JARDÍN DE LAS ROSAS.

Al despertar, vio su habitación iluminada por ser de día. Se sentó soltando un bostezo y estirando sus brazos cuando se dio cuenta de que absolutamente nada le dolía.

Miró a todos lados porque eso estaba demasiado sospechoso. No entendía como los malestares se le habían ido de un día a otro, pero había sucedido. Vio la puerta ser abierta y como Jays entraba.

—Buenas tardes, ¿cómo se encuentra hoy? Veo que de maravilla. Su rostro ya tiene color y sus ojos brillan.

—Sí, me siento mejor. El dolor disminuyó mucho.

—¡Eso es genial, joven Honey! Le dije que el collar ayudaba mucho. ¿Siente su cuerpo un poco débil aún?

Él intentó moverse en la cama, pero a diferencia de un día anterior, no le costaba nada de esfuerzo. Puso sus pies descalzos en el suelo y se puso de pie con cuidado. Un breve mareo le atacó la cabeza y vio muchos puntitos brillantes por todos lados, pero fue solamente algo breve que no le ocasionó mayores complicaciones.

—Se ve más que bien. Le traje ropa limpia y nueva para que se ponga y bajemos para que coma algo. Son las una de la tarde, así que debe almorzar algo antes de que sea demasiado tarde. Tal parece que usted está acostumbrado a dormir mucho —opinó ella mientras le dejaba la ropa en la cama.

Honey se sintió un poco avergonzado al oír aquello, pero era primera vez, después de tantos años, que estaba en una cama tan cómoda como aquella. Las sábanas eran suaves, el colchón blando casi como si fuera hecho solo de plumas y el buen aroma que había por todos lados solo lo hacía sentir más cómodo.

Jays se marchó para esperarlo afuera de la puerta. No le vio mucho sentido a salir de la habitación cuando ya le había visto todo cuando lo había duchado, pero nada más se vistió con un poco de lentitud. Ya no tenía dolor, pero al realizar algún movimiento brusco sin aviso alguno, le provocaba como un pequeño pellizco que no le gustaba mucho. No quería sentirlo, así que se fue vistiendo con lentitud.

La curiosidad la tenía desde que había despertado, así que, una vez vestido, se fue al baño para observarse en el espejo y respiro en paz por ver aún su reflejo. Había asumido que jamás se iba a poder ver en un espejo, pero estaba equivocado. Se acercó un poco más para observar su cuello y vio la zona roja y como habían dos marcas a cada lado. Tragó saliva porque se veían desde lejos y no tenía forma de ocultarlo.

Nada más lo dejó porque tenía mucha hambre para pensar en qué hacer. Al darse una nueva mirada, contempló la ropa que llevaba puesta. Era carísima, fina y suave. Llevaba una polera manga corta negra y encima una camisa gris. Además de unos jeans que eran, indudablemente, de su talla.

Al abrir la puerta, Jays lo recibió con una sonrisa.

—Se ve muy bien —habló ella.

—Gracias.

—Venga, demos una vuelta por el castillo mientras todo está listo para que pueda comer algo delicioso —le animó.

Él asintió porque no le desagradaba caminar un poco después de que había estado tirado en la cama un día entero. Quería estirar bien las piernas. Comenzaron a caminar por el pasillo donde Jays le hablaba sobre algunos cuadros que habían por el lugar. Ella había estado presente en todas sus compras, así que sabía el valor de cada uno y quienes los habían pintado.

Con cada cosa que iba escuchando, Honey iba quedando más y más sorprendido porque la cantidad de dinero que el vampiro debía tener para poder comprar toda esa cantidad de cosas era impactante. Pensó en que, con todo el dinero que gastó en comprar aquellos cuadros, habría podido crear diez pueblos más sin problema alguno. Se fueron deteniendo en uno y en otro hasta que Honey dio un respingo por ver uno que, de bonito y dulce, no tenía nada. Era como un rostro lleno de dolor por estar sufriendo por algo y como estaba salpicado de sangre. Tragó saliva con dificultad porque no le gustó en lo más mínimo.

Ella al ver la reacción de él sonrió porque todos solían reaccionar así. A nadie le gustaba aquel cuadro y muchos preferían ni siquiera mirarlo para luego no tener pesadillas.

—¿Por qué compró algo como esto?

—Oh, este no lo compro.

—¿Entonces?

—Nuestro Rey mando a dibujar el rostro de una persona que le causo mucho daño al pueblo. Ese rostro lleno de dolor es porque nuestro Rey lo estaba matando de la forma más cruel posible.

—Que bonito —susurró Honey tragando saliva sintiendo que el hambre se le esfumaba del cuerpo —. Una linda historia para comenzar el día en el castillo de un vampiro.

—Y hay muchos más de los que le puedo hablar que...

—No quiero ver más. Mejor vamos a comer algo —pidió mientras rezaba en silencio para que nunca hagan un retrato de su rostro lleno de dolor o algo mucho peor.

—Por supuesto —habló Jays con una sonrisa.

—¿Crees que puedo salir afuera? —preguntó al pasar junto a una ventana donde se detuvo para quedarse mirando porque afuera se veía todo bonito con un sol reluciente y donde todo estaba verde.

Incluso había un pequeño canal por donde agua avanzaba. Vio muchos árboles frutales y como, más allá de algunos árboles, se veía como un pequeño camino que se perdía entre unos arbustos. Quiso explorarlo todo. Quiso ver muchas cosas, tocar otras, caminar descalzo por el pasto verde y corto y subirse a algún árbol para tomar alguna fruta fresca.

—Desde luego, pero primero debe comer algo para obtener fuerzas. Después de eso, podemos ir a caminar y le enseñaré algunos lugares. Sin embargo, debe recordar que tiene estrictamente prohibido ir al pueblo o cruzar los límites del castillo —habló ella con amabilidad igual que siempre, pero con un tono un poco más alto —. Después de los límites del castillo en muy peligroso porque suele ser rondado por vampiros salvajes que no van a dudar en atacarlo.

—¿Si te tiras de esta altura caerás de pie igual que los gatos? —preguntó Honey porque no había escuchado nada de lo que Jays le decía por perderse en sus pensamientos otra vez.

—No soy un gato —le recordó ella mirando hacia abajo también para ver que estaba bien alto, pero sabiendo que no iba a morir.

—Pero tienes superpoderes.

Jays soltó una sonrisa.

—No soy un héroe, creo que para convertirme en eso debería morir sacrificándome por alguien que vale la pena. Solo soy una vampira de bajo nivel y ya.

—Pero, ¿caerás de pie?

Ella negó con su cabeza mientras sonreía.

—Dudo que tenga la misma agilidad que años atrás cuando bebía sangre humana —respondió la mujer rubia.

Honey le dio una breve mirada porque eso sí había llamado su atención.

—¿No bebes sangre humana?

—No, únicamente sangre animal.

Al llegar a la mesa, vio a las mismas personas de la vez pasada a los lados de la mesa esperando pacientemente a que él pida algo para poder complacerlo. Estaban todos en silencio y solo mirando al frente mientras Honey comía sin mucha delicadeza o paciencia. Nada más se llenaba la boca de todo lo que veía mientras Jays le iba limpiando la boca de vez en cuando. Vio como él, en agradecimiento, le daba una sonrisa con sus mejillas llenas de comida.

Al terminar de comer, ambos salieron fuera del castillo. Pudo ver como los demás también lo seguían, pero todos se mantenían alejados. La única que estaba a su lado era Jays.

—Que genial, creí que iba a estar todo lleno de tumbas y murciélagos —opinó Honey al ver que no había nada de eso y que todo era bonito.

—Bueno, de seguro que muchos piensan eso, pero a nuestro Rey le gustan muchas cosas y siempre se preocupa de que todo este como debe ser. Él durante el día nunca aparece, pero su hombre de confianza, Gayle, se encarga de todo.

—¿Gayle?

—Oh, supongo que aún no se han visto. Él jamás se acerca a sus recipientes de sangre, solo yo me encargo de eso. Él puede intervenir, pero solamente si la situación es crítica.

—¡Hay una fuente con peces! —exclamó al ver todos los pequeños peces que nadaban en la tremenda fuente.

—Sí, el agua siempre se mantiene limpia para que ellos estén bien y...

—¡Voy a meter los pies!

Jays casi se le salió el corazón al oír aquello.

—¡No! —exclamó con fuerza que Honey no pudo evitar darle una breve mirada —. Por Dios, no puede ir metiendo los pies a lo primero que ve. Los peces son lindos y tienen lindos colores, pero no son simples peces que se tienen en peceras. Ellos son carnívoros.

—Los típicos peces que tendría un vampiro sombrío —soltó caminando a otro lugar. Al ver unas plantas enormes, no pudo evitar preguntar—: ¿Esas plantas son carnívoras?

Ella negó.

—¿Qué hay en esa casa? —inquirió señalando el pequeño lugar que se veía demasiado cuidado y protegido.

—En ese sitio está el jardín de las rosas de nuestro Rey —contestó mientras le indicaba que camine —. Él ama las rosas de todos los colores que puedan existir, pero las otras flores no le gustan en lo más mínimo.

Caminaron de forma lenta hasta que llegaron al umbral de la puerta donde, obviamente, no había ninguna puerta. Honey se quedó asombrado porque nunca antes había visto tantas rosas a lo largo de su vida. Eran rosas grandes, brillantes donde todas formaban un aroma único.

—Nuestro Rey ha ido recolectando semillas de diferentes puntos para poderlas tener todas. Es muy cuidadoso y las podemos ver, pero jamás podemos cruzar el umbral de la puerta. Solo pueden entrar un jardinero que viene del exterior y ya.

—Son muchas rosas —susurró él asombrado y queriendo tocarlas y olerlas todas.

—Sí, sin embargo, hay algunas rosas que no han podido florecer y solo se mueren. Eso, dejo a nuestro Rey muy triste. Cuando una rosa muere es algo que le duele mucho. Una rosa muerta es como perder a un familiar.

—¿Cuáles son?

—Oh, son las que se ven allí al último. Son unas rosas de tricolor. Dicen que son muy delicadas, así que no cualquiera las puede tocar y que el tenerlas es de muy buena suerte.

Honey se quedó mirando las rosas que se veían totalmente marchitas y sin oportunidad alguna de que puedan mejorar. Destacaban en creces debido a que todas las demás rosas eran grandes y hermosas. Las abejas y mariposas se paseaban de un lado a otro sin parar porque eran más que felices entre todos esos colores.

—El jardín de las rosas es mágico —agregó Jays —. En las noches todo brilla. Es algo por lo que muchos podrían pagar millones por verlo, pero que es algo imprescindible e invaluable para nuestro buen Rey.

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