Mariana abrió sus ojos, en un comienzo no veía con nitidez. Tras unos cuantos pestañazos consiguió, al fin, ver con claridad. Estaba recostada sobre su cama, al intentar sentarse un mareo acompañado de una fuerte puntada en su sien derecha, la hizo volver su cabeza a la almohada.
—Parece que me fui de carrete anoche —bromeó para sí—. ¿Dónde estará Luis?
Apretó la almohada con los dedos de su mano derecha y sintió algo duro dentro. Entonces metió la mano entre el
cobertor y sacó su celular, el cual estaba encendido, pero le quedaba poca batería.
—Llamemos, pues.
Buscó en su lista de contactos a Luis y marcó, llevándose el auricular a la oreja comenzó a escuchar el tono de marcado....
El tono de marcado sonó siete veces hasta que la voz de Luis se escuchó: Ahora no puedo contestarte, por favor, deja tu mensaje y luego te responderé.
—Luis —pronunció después de escuchar el tono de la grabadora—,te extraño, ¿dónde estás?.. Hoy desperté en mi casa y no sé cómo ni cuándo llegué, por favor llámame cuando escuches este mensaje.
La llamada se cortó, porque el tiempo de grabación había terminado. Entonces decidió llamar a una de sus amigas más cercanas: STELA
—Stela —habló, cuando escuchó que habían contestado del otro lado—,¿cómo estás?
—¿Mariana? —Escuchó la voz sorprendida de su amiga—.¿En verdad eres tú?
—Claro, por qué la pregunta. —Rio—.Estás rara.
—Es que ayer fui a tu casa y tu madre nos echó cuando nos descubriste, y pensé lo peor porque se escuchaban tus gritos interpelando a Verónica...
—¿Gritos?, ¿ayer peleé con madre? —Se sentó de espaldas a la puerta del cuarto—.¿Por qué te echó mi madre?, ¿qué sucedió ayer?
—Mariana, esto es grave … muy muy grave. —Escuchó a su amiga en tono misterioso—.Estoy segura que tu enfermedad mental no es tal, ósea que tú no olvidas las cosas porque estés realmente enferma, sino porque tus padres te dan algo que te hace olvidar las cosas.
El celular comenzó a vibrar en su mano y ella vio cómo se apaga, pues la carga de la batería se había acabado.
Mariana, un tanto intrigada, se paró; antes de hacerlo tiró su celular sobre la cama. Se acercó a su equipo de música y verificó que aún estaba su pendrive instalado en el puerto USV del artefacto, en el que estaban las canciones de su cantante favorito. Prendió el equipo y comenzó a sonar la primera canción de la lista: “Háblame”
Mientras la música del comienzo de la canción sonaba, ella caminaba lentamente hacia la ventana. Cuando la voz del cantante comenzó a oírse sus ojos deambulaban por el asfalto mojado debido a que comenzaban a caer las
primeras gotas de una lluvia que, según recordó, había visto ser anunciada por el meteorólogo en la televisión.
“Háblame....aunque no te escuche háblame.....mírame, aunque no me veas mírame, porque yo te siento, desde el universo hasta el final..... Vivo eternamente en ti”. —Escuchó, e imágenes de su amor con Luis comenzaron una estampida sin tregua.
Estaba con Luis en una Playa. Ambos estaban tendidos en sus respectivas toallas. De pronto Luis se enderezaba, apoyándose en su antebrazo derecho.
—¿Todo bien?
—Sí, pero podría ser mejor.
—Creo saber cómo mejorar este paseo.
—¿ Ah, sí? —murmuró ella divertida, mientras acercaba su rostro al de él—. ¿Cómo?
—Así.
Ella esperaba un beso apasionado, pero Luis comenzó a hacerle cosquillas.
—Para, para —le pedía moviendo su cuerpo de un lado al otro, mientras intentaba zafarse—. No, por qué haces esto.
—Esperabas otras cosa, ¿eh? ¡Traviesa!
—Claro. —Consiguió acomodarse sobre él—. Por qué siempre haces lo contrario a lo que creo harás.
—Porque siempre voy un paso adelante de ti y me veo en la encrucijada de decidir entre lo que quieres y lo que puedo hacer para sorprenderte.
—Mira... —musitó, acercando sus labio a los de él—,¿y ahora qué crees que haré?
—Lo que querías hacer antes.
Ella sonrió divertida y justo cuando él cerraba sus ojos, entregándose a lo inevitable. Mariana se levantó y comenzó a correr.
—¿A que no lo pensaste? —le gritó riendo.
—¡Sorpresa! —Se paró de un salto—. ¡I like me!
Se colocó nuevamente los lentes de sol y comenzó a trotar, hasta que tomó velocidad y la alcanzó. Alzándola de la cintura y dándole vueltas en el aire, hasta lograr voltearla.
—Te amo —le susurró al oído, mientras ella reía—. Ya son hermosos cinco años.
—También te amo. —Dejó de reír.
—A pesar de que recién hayamos cumplido los dieciocho años y que a tus padres no les agrade la idea de que
estemos juntos...
—Amor, sabes que no me importa lo que piensen ellos, por eso me fui a vivir contigo hace tres meses.
—Lo sé —aseguró, con aquella voz que la hacía derretirse—.Por eso creo que ya es hora de pedírtelo.
—¿Pedirme qué?
La bajó con suavidad, hasta que sus pies tocaron la arena. Él se arrodilló y sacó una cajita aterciopelada.
—Te traje aquí por una razón muy simple: esta es tu playa preferida y la playa en que nos conocimos, y es en este lugar donde la propuesta más importante de nuestras vidas debe hacerse. —Abrió la cajita, y Mariana vio un reluciente anillo con pequeñas piedras incrustadas en el meta—.Amor, Mariana de mi corazón, ¿quieres ser mi
esposa?
—¡Aaah! —exclamó, llevándose las manos a la boca—. Sí, sí... amor, claro que sí.
Luis se levantó y le colocó el anillo en el dedo anular derecho.
—Solo esperaba tu confirmación, pues ya todo está listo.
—¿Cómo?
—Nos casamos dentro de tres días.
—¿Pero cómo?
—Stela escogió tu vestido, ¿podrías creer que estuvo un mes creando el diseño ideal para ti, pues no le gustó ninguno de los que vio en las revistas?
—¡Amor!
Se lanzó sobre él y ambos cayeron a la arena, mientras se besaban rodaban hacia la orilla. Quien tuvo el primer contacto con el agua fría fue la espalda de Mariana, lo que la hizo levantar su cabeza y abrir sus ojos al máximo.
—¿Ves lo que has hecho?
—¡Cómo no!
Pasó sus brazos por sobre los hombros de su novio y lo besó. Mariana volvió a la realidad, justo cuando el cantante pronunciaba:
Háblame,
no me ignores, sólo háblame.
Mírame, Estoy muy cerca, sólo siénteme.
Porque el día es corto, y la noche invita a olvidar.
Que fuimos uno y nadie más. Vivo eternamente en ti”.
Otra tanda de imágenes aparecieron ante sus ojos:
El accidente en auto, luces, cristales inundando el interior del automóvil...luces de ambulancias....un hombre vestido de negro y con casco la sacaba del asiento del copiloto y la colocaba sobre una camilla. Ella miraba
hacia el auto y veía la cabeza de Luis pegada al parabrisas, mientras otros hombres lo intentaban sacar del interior.
—Está perdiendo mucha sangre. —Escuchaba, en eco, la voz de una mujer—. Debe entrar al quirófano pronto o lo perderá.
Luego todo se oscurecía y despertaba sola acostada sobre una cama en una sala blanca, rodeada de tubos y artefactos hospitalarios.
—Luis pereció en el accidente, sus funerales fueron hace más de dos meses
atrás. —La voz su padre, comunicándole lo sucedido, sonaba como en alta voz y con un
eco ensordecedor.
Le pegó al vidrio de la ventana con sus puños, mientras lágrimas resbalaban por sus mejillas. La impotencia la invadió, no podía creer que lo que su mente acababa de mostrarle era cierto.
—¡No, no! —comenzó a gritar—. ¡No, Luis no!
Entre su desesperación, botó la ropa de su ropero y como lo golpeó varias veces, dos libros cayeron desde lo alto del mismo, acompañados de un pedazo de la pared recortado en un rectángulo.
Levantó los cuadernos intrigada y, después de sentarse sobre la cama, abrió uno.
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