno ni hacer promesas a futuro que ambos sabemos que no se cumplirán –me giro para mirarlo a los ojos- Mañana volverás a tu vida y yo volveré a la mía, tal vez nos encontremos tiempo después en alguna cena o evento, pero es todo.

Asiente sin decir nada, vuelve al baño y escucho el agua correr nuevamente, lo sigo y me detengo en la puerta viendo como extiende la toalla para que se seque.

- Tienes razón en todo –dice sonriéndome- Pero no porque te diga que eres preciosa, quiere decir que me enamoraré de ti, yo solo digo lo que pienso, es todo, no te preocupes por promesas que no he hecho, solo disfruta las que he cumplido hasta ahora.

- Aclarado el punto, déjame ser yo quien te prometa la noche de despedida más fantástica de tu vida.

Yo también cumplía mis promesas, esa noche volví a su apartamento, volví a tocar el cielo y Theo al parecer también, sus palabras, no las mías, así que estoy más que satisfecha cuando el taxi se detiene frente a mi casa y ni siquiera mi hermana con esa sonrisa de sabelotodo es capaz de avergonzarme.

- Entonces vas a darme todos los sucios detalles –dice Celina sentándose en nuestro sofá con un tazón de palomitas sobre su regazo- Estuviste fuera dos noches, y no me dirás que con Nadia a menos que te hayan invitado a participar en la luna de miel.

- Basta, debes tener algo mejor que hacer que estar metiéndote en mis asuntos.

- Oh no, claro que no Sor Cami de los hábitos planchados, ¿quién demonios te ha hecho pasar fuera dos noches seguidas?

- Celina…

- Sor Camille.

- Eres insufrible.

Pero termino contándole sin demasiados detalles, aunque no es que ella los necesite para dar vida a su desbocada imaginación.

- Entonces el hermano de Nadia resulto ser todo un bombón… y soltero, además –dice y la fulmino con la mirada- Deberías jugar mejor tus cartas, hermanita, dejar de lado esas murallas y volver a enamorarte.

- No necesito tener esta conversación contigo, además te he dicho que vive en España, no aquí, si fuera a ceder en algo, lo haría en el sexo, porque Dios, es bueno, pero nada más.

- Pues por algo se empieza.

- Vive en…

- Si si, entiendo, lo que quiere decir que volverás a planchar tus hábitos.

Es imposible tener una conversación seria con Celina cuando se propone ser un dolor en el culo, por lo que simplemente me levanto del sofá y cuando veo el reloj son más de las seis de la tarde, pido comida china y me doy un baño antes de envolverme en un pijama enorme y lanzarme a ver alguna comedia romántica.

Cierto hombre fuerte se pasea por mis pensamientos a cada momento, por lo que simplemente apago el televisor mientras llega la cena.

- Llegó la comida –grita Celina desde la cocina- Comamos en la mesa, quiero hablarte de algo.

Me levanto de prisa, Celina es todo lo que yo dejé de ser, inocente, frágil, perfecta y bastante divertida, vive la vida como si fuera una fiesta, así que cuando está seria… es de preocuparse.

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