Valentina, Titán y el prometido

Capítulo ocho - Dime que si

–Hola, Valen. Te envío por mail los mensajes que tengo del campamento. Espero que te sean de ayuda. Te quiero, Titán–

Valentina estaba con su madre esperando que le dieran el alta a su padre cuando recibió la lista de mensajes que ella y Titán se habían mandado durante el campamento. Quería verlo, pero prefirió esperar a llegar a casa para hacerlo.

–Valentina, puedes dejar de trabajar hija. Tu padre está viniendo –dijo la madre de la joven reprendiéndola.

Normalmente ella estaba al teléfono por asuntos de la oficina. Su madre no dudaría de eso ya que era una chica muy aplicada en los negocios de la empresa de su padre.

–Stephen, que gusto verte –dijo el padre de Valentina que venía en la silla de ruedas acompañado por el camillero del hospital.

Valentina se dio vuelta sorprendida. Ella no le había dicho a Stephen que su padre saldría a esa hora.

–Señor, no me perdería su alta por nada –dijo Stephen y lo ayudó a ponerse de pie.

–Míralo muchacho, ese es mi futuro yerno –le dijo el padre de Valentina al joven que llevaba su silla.

–Me alegro por su hija –dijo el muchacho y se retiró.

Valentina se sentía avergonzada. El joven era Brandon, el amigo de Titán. ¿Por qué tenía que ser él? Ahora Titán se enteraría de lo ocurrido.

Mientras los cuatro estaban en el restaurant eligiendo lo que iban a almorzar. Valentina no podía dejar de pensar si era necesario escribirle a Titán para darle una explicación.

–Valen, ¿quieres que elija el vino por ti? –preguntó Stephen mientras que ella volvía en sí.

–Creo que voy a tener que dejarlos, surgieron algunas cosas que debo solucionar –dijo ella, pero su padre la obligó a quedarse.

–Valentina, acabo de salir del hospital, estamos almorzando con tu prometido. Dame ese gusto al menos hija –dijo él hombre de manera amable, pero como si ella no tuviera opción más que aceptar.

–Señor Novak, entienda que Valentina se estuvo haciendo cargo de todo sola. Necesita atender sus responsabilidades –dijo Stephen para que su padre le diera un respiro a la joven–. Además, me gustaría que usted me ayude con algo.

Valentina no les prestaba demasiada atención por lo que no vio la cara de complicidad que su prometido le había hecho al señor Novak.

–Tienes razón, dejemos que Valentina resuelva los asuntos de la empresa. Tal vez estoy siendo demasiado controlador –dijo el hombre fuera.

Valentina le envió un mensaje a Titán y le pidió que se vieran. Ella pasó a buscarlo por su casa. Estaba demasiado ansiosa por lo que no esperó a que este le respondiera. Cuando él la vio en el taxi con su hermoso cabello suelto, sin peluca ni disfraces supo que algo estaba pasando.

Subió y después de eso Valentina le pidió al taxista que los llevaran al departamento de ella. Cuando titán quiso hablar ella le pidió que esperara. Había sido descuidada y no se había disfrazado, era posible que los vieran y no quería que nadie tuviera un indicio de lo que ocurría. Una vez que entraron al departamento de Valentina Titán le hizo una seña con los brazos, como si esperara una respuesta.

–Lo siento, no quería que pensaras que Stephen vino con nosotros porque no lo invité. Además, con lo que le ocurre a mi padre debo fingir que estamos juntos. Pero no es así –dijo Valentina eufórica.

Titán se acercó a ella y tras acariciar su rostro la besó. Dulcemente se alejó de sus labios y sonrió.

–No entiendo de que estas hablando –expresó él feliz de lo que sea que esto significara.

–Brandon estaba en el hospital y nos vio a mis padres y a mi cuando Stephen llegó –dijo ella avergonzada. ¿Por qué le preocupaba tanto lo que Titán pensara? ¿Tal vez le preocupaba que reaccionara como cuando supo que ella se iba a casar?

–Ya me dijiste que es un matrimonio de mentira. Creo que es entendible que los fotografíen juntos, o que incluso aparezca en momentos familiares. No me molesta mientras vuelvas a mi por esto –dijo Titán y volvió a besarla. Esta vez no se detuvo, y mientras lo hacia le levantó un poco el hermoso vestido bordó que llevaba para rozar su zona más sensible.

–Titán, yo –Valentina se sentía avergonzada ya que su cuerpo respondía a su contacto.

–Me gusta saber que mis besos te provocan –dijo él sacando sus dedos húmedos–. Aunque no se cuanto más podré seguir comportándome como un caballero contigo.

–No lo hagas, solo sé cuidadoso –dijo ella y le agarró la mano para que la acompañara a la cama.

Entre caricias y besos ambos se dejaron llevar. Valentina podía sentir como Titán la volvía vulnerable ante su presencia. Sin embargo, él sentía que ella lo hacía fuerte, listo para los acontecimientos que la vida les pudiera ofrecer. Una vez que ambos quedaron satisfechos y se permitieron descansar, él la abrazó.

–No voy a huir –le aclaró ella.

–Ya no creo que eso sea posible –dijo él sonriendo, era algo que no se imaginaba que pudiera ocurrir luego de haber estado tantas veces en su interior–. Quiero que seas mi representante y quiero ser tu amante.

–¿Me lo dices en serio? –preguntó ella entre pequeñas e inofensivas risas.

–¿No es así como se le ofrece a una mujer comprometida ser el amante? –preguntó Titán y la besó.

–No sé si pueda con esto. Acabo de huir de mis padres para verte –dijo ella preocupada.

–¿Y no se sintió genial? –preguntó él y ella sonrió. Había sido la mejor experiencia que tuvo en años.

–Me gustaría escucharte cantar como el otro día –dijo Valentina.

–¿Te refieres a la canción que te dediqué, pero ni siquiera escuchaste? –preguntó Titán con una de sus encantadoras sonrisas.

–¿Era para mí? –preguntó ella asombrada.

–Todas mis canciones son para ti. Tu eres mi musa, mi amor –dijo Titán y la besó en los labios–. Ahora dime que serás mi representante y lo tendré todo en este mundo.

Autora: Osaku

Todos los hechos y personajes de esta novela pertenecen a la ficción. Cualquier semejanza con la realidad son pura coincidencia.

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