Suelta El Pasado, Vive El Presente

Suelta El Pasado, Vive El Presente

El inicio

Tic tac, sonaba el reloj en la pared, acompañado por las pisadas de un joven de cabello azabache que corría desesperado por los pasillos del hospital.

Sin saber qué era lo que estaba pasando, la gente a su alrededor lo miraba con lástima, pues las lágrimas inevitablemente no dejaban de escurrir por sus mejillas desde que recibió aquella llamada, una en donde le dijeron que su novio, el chico al que amaba, el chico que conocía desde hacía años, el chico que le daba luz a su vida, había tenido un accidente.

—Señorita— le habló a una enfermera con la voz entrecortada por el llanto— ¿El paciente William Jonson?

La mujer, de cabellos negros y expresión sorprendida, revisó en unos documentos que tenía en la mano y asintió con la cabeza, comprendiendo al instante el motivo de aquellas lágrimas.

—Aún está en cirugía.

—¿Qué fue lo que pasó?— preguntó el joven desesperado.

—Pues, parece ser que fue atropellado por un vehículo particular. Un muchacho lo trajo hasta aquí, pero no se quedó, cuando lo buscamos ya no estaba, así que registramos al joven Jonson con la credencial que traía en la cartera, y pudimos contactarlo a usted, gracias al registro que ya se tenía en el hospital.

El mundo del joven de piel pálida se estaba viniendo abajo, su querido novio estaba en ese lugar, herido, y no sabía la gravedad del asunto, tampoco sabía qué era lo que sucedería, pero rogaba al cielo que William estuviera bien, que saliera adelante.

—¿No podría decirme usted su estado?

—Lo siento joven, pero esa información aún no me ha sido brindada, tendrá que esperar al doctor para que le de una respuesta en cuanto acabe la cirugía.

El joven, roto en llanto, tuvo que sentarse en una silla de la sala de espera, rogando por buenas noticias. No podía creer lo que estaba pasando, su novio, su ángel, el amor de su vida, su todo, no podía dejarlo, no ahora, no sabía lo que haría si no lo tenía a su lado.

—Por favor— sollozó— Por favor, que todo salga bien.

Y entonces sacó de su chaqueta una pequeña caja de color guinda aterciopelada, la abrió, y de allí sacó la sortija que pertenecía a su difunta madre, pues ya que ahora el matrimonio homosexual había sido aprobado, tenía pensado proponerle matrimonio ese fin de semana....La vida no podía ser tan cruel como para arrebatarselo así... Él no lo aceptaría.

Las cosas debían mejorar, no empeorar, pero conforme pasaban los minutos, la ansiedad y la incertidumbre crecían cada vez más, hasta que finalmente luego de una larga espera, el personal médico salió del quirófano, pero sus rostros no se veían bien.

—Familiares de William Jonson.

El joven se levantó de inmediato y caminó hacia el médico con notorio nerviosismo, pues sus manos no podían estarse quietas, y la sonrisa temblorosa de sus labios reflejaba el miedo que sentía, junto con una mirada ansiosa y ojos llorosos.

—¿Cómo está?— preguntó no queriendo escuchar la respuesta.

El médico suspiró y posó su mano en el hombro del joven de cabellera azabache, pues dar malas noticias no era algo fácil de hacer.

—Hicimos todo lo que pudimos... Lamentablemente él no sobrevivió, llegó en un estado bastante delicado, el automóvil le golpeó demasiado fuerte, perdió mucha sangre, y me cuesta mucho trabajo decírselo, pero las heridas muestran que no sólo le golpeó, debió seguir avanzando aún con él en el camino.

Y entonces el joven se quedó callado, en un estado de shock, tratando de asimilar lo que el hombre de vestimenta azul acababa de decirle, pero no fue así, no podía asimilarlo, por más que el tiempo pasaba, y pronto las voces se volvieron ecos, su corazón latió con fuerza y su visión se volvió borrosa debido a las lágrimas. Esperaba escuchar que aquello sólo había sido una cruel broma, y que su lindo ángel se encontraba esperándolo con aquella sonrisa que tanto amaba, pero no fue así.

—¿Joven, está bien?— preguntó el médico, pero él no respondió nada, simplemente empezó a caminar hacia el quirófano, ignorando las palabras​, y aunque trataron de detenerlo, él avanzó sin mirar atrás, entrando bruscamente y viendo el cuerpo cubierto con una manta blanca, en ese momento, sus ojos se llenaron de más lágrimas al acercarse y destaparlo.

Los ojos de William estaban cerrados, su piel se veía tan pálida, casi blanca, y al tocarlo, sintió lo fría que estaba. Su corazón se pulverizó en el momento en que no percibió los latidos del corazón ajeno.

—No mi amor... Por favor no me dejes... ¡No me dejes Will, por favor!— sollozó aferrándose al cuerpo inerte de su novio.

Los guardias de seguridad del hospital hicieron acto de presencia, sin embargo, el médico les ordenó que se retiraran, sabía que el chico necesitaba estar a solas y despedirse, no se podía hacer nada más.

Pasaron algunos días después del accidente, el funeral había sido algo muy doloroso, y Jake, el joven de cabello azabache, no paraba de llorar, y cuando empezaron a echar tierra sobre el ataúd, un vacío se instaló en su corazón. No sabía cómo continuar sin él, sin William. El lugar poco a poco quedó vacío, sólo se encontraba Jake, de pie entre la lápida de su novio y la de su madre, quizo que estuvieran juntas las dos personas que más había amado en su vida.

[...]

Tres meses después, Jake salía de su departamento como cada domingo desde que fue el entierro de su pareja; con su abrigo negro, un chocolate y dos ramos​ de flores.

Manejó hasta el cementerio, y de allí caminó hacia las tumbas de sus personas más amadas en el mundo.

—Hola mamá, hola Will— les saludó sentándose​ entre éstas—, sé lo mucho que te gustan los chocolates mi amor, así que te traje uno... Espero que lo comas tú y no los perros del cementerio— rió bajo y suspiró, mirando al cielo— deben estarse preguntando si me alimento bien, es lo que más les preocupaba en todo el día, si yo me alimentaba bien, y recuerdo que aveces ni siquiera comía hasta la hora de la cena, y ustedes se enojaban conmigo, pero solo para que estén tranquilos, sí, he comido bien todos los días— levantó la mano— lo juro. Aunque he de admitir que mi comida sabe terrible comparada con la de ustedes.

Y así, el azabache se quedó hablando por algunas horas, riendo solo, llorando solo, contándoles sobre su semana y lo difícil del trabajo, hasta que finalmente anocheció.

—Bueno— limpió sus mejillas—, ya es momento de que me vaya, antes de que vengan a sacarme por la fuerza, vendré pronto a visitarlos nuevamente, así que, adiós mamá, adiós Will... los amo.

Se levantó, beso los dedos de su mano y la colocó encima de la lapida de su madre, y después hizo lo mismo en la de su novio. Cuando terminó de despedirse, caminó lentamente hasta llegar a su auto para volver a su departamento, mismo al que consideraba solo un lugar deprimente, pero para su sorpresa, al llegar ahí, vió varios hombres bajando cosas de un camión de mudanza, y subiendolas al edificio, aunque realmente no le dió tanta importancia, hasta que al estar en su pasillo correspondiente, un jovencito de cabellera castaña, unos centímetros más bajo que él, chocó en su espalda.

—Oh, lo siento— se disculpó e hizo una reverencia—. Soy Taylor Becker, acabo de mudarme al departamento 101.

—Jake Moore— respondió con seriedad y desinterés.

—Es un placer, ¿Sabes? eres la primer persona del edificio que conozco y...

—Oye, no quiero ser grosero, pero no me interesa— le interrumpió—, yo no soy el tipo de persona con quien quieras relacionarte, así que evitemos un problema.

Jake siguió su camino, hasta pararse delante del departamento 100, que estaba justo delante del 101, dejando a Taylor desconcertado; sin embargo, también quedó un poco intrigado por aquella personalidad. Él era un chico persistente, y no se rendiría tan fácil, aunque tampoco era consciente del porque de aquella actitud.

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Comments

M Vegeta

M Vegeta

Hola! Me alegra encontrar la historia, pensé que ya nunca la volverías a publicar. Espero que las demás lectoras que se quedaron picadas con esta obra también puedan encontrarla. Descargué la aplicación solo por eso jaja. I Love

2023-01-05

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