4. Eider Roser

Ya habían pasado diez años, desde que Karla había reencarnado en el cuerpo de Eider, ahora era más alta y como se lo había propuesto a sus padres, aprendió a defenderse muy bien. En un principio se le hizo difícil, pero con la práctica fue mejorando.

Ahora estaba en uno de sus acostumbrados paseos por el pueblo, en esta ocasión no fue a caballo, pero le servía para hacer ejercicio. Una que otra chica voltea a verle, ella suspira y trata de apresurar su paso, llegando al mercado donde se supone debía estar Mary, a lo lejos la ve comprando, cuando un hombre se acerca a ella y la jala del brazo, Eider enseguida se acerca sujetando al hombre del brazo.

-¿Qué cree que hace? -dice Eider.

El hombre tira de su brazo y se zafa del agarre, sombrándose por el chico que tenía frente a él. Claro que lo reconocía, todos sabían de él.

-¡Yo… solo quería preguntar algo a la señorita! -dice nervioso.

-¡Eso no es cierto! -grita Mary -Esté hombre, me llamo “perra”, solo porque no le hice caso.

El hombre se gira nervioso, lo que menos quiere es hacer enojar a ese chico, conocido como “la espada Roser”, título que se ganó al ser el mejor espadachín del imperio.

-¿Así qué, molesta a mi sirvienta?

Eider parecía molesto, pero solo lo hacía para mantener su reputación del chico frío.

El hombre enseguida cae de rodillas y súplica por su vida.

-¡¡Lo siento, mi Lord… no sabía que era su sirvienta!!

Eider le coloca su pie sobre la cabeza y presiona un poco.

-Solo porque sabes pedir disculpas -sonríe -Para la próxima no tendrás ni lengua para hacerlo.

Eider quita su pie y el hombre se levanta y sale corriendo. Mientras Eider suspira, se tambalea un poco.

“Nunca me acostumbraré a ser mala”

-Gracias… -dice Mary con lágrimas en los ojos.

Eider la abraza para consolarla, por suerte, la chica creció más alta que la mayoría de las chicas o no sería posible la farsa del “chico”.

-Tranquila Mary.

Terminaron de hacerlas compras y se van de regreso al Marquesado.

En una mansión cerca de la frontera de Dalton.

Un hombre de cabello largo, recogido en una coleta, camina por los pasillos llevando unos papeles en la mano. Abre la puerta de una habitación y allí está un hombre sentado sobre la cama.

-Duque -saluda.

-Dominic, ¿Está resuelto el problema?

-Todavía. Pero vine por otro motivo, al fin lo encontramos.

El chico pelirrojo se levanta rápido y le quita los papeles a Dominic.

-¿Dónde? -se apresura a preguntar.

-Es un chico, hijo único del Marqués Roser, un gran espadachín, estuvo un tiempo como caballero en el palacio. Gran reputación, se le conoce como “la espada Roser”

El pelirrojo levanta la mirada, él juraría que era una niña, pero estaba seguro de que Dominic nunca se equivocaría de persona.

-Bien. De cualquier forma, quiero verlo.

-No creó, el chico es muy reservado y se mantiene lejos de casi cualquier noble.

-No me importa. Prepara todo, iremos al pueblo de Preint. Después de todo el Marqués es un viejo amigo de la familia.

Dominic hace una reverencia y se sale. Jamás puede acostumbrarse a lo necio que es el Duque. Aun así fue hacer lo que le pidieron.

Dominic era un vizconde, pero decidió seguir al Duque, su amigo. Después de que el pelirrojo lo salvara a él y a su familia, le juro lealtad. Con el tiempo se volvieron amigos y fue cuando le encomendó la tarea de buscar a una persona muy importante para él. No tenía muchos recuerdos, pero mencionó que probablemente era una chica o un chico, de cabello rubio y ojos verdes, pero resulto que la única persona con rasgos similares era un chico.

Ahora tendrían que ir en su encuentro.

“¿Será que le hizo algo? Y por eso lo anda buscando” “Pobre chico, no quiero estar en sus zapatos”

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