18 de Julio, 2014.
Que mañana más nefasta. Que camino a la preparatoria más nefasto. No me siento motivada o animada. Hoy mi tolerancia a situaciones que no puedo controlar es nula y ¿A quién demonios se le había ocurrido llamarnos aún en vacaciones para tomarnos las fotos de unas tontas credenciales? ¿Para qué? ¡Hola servicios escolares! ¿Todo tiene que estar tan mal planeado siempre? Ugh.
Dicen que las credenciales sirven para controlar el acceso a la escuela, pero yo entré el año pasado incontables veces con una credencial que no me pertenecía y nadie lo notó nunca. Puedo estar segura de que yo no era la única y juro que tampoco fue la última vez que ocurrió. Así que esto sí resulta inútil.
Bien no del todo, al menos sé que veré a Alex hoy. Los dos elegimos el mismo grupo para estar juntos y por eso nos toca ir el mismo día. No voy a ocultar mi alivio y mi emoción. Es probable en un 100% que por esa razón yo no esté más apática. Veré esa sonrisa que tiene mas de dos meses que no logro ver en persona. A veces las vacaciones son un fastidio cuando te llevan lejos de tu mejor amigo.
Extraño pasar cada día con él y deseo que él también esté emocionado. No puedo ocultarlo. Es esa clase de amistad en la que todos piensan que sales con tu amigo porque pasamos demasiado tiempo juntos y tenemos una rutina demasiado acoplada a la vida del otro. No salimos, no se me ha pasado por la cabeza y creo que a él tampoco. Sé que nos sentimos bien estando juntos y que para todo es sospechoso que estemos 24/7 juntos y que nunca nos hayamos besado. Lo juro, no ha pasado.
Podemos hablarnos de cualquier cosa, lo sabemos todo sobre la vida del otro y siempre estamos en los eventos importantes para cada uno; sus partidos de básquet y alguno que otro entrenamiento donde no entiendo mucho y mejor leo, pero estoy pendiente de sus jugadas. Voy a sus competencias de matemáticas y él a las mías de química y literatura. También va a mis concursos de canto y a los partidos de voleibol, aunque sepa que yo no jugaré. Se queda a los entrenamientos así sean tarde.Es reconfortante contar con él.
Un bocinazo de auto me saca de mis pensamientos, donde solo somos Alex y yo. Cruzo la enorme avenida con vergüenza de casi dejar que me atropellen y giro mi cabeza en todas las direcciones buscando a mi amigo. Lo encuentro antes de entrar a la toma de fotografía en la escuela.
Tal como lo habíamos acordado él estaba esperando por mí en la esquina del lugar. Le sonrío en cuanto mi mirada choca con su camisa azul Oxford y pequeños puntos blancos y sus tenis en perfecta combinación, aunque él no me vea porque es algo de él que me encanta. A veces hasta combina su mochila con su vestimenta y siempre usa camisas. Y siempre huele tan bien.
Alex me mira y me brinda una de sus sonrisas perfectas que llega hasta el contorno de sus ojos los cuales se arrugan con gracia detrás de sus lentes de pasta negros. Ni siquiera parece nerd, no sé cómo lo hace, luce como un deportista elegante. Alex es eso, un chico deportista con una mente brillante. Me acerco con pasos más largos y le extiendo mi brazo para que choque nuestros puños.
—Un día, esos anillos me van a romper los nudillos. ¿Qué hará este equipo sin mis triples perfectos? —Así me saluda, como si nos hubiéramos visto hace media hora.
Amo que haga eso. Sé después pondrá un beso en mi coronilla y colocará su brazo ssobre mi hombro demostrandome su cariño, porque es ese tipo de amigo.
—Conseguirán a otro poste, aunque ninguno tan guapo como tú.
—Bueno, por supuesto que este rostro es irremplazable.
—Seguro que todas las chicas que te admiran quedarían muy decepcionadas. ¿Dónde encontrarán a otro Alejandro Navarro que acelere sus corazones y haga temblar a los rivales?
Una risa irónica sale de su garganta. Él no cree que sea tan guapo y tampoco tan bueno, ojalá supiera que sí lo es.
—Debes estar confundiendome con Inhar.
—¿Quién rayos es Inhar? —Alex me mira como si tuviera una cabeza extra. —Ya sabes que solo te conozco a ti, Aarón y Lucas. Los demás son solo una mancha en mi memoria.
—Y es por eso que eres mi admiradora favorita. —Ambos sabemos que con eso ha zanjado el tema. Hoy no sabré quien es el chico de nombre extraño.
Me rodea los hombros con su largo brazo haciéndome agradecer mi 1.70 metros de estatura por evitarme la pena de verme tan pequeña a su lado. Siempre me ha abrazado así, es solo que hoy al sentir su pesado brazo sobre mí me sentí un tanto más pequeña y... querida. Como una suave calidez recorriéndome el cuerpo donde su brazo me ha tocado. Mi piel se eriza de forma repentina y me siento diferente.
Giro para ver su reacción, mantiene la mirada fija en el camino. Sus mejillas están ligeramente sonrosadas, más allá de eso no hay nada en su rostro que me indique que ha sentido lo mismo. Agradezco que no me mire, mi rostro está caliente y si me pregunta algo puedo empezar a tartamudear. Aparto el pensamiento que me había resultado más extraño que incómodo y tomo su mano que cuelga sobre mi hombro. Con esa simple acción mis pensamientos se aplacan y me siento en una calma total.
Entramos a la escuela, atravesamos los primeros dos patios para llegar al lugar donde nos tomarán la foto para la credencial. Llegamos al final de la fila, que es larga y creo que podríamos ser los últimos. Cuento de manera rápida treinta personas delante de nosotros. Será una larga espera.
Alex está perdido en sus pensamientos, lo que significa que deberé esperar unos minutos a que termine de imaginar lo que sea que pase por esa cabeza loca. Abro la aplicación de libros en mi teléfono y retomo mi lectura. No puedo concentrarme así que viajo de la notas donde voy escribiendo palabras clave para despues escribir en mi diario y regreso a fingir que leo. Lo hago al menos tres veces. Finjo estar pegada a mi teléfono porque mi cabeza está en la conversación de los chicos de enfrente.
—Mat ¿cómo no estás muriendo de hambre? Es una tortura estar aquí sin comida.
El chico no responde, solo hace una mueca dando a entender que está de acuerdo.
Quiero decirles que no son los únicos, porque no sólo nos habían llamado en vacaciones, sino que habían partido el día justo a la hora de la comida. Aun así, me muerdo el labio para no meterme donde no me han llamado. Segundos después el mismo chico que habló antes gritó con emoción. Ojalá Alex no se quede en su mente por mucho tiempo o comenzaré una convesación con estos desconocidos.
—Oh, acabo de recordar. Tengo una bolsa de gomitas en mi mochila. —Rebusca en la bolsa frontal de su mochila y las saca agitándolas en la cara del otro chico. —No sé desde cuando están ahí, pero comeré lo que sea.
La cara de satisfacción que puso al abrir la bolsa hizo que mi boca salivara de antojo. ¿Qué pasaría si le pido una? ¿Estarán ahí desde el fin de año pasado? Podría correr el riesgo.
—Alex, oye Alex. —Le susurro a mi amigo y muevo un poco su brazo haciéndolo agachar un poco para escucharme mejor. —Quiero de sus gomitas ¿crees que me quiera dar? —Alex refugia su oreja en su hombro por la sensación de cosquillas que seguro le he causado.
Mi amigo me mira sin comprender de lo que hablo. Él siempre es así sino le hablan no escucha conversaciones ajenas. Nunca lo había hecho y no podía esperar que esta vez fuera diferente. Todo lo contrario a mí que si veo la oportunidad de hablar con alguien no voy a fingir que no escucho su conversación.
Es gracioso que cuando nos conocimos habíamos invertido los papeles, pero después de eso ambos comenzamos a sacar la parte más autentica del otro. A él ni se le había pasado por la cabeza mirar a las personas que estaban alrededor de nosotros.
Espero unos segundos a que Alex salga de su mundo, le cuesta un poco ubicarse y salir de su burbuja personal. Al final me mira con reproche cuando nota que hablo de los chicos que están delante de nosotros. Sin decir nada su cabeza comienza a negar, tratando de evitar que haga lo que sabe que haré, sin importar lo que él dijera.
—Espera Leilei, no vayas a... —No dejo terminar a Alex nada de lo que está diciendo y antes de que él suelte el resto de su oración yo ya he llamado la atención del chico parado frente a nosotros. Resignado Alex murmura: —Ugh, lo hiciste.
Sé que la siguiente conversación lo pondrá incómodo porque no sabrá si meterse o regresar a lo que sea que ocurre en su cabeza.
—¡Oye! ¿Me regalas una gomita? —El chico de los rizos alborotados me mira y el moreno que lo acompaña se queda mudo en automático. Aunque no recuerdo haberlo escuchado, creo que hasta su respiración se ha hecho más suave.
—No, es que tengo hambre y si te doy una no me van a llenar.
—No vas a llenarte con una gomita más. —Grito con excepticimo.
—Leilei. —Dice Alex tocando mi brazo. —No es correcto... Da igual, compraremos unas saliendo de aquí.
El esponjado se ríe de lo que acaba de presenciar, su risa se me contagia y también me rio. En segundos, los cuatro estamos riendo a carcajadas. El chico que hasta ahora ha estado callado me mira y noto una ligera sonrisa tímida cruzando sus labios. Le sonrío de vuelta en una sonrisa mucho más amplia.
—Soy Alex. —Mi amigo habla en cuanto todos nos quedamos callados. —Ella es Leilani.
Me encojo de hombros y me siento un poco mal, ni siquiera sé me había ocurrido presentarme. Con razón no me quisieron dar gomitas. Se me pasa tan rápido como llega la vergüenza.
—Soy Jabel, pero pueden decirme Jab.
—Yo soy Matías. —El moreno silencioso habla con una voz suave y tranquila.
—Me agradan. —Suelto con simpleza.
A partir de ahí todo se vuelve risa. Jab encuentra la manera de que en la conversación nos cuente que toda su familia es de cabello rizado y que a veces lo confunden con su hermana porque son gemelos. Alex dice que es extraño que se presente así, yo creo que en realidad es divertido que nos esté contando estas cosas. Significa que tiene la confianza suficiente. Ahora no solo estamos socializando, estamos haciendo un alboroto en el salón, nuestros gritos y risas molestan a todos en el salón.
Matías en un principio es tan tímido que sus palabras deben salir con ganzúa. Entonces Alex siempre tan comprensivo y sabiendo que decir suelta un "Leilani adora el fútbol" haciendo referencia a su camiseta del Chelsea y la cosa cambia. Ya no le para la boca. Estoy impresionada de lo bien que nos llevamos. Hasta Alex ha hecho un match con ellos de manera instantánea, es como si nos conociéramos de toda la vida.
Minutos más tarde, mi abdomen duele de reírme tanto y la señorita que está imprimiendo las credenciales ya nos ha pedido callarnos al menos cuatro veces, cosa que nos avergonzó cada vez, pero aun así no podemos parar.
—Chicos, ya les dije que se callen o tendré que sacarlos que aquí. —Su voz es filosa y nos reta con la mirada.
Mis hombros se encogen con pena. Aprieto mis labios para contener la risa igual que lo hacen Jab y Matías. Alex cuadra los hombros, arregla su camisa y pone esa sonrisa que acabaría con cualquier mal humor.
—Disculpe, no sucederá de nuevo. —Oh Alex, es tan dulce. Ojalá no prometiera eso.
Le bajamos unos decibeles a nuestras voces, pero a pesar de eso y de las miradas de los demás compañeros seguimos con las bromas. Nos reímos entre dientes y lo más bajo que podemos. Descubro que las risas contenidas solo causan más dolor de estómago.
Conversamos por un rato más de cualquier tema que pasara por nuestra cabeza. En unos momentos Matías se queda callado y me mira asustado.
—Leilani, no debes usar esas pulseras. —Señala mis pulseras de ligas de los 90. —Te pueden hacer daño. Eso leí.
—No me digas que crees en esas cosas Mat.
—No, de hecho, yo también lo leí. —Dice Alex poniendose serio.
—Cállate Alex. No seas mentiroso.
Alex se ríe y yo le doy un ligero empujón.
—Yo le di las pulseras. —Le susurra a Jabel que hasta este momento solo ha escuchado atento. Ruedo los ojos, pero una cara de miedo comienza a tomar poder de mí. —Es broma linda, no te va a pasar nada. Y combinan muy bien con tu estilo.
Ya no logro responder, nos llaman a cada uno para la foto. Mientras me acomodo una sonrisa sale por los comentarios que dicen ellos. Han convertido las pulseras de liga en un chiste local. Supongo que este año seremos más de dos personas.
Salimos del salón con unas credenciales quemando en nuestros bolsillos, intercambiamos números y confirmamos que estaremos en el mismo grupo. Jabel crea un grupo en el que estemos los cuatro, tan pronto como nos separamos los mensajes resuenan en mi teléfono. Confirmo que son ellos porque a Alex le sucede igual.
Nos espera un año lleno de risa, malos chistes y buena compañía. En horas nos hemos convertido en cuatro chicos de personalidades muy diferentes con demasiada armonía y cientos de cosas en común. Regreso a casa con nuevos amigos y unas gomitas que Alex me compró para complacer el antojo.
🌿☀️🌿
2 de agosto, 2014.
He pasado cada día de las vacaciones intercambiando mensajes con Alex, Jabel y Matías. Todos han salido de vacaciones de verano menos yo (desventajas de salir en las de diciembre ) y aun así no dejamos de charlar de todo lo que vivimos diario. Es divertido y agradable encajar tanto con alguien. No puedo esperar a que las clases den inicio. No puedo esperar a verlos de nuevo.
Una llamada con Alex me hace pensar en lo mucho que me he acostumbrado a los otros dos chicos. Estamos en silencio meditando la situación cuando él me susurra por el altavoz.
—¿Leilei? ¿Qué te pondrás mañana?
—¿Te preocupa que no combinemos? —Le digo con picardía. —Tal vez nosotros...
—Sí. —Su sinceridad me sorprende. Sobretodo porque me interrumpe y eso no es común en él.
—Oh.
—No quiero que nada cambie entre nosotros, tengo la sensación de que será así.
—Siempre seremos tú y yo. Alex y Leilani. Alex y Leilani. —Lo digo varias veces porque me gusta la idea. —¿Como combinamos cuando nos vestimos tan diferente? Tú eres tan elegante y yo...
—Tú eres alucinante.
Sonrío y aunque no pueda verlo sé que él también lo ha hecho. Mis vestidos no son precisamente lo que yo llamaría elegantes o alucinantes, combinarlos con tenis no ayuda mucho, sin embargo, de alguna manera encajaba con el estilo de Alex cuando estábamos juntos.
—Me gusta cuando usas tus anillos y como nunca te quitas esas pulseras de caucho. Eres una extraña versión de los 90 adaptada a la modernidad. Con tu closet lleno de vestidos de todo tipo, faldas que nada más parecen ser hechas para ti y esas calcetas que insistes en usar. No sé cómo lo haces, pero haces lo imposible posible.
—¿Eso es entre líneas un cumplido? Alejandro Navarro detente o me harás creer que... —Detengo mi oración para no decir nada incómodo. Suspiro. —Usaré un vestido rojo de tela acanalada. Siéntete libre de usar esa información para vernos con gemelos.
Alex no dice nada más, sus pensamientos pueden escucharse a través del teléfono. No de una manera literal. Uh, mi reino por escuchar la mitad de ellos y saber qué piensa cuando se queda así de callado siempre. Dejo el teléfono donde está y me acomodo para escribir hasta que me de sueño. Sé que ambos nos quedaremos dormidos y la llamada se cortará sola y mañana ninguno de los dos hablará de esto. Seremos de nuevo Leilani y Alejandro, los buenos amigos.
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