Leilani

Leilani

Las probabilidades de conocer a alguien (Prólogo)

^^^Para A, mi auténtica alma gemela^^^

^^^quien siempre estuvo conmigo y de mi ^^^

^^^lado y nunca dudó de mí. ^^^

...****************...

¿Alguna vez te has sentido fuera de lugar y como lo que eras antes está desapareciendo? Como cuando te perdías en la tienda de telas de pequeño. Estás asustado todo el tiempo y no distingues a nadie y lo peor ¡no sabes dónde está tu mamá y crees que se irá sin ti! Entonces podrás entender que así me sentía yo en la maldita preparatoria, cada día, desde que entré. O al menos los primeros dos meses.

No tenía a nadie con quien hablar y llegaba a clases sola y me iba sola lo más rápido posible. Ya no era la más lista, ni la más dedicada porque todos en esa endemoniada escuela habían sido los primeros lugares su escuela anterior. Ahí o eras tan listo como para humillar a Galileo Galilei o deportista o ambos. La mayoría eran ambos. Yo ya no tenía nada que me hacía especial. Era como salir al espacio y darte cuenta de que hay más estrellas que nunca has podido ver. ¿Cómo hacer amigo cuando había perdido la confianza en ti?

Veámoslo desde un punto que entiendo mejor; las probabilidades.

¿Cuál era la probabilidad de hacer amigos el primer día en la escuela? Yo podía estimar que un 60% y sí, estoy tomando el factor de que no muchas de esas amistades perduran. ¿El primer mes? Las cifras estarían en un rango de 4/5. Es decir un 80% de posibilidades ya que, para ese momento habrás conocido a todos en clases, pero ¿cuál es la probabilidad de quedarte sola en el tercer mes y parecer un carcayú? Sí, esos pequeños mamíferos que parecen osos, solitarios y malhumorados. No eran muy altas en realidad, un 10%. Claro, a menos que seas yo, porque eso elevaría los números hasta un 36.8% sin ser muy negativa. En ese momento yo me identificaba como un carcayú. Sin ofender a los carcayús.

Podría poner excusas, demasiadas en realidad. Y es que no me consideraba como una amargada, era alguien muy amigable con las personas, o al menos eso era cuando estaba en mi anterior escuela. Como ya dije era abrumador el cambio radical que había dado mi vida; ya no era la más conocida de la escuela, ya no era la más inteligente y tampoco era la más agradable. Eso sumado a que parecía haber perdido mi habilidad de sacarle conversación hasta a las rocas, me tenía en pánico. Tal vez solo estaba asustada.

Nunca fui una fanática de los cambios, no los sabía manejar y esa era la mayor razón por la que no podía estar con nadie más de una clase. Me daba pánico no tener tema de conversación y para ser honesta que tuviéramos que cambiar de salón cada hora me ponía de mal humor. Como te habrás dado cuenta, eran pequeñas cosas que me parecían enormes. Por que estaban juntas, porque era adolescente o cualquier payasada de esas que hacen decir a los adultos "oh los jovenes siempre complicandose la vida". Como si ellos no hubieran sentido que su mundo se acababa antes.

Creo que a todos nos ocurrió en el primer año de bachillerato: los nervios en la punta de los dedos, la emoción de estar a un paso de la universidad sintiéndolo lejano y cerca al mismo tiempo y la oportunidad de explorar un mundo que parecía inmenso y desconocido. Oh, la dulce preparatoria. La amas o la odias. No hay punto medio. Yo comencé odiándola.

Que me corrijan si estoy mal, pero todo hemos escuchado que es una de las etapas más importantes en la vida y debes aprovecharla al máximo. No me sentía así y seguro muchos tampoco lo hicieron. No estaba lista para ese cambio que en un principio parecía genial cuando me ofrecieron ir para estudiar lo que yo quisiera y tener el paso a la universidad. Y sumado a eso iba a poder jugar el deporte que quisiera, si yo lo quisiera. En papel sonaba ideal.

Estando sola una de mis actividades favoritas consistía en ver a las personas pasar e inventarles historias. Lo que significaba que pasaba demasiado tiempo observando a todos, les dedicaba mucho de mi tiempo, o eso pensaba yo.

Tampoco he sido de las que toman del todo bien la derrota y los errores y esa fue otra de las cosas que aprendí al llegar a la preparatoria. No había perdido hasta que llegué ahí. Aceptar que también me equivocaba, que cometía errores de manera constante y que no, no debía ganar todo el tiempo. Y todo eso estaba bien, forma parte de ser humana. Sí, eso fue lo que aprendí el resto de mi estancia en la Preparatoria Soraya Jimenez. Pero no me voy a adelantar a la historia y aquí va el pequeño viaje en el tiempo patrocinado por el diario de Leilani Anzures, el diario que fui escribiendo entre clases durante tres años.

Siéntate y toma nota porque voy a soltarte los consejos que hubiera querido saber antes. Cometí muchos errores, uno de ellos fue enamorarme y al mismo tiempo fue lo mejor que pude hacer, como sea tu juzgarás.

^^^Ciudad de México, 7 de octubre, 2013.^^^

Empecemos diciendo que es lunes. ¡Lunes! Quién haya dicho que los lunes debían ser días llenos de motivación y emocionantes para los nuevos comienzos era un demente. Mi lunes como siempre (este primer año en realidad) empezó a las dos de la tarde, en un salón ubicado al fondo del edifcio de Humanidades que tenía vista directa a las canchas de la preparatoria.

La clase de literatura siempre fue, es y será de mis favoritas, nunca podría cansarme de los clásicos y las discusiones que surgen en el salón. Es en parte lo que me hace seguir entrando, otra parte es lo mucho que me divierto inventándole historias a mis compañeros. No estoy hablando del chismes, más bien de cómo paso demasiado tiempo observándolos e intentando crear historias de ellos en mi cabeza, al menos así tengo un poco de interacción y sí, ya sé que suena triste. 

Pero este lunes, este glorioso lunes vi a este chico. Es alto, fuerte, esbelto y tiene la espalda ancha. Veo como las fibras de sus músculos se marcan incluso con la camisa puesta, además tiene una sonrisa preciosa. Increíblemente guapo. Mi confusión seguro es notable, ¿cómo pude no haberlo visto por dos meses? ¿O fueron tres? No sé, perdí el sentido de tiempo por un segundo. ¿Acaso es nuevo? Fuerzo a mi hipocampo en una búsqueda exhaustiva que me indique que ya lo había visto, pero nada. No aparece nada.

No tengo tiempo para seguir analizándolo, la cosa es, que no sólo estoy en clase de literatura, estamos jugando a buscar definiciones en el diccionario y para ser honesta, es lo más satisfactorio que he hecho en meses. Otra vez, sé que suena patético y no me importa.

La palabra "grabar" se repite en mi cabeza una y otra vez. Mis ojos buscan con desesperación entre las líneas para dar con ella antes que el pelinegro que se encuentra a un lado mío y que parece que huele a... NO, ahora no. Mi competitividad está al cien y me siento eufórica cuando hallo la palabra; mi dedo viaja por la página al mismo tiempo que de mi boca brota el sonido:

—Grabar: Escribir o trazar sobre metal, madera, piedra u otra superficie dura una figura, un dibujo, signos o palabras.

Estoy hablando lo más rápido que puedo, el aire se me acaba y apenas logro terminar con dificultad, sin embargo, de manera simultánea a la que yo hablaba una voz grave salía de la vara de dos metros; mi contrincante:

—Pesar [un impuesto, tasa u otra carga] sobre cierta cosa.

Su definición había sido más corta era cierto, pero también él más listo porque no había dicho "gravar" y había buscado con la "v" no sé si lo hizo a propósito. Seguro que sí, como dije aquí todos son tan listos que duele. Y a este sujeto le había funcionado, por unos segundos deseo haber pensado en eso. ¿Cómo puede ser atlético, guapo y listo? Deberían de existir reglas en el universo que lo impidan. Mentira. Debería ser siempre así. Solo lo digo porque estoy furiosa. Seguro fue su estupido aroma que me atontó los milisegundos suficientes para ganarme.

Habíamos encontrado la palabra al mismo tiempo y por su astucia le han dado el punto. El chico me ganó y yo no sé si odiarlo o admirar su inteligencia. En el primer instante decido lo primero, porque con la derrota tengo que hacer un baile ridículo en frente de todo el grupo. ¡Que humillante!

Bailando como pollito y en medio del baile de humillación por mi cabeza brotan ciertas preguntas "¿cuántos años teníamos? ¿Dos?" Y "¿No era ilegal hacerle eso a los alumnos en pleno siglo XXI?" Pues la respuesta es no y tampoco era el fin del mundo, pero por favor intenten no sentir vergüenza estando frente a un grupo de personas de 15 y 16 años bailando el pollito. ¡Es imposible!

Al final da lo mismo porque me siento en mi lugar ¿ya usé la palabra humillada? Bueno más que eso, algo confundida por mi rival. Una vez más busco en mis recuerdos sin éxito. Me causa conflicto que una cara tan tierna y fácil de recordar me ha pasado desapercibida y eso agregándole la estatura. Okey, me molesta no haberlo visto antes también porque es guapo, seguro le habría hablado o no. Tal vez no.  Definitivamente no, los guapos suelen ser odiosos.

La verdad, no encuentro una respuesta coherente, de hecho, el resto de la clase me la paso pensando en eso y entonces llego a la conclusión de que es seguro que no me he esforzado tanto en conocer a las personas de mi salón como pensaba antes y que no es tanto por mi miedo al cambio sino al rechazo. Eso y que prefiero pasar mis horas llenando páginas y páginas de lo que sucede a mi al rededor en lugar de vivirlo.

Cuando termina la clase salgo del salón tan rápido como puedo y me dirijo a la cafetería, aprovechando el clima y usando también como una mínima excusa mi reciente derrota pido un chocolate caliente. Nunca existirá algo más reconfortante que eso.

En el momento que estoy por pagarlo la misma vara de dos metros aparece de nuevo en mi rango visual, ruedo un poco los ojos, pero decido que no puedo ser tan cerrada además él está ahí parado con una sonrisa genuina e invitándome el chocolate. ¿Y no soy yo la que ha pasado las últimas dos horas pensando en hablarle?

Lo miro con un poco de desconfianza, él no pierde la sonrisa. Hace trastabillar mi seriedad. Al final cedo y me quito del lugar dejándolo pasar y permitiendo que mis fosas nasales inicien el proceso de memorizar su aroma.

Oh, es desodorante y algo más.

De manera inmediata y casi automática me siento en una de las duras bancas redondas de concreto, me siento extrañamente aliviada cuando lo veo imitar mi acción.

—¿Leíste la palabra? —Asiento con la cabeza y aprieto los labios. Él extiende el brazo ofreciéndome el ticket que le agradezco muy suave y tomo para reclamar el chocolate. —El empate hubiera sido justo.

—Que lo dijeras en la clase, hubiera sido más justo. —No intento ser hostil y aun así es como mi voz sonó, eso no lo hace retroceder solo sonríe y se encoge de hombros.

—Touché... —Me gusta su voz, tal vez no es tan profunda, pero sí muy tranquila y me hace sentir en confianza. —¿Quieres la revancha?

Me gusta que me habla con total confianza, como si me hubiera conocido desde antes y supiera tratarme. Me habla con sonrisas y me hace sentir de nuevo yo. Solo Leilani, sin el "la más lista"  "la más habladora", nada de eso. Leilani Anzures. Entro en confianza tan rápido como su sonrisa aparece en su rostro.

—¿Harás el baile humillante cuando pierdas? —Ya no sueno molesta, al contrario, hasta le estoy sonriendo en un efecto derivado de su sonrisa. Pensé que se había quedado sin respuesta, a los pocos segundos él se levanta y hace el baile que antes yo había hecho en clase. Me rio con fuerza y siento que me relajo un poco más. —¡Ay no! Es suficiente, con eso me basta. Por favor, no vuelvas a bailar nunca.

Su risa linda y tímida me llega una vez más a los oídos y una vez más me río con él. Es algo fácil y contagioso, me agrada la sensación y sobretodo la compañía. Esperamos a que mi chocolate salga y caminamos sin rumbo fijo. La vara de dos metros, que en realidad no mide dos metros sino uno ochenta y cinco y que tiene por nombre Alejandro Navarro me propone sentarnos en una mesa cuadrada de concreto de un lindo tono marfil con dos bancos igual cuadrados en los cuales si te sientas y sacudes el cuerpo con suavidad las puedes hacerla girar un poco de lo débiles que son.

Es un lugar que a casi nadie le gusta y la verdad no entiendo las razones. Me pregunto si ¿será por qué es un espacio más de transición que de estadía? Son solo un par de mesas dispuestas en dos bordes de una linda jardinera llena de iresines y lantanas que enmarcan las escaleras del edificio de Humanidades. Es un lugar bastante cómodo a pesar del material, en este preciso momento nombro en secreto aquellas banquitas como mi nuevo lugar para leer. Alex lo nombra nuestro lugar de encuentro y no me molesta en absoluto que de por hecho que nos seguiremos encontrando.

Lo mejor de todo es que mi probabilidad de tener un nuevo amigo ha aumentado de forma gigantesca porque Alex y yo hicimos un clic inmediato y me reí este día más de lo que había hecho en los primeros tres meses. De pronto el bachillerato ya no parece tan malo, ni tan aburrido.

En unos meses cuando relea estas páginas sabré que el tiempo ha hecho su trabajo y que no recuerdo más estos tres meses previos en los que me sentí sola y con miedo porque Alejandro estará a mi lado. Me lo dice mi instinto y siempre he creído en él.

La sonrisa de Alex me dice que se siente igual. Hemos encontrado un aliado. He encontrado a Alex Navarro, el chico a quien no le molesta que seamos solo los dos y que pase horas frente a mi diario. Y siendo honesta a mí tampoco me molesta su presencia en ningún momento. Ni siquiera ahora que intenta leer sobre mi hombro.

Capítulos
1 Las probabilidades de conocer a alguien (Prólogo)
2 I. Un ensamble perfecto
3 II. ¿Es instinto o terquedad?
4 III. Debes estar bromeando
5 IV. Conversaciones (in)necesarias
6 V. Hey ¿eso fue un empujón?
7 VI. Auch ¿eso fue un rechazo?
8 VII. Okey ¿eso fue una excusa?
9 VIII. Inhar, el rey de los bastardos
10 IX. ¿Es Bieber atractivo?
11 X. Diferente día, mismo problema
12 XI. Momo, no te burles de mí
13 XII. Jabel, el rey de la manicura
14 XIII. Beatus Paulo Moments
15 XIV. Lo pasado pisado
16 XV. Matías, el rey de los niñeros
17 XVI. Molaridad y normalidad
18 XVII. Perfectum Momentum
19 XVIII. Corazón confundido
20 XIX. Las señales están ahí
21 XX. Media vuelta (parte 1)
22 XXI. Vuelta y media (parte 2)
23 XXII. Lo único constante en la vida es que todo cambia
24 XXIII. Amor en el aire
25 XXIV. El día que Antheia apareció (parte I)
26 XXV. El día que Eros apareció (parte 2)
27 XXVI. Girasoles, galletas y sorpresas
28 XXVII. Es mejor pensar (parte 1)
29 XXVIII. Es mejor hablar (parte 2)
30 XXIX. Es mejor actuar (parte 3)
31 XXX. Agnes, la reina de la inexpresividad
32 XXXI. El Sol es una estrella ¿correcto?
33 XXXII. Azahara, la reina del “no pasa nada”
34 XXXIII. Cuando lo ves, cierras los ojos
35 XXXIV. Inhalo, pero no exhalo
36 XXXV. Base, escolta y alero
37 XXXVI. Casus belli
38 XXXVII. Parvus valuable moments
39 XXXVIII. Afrodita está contra todos (parte 1)
40 XXXIX. Afrodita está con todos (parte 2)
41 XL. Los futbolistas incondicionales
42 XLI. ¿A eso llamas una disculpa?
43 LXII. El coloso de Santa Úrsula
44 XLIII. Ápate, Dolos y Hermes
45 XLIV. La práctica hace al maestro
46 XLV. Llegamos a donde pertenecemos
47 XLVI. Un millón de palabras
48 XLVII. Alex, el rey de mi corazón (Final)
Capítulos

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1
Las probabilidades de conocer a alguien (Prólogo)
2
I. Un ensamble perfecto
3
II. ¿Es instinto o terquedad?
4
III. Debes estar bromeando
5
IV. Conversaciones (in)necesarias
6
V. Hey ¿eso fue un empujón?
7
VI. Auch ¿eso fue un rechazo?
8
VII. Okey ¿eso fue una excusa?
9
VIII. Inhar, el rey de los bastardos
10
IX. ¿Es Bieber atractivo?
11
X. Diferente día, mismo problema
12
XI. Momo, no te burles de mí
13
XII. Jabel, el rey de la manicura
14
XIII. Beatus Paulo Moments
15
XIV. Lo pasado pisado
16
XV. Matías, el rey de los niñeros
17
XVI. Molaridad y normalidad
18
XVII. Perfectum Momentum
19
XVIII. Corazón confundido
20
XIX. Las señales están ahí
21
XX. Media vuelta (parte 1)
22
XXI. Vuelta y media (parte 2)
23
XXII. Lo único constante en la vida es que todo cambia
24
XXIII. Amor en el aire
25
XXIV. El día que Antheia apareció (parte I)
26
XXV. El día que Eros apareció (parte 2)
27
XXVI. Girasoles, galletas y sorpresas
28
XXVII. Es mejor pensar (parte 1)
29
XXVIII. Es mejor hablar (parte 2)
30
XXIX. Es mejor actuar (parte 3)
31
XXX. Agnes, la reina de la inexpresividad
32
XXXI. El Sol es una estrella ¿correcto?
33
XXXII. Azahara, la reina del “no pasa nada”
34
XXXIII. Cuando lo ves, cierras los ojos
35
XXXIV. Inhalo, pero no exhalo
36
XXXV. Base, escolta y alero
37
XXXVI. Casus belli
38
XXXVII. Parvus valuable moments
39
XXXVIII. Afrodita está contra todos (parte 1)
40
XXXIX. Afrodita está con todos (parte 2)
41
XL. Los futbolistas incondicionales
42
XLI. ¿A eso llamas una disculpa?
43
LXII. El coloso de Santa Úrsula
44
XLIII. Ápate, Dolos y Hermes
45
XLIV. La práctica hace al maestro
46
XLV. Llegamos a donde pertenecemos
47
XLVI. Un millón de palabras
48
XLVII. Alex, el rey de mi corazón (Final)

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