Capítulo 3 JUAN CRUZ

...ESPERANZA...

Aún extrañaba a Dereck y me preguntaba cómo habría sucedido todo si el estaría conmigo pero debía seguir adelante y continuar con mi vida. Mis padres y hermanos estaban muy preocupados y no me dejaban sola pero en verdad cada uno debía tener su vida, lo que menos quería era ser una carga.

Con mucho esfuerzo me concentré en mi estudio y al finalizar mi carrera con excelentes calificaciones alguien contrató mis servicios como organizadora, algo que me mantendría lo suficientemente ocupada un tiempo que serviria para dejar de pensar en el pasado.

El padrino de la boda era hermano de la novia, su nombre Juan Cruz y en verdad todo un bombón. Tenía pocos años más que yo y parecía ser del tipo de chico educado que jamás trataría mal a una mujer. Él parecía confiable pero yo me iría con cuidado.

Si alguien veía las noticias y tenía memoria sabría quien era yo y la desgracia que había pasado el día de mi boda y creí que si alguien a mi se acercaba lo haría con buenas intenciones o se mantendría alejado, al menos yo procedería de ese modo.

Juan Cruz era casi unos diez centímetros más alto que yo así que con unos tacones quedábamos de la misma estatura, algo que no me importaba nada. Tenía su cabello natural pelirrojo junto a una barba perfectamente cuidada del mismo color y unos ojos verdes hermosos.

Dónde quiera que fuera el llamaba la atención así como su hermana debido a su belleza. Él poseía una sonrisa más que hermosa que me fascinaba. Siempre parecía tener las palabras justas y la habilidad de terminar mis frases con las palabras que yo usaría. En él ví mi complemento luego de un buen tiempo de estarnos conociendo.

Juan Cruz me llevó a casa de su familia, gente que ya conocía por haber organizado la boda a detalle y estaban encantados conmigo. Yo pertenecía a buena familia y tenía altos valores morales, una chica en su época tradicionalista y muy enfocada en sus metas.

Una ilusión de poder amar de nuevo se instaló en mi pecho a medida que el tiempo pasaba y las citas entre los dos se hacían más frecuentes. Mi familia estaba encantada con la idea de que pudiera tener una nueva pareja pero también tenían un poco de desconfianza pensando que tal vez él podría romper mi corazón; algo que sería un golpe demasiado duro.

Meses más tarde me declaraba oficialmente enamorada de Juan Cruz y él de mi. Siempre me decía cuanto me amaba de todas formas posibles y se ocupaba de ser mi compañía siempre.

Aún no manteniamos relaciones, algo que le resultaba frustrante porque era un hombre apasionado que siempre que nos veíamos me demostraba que se quedaba con las ganas de llegar más lejos. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de su excitación si en la zona de la entrepierna parecía tener una carpa de circo.

Aunque Juan Cruz me deseaba seguía firme en su deseo de respetarme. Sentía que muchas veces me tentaba a propósito porque me dejaba con las ganas también después de roces y apasionados besos.

Nuestra relación avanzaba y conforme lo hacía también nuestro amor. En su hermana encontré una amiga con quién podía contar siempre y mis padres incluso tenían relación con la familia de mi novio.

Juan Cruz era un abogado en temas de divorcio. Un trabajo bien remunerado así como estresante pero a él le encantaba.

Hubo veces que a última hora cancelaba mis planes pero era algo normal en alguien que se dedicara a tal profesión, así que jamás le hice un berrinche ni una escena de celos. Claro que quería con él pasar más tiempo pero debía entender que a mí me pasaba igual cuando una boda estaba por suceder.

Llegó el momento donde ya sentía que pronto usaría su apellido porque nuestras conversaciones tenían partes dónde me decía que era alguien con quién compartiría su apellido así como su bonita casa.

Pensar en casarme me traía recuerdos que era mejor no interfirieran en mi vida actual.

En una velada romántica con nuestras familias como testigos él me propuso matrimonio y después de pensarlo por breves segundos acepté. Lo conocía, lo amaba y el me amaba, ¿Hacia falta más?

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