11.

Escuchó sus pasos caminar por el pasillo y ahora no los escuchaba calmados en lo más mínimo. Sintió que ahora, afuera de su habitación, estaba caminando un gigante que estaba esperando el momento en que él saliera del lugar para atacarlo y devorarlo.

Se quedó sentado en su cama abrazando sus piernas y aún seguía estando asustado. No sabía porque Jaehan había regresado tan temprano, pero imaginó que no había sucedido algo bueno. Soltó un suspiro y vio el mueble que había puesto en la puerta para evitar que él pudiera entrar, aunque sabía que ni siquiera un bloque de cemento lo iba a frenar si deseaba hacerlo. Siempre lo había visto grande, intimidante, con un rostro serio y unos ojos negros llenos de peligro, pero ahora todo eso había aumentado mil veces peor.

Escuchó ruidos abajo y no supo lo que estaba haciendo, pero Jaehan estaba botando todo lo que había sobre la mesa. Piso más de un tomate que había caído al suelo y tiró todo al piso como si fuera algo totalmente asqueroso.

El enojo que lo estaba dominando era casi irracional, pero sentía su cabeza caliente por el enojo que recorría todo su cuerpo. Había llegado a su casa un tanto molesto por algunos problemas en la agencia, pero ver a Saije sentado con Michael hablando felices y como si fueran los dueños de la casa, lo había superado. Las ganas que tuvo de tomar a su trabajador para golpearlo hasta matarlo fueron tantas que tuvo que ocupar una fuerza descomunal para poder controlarse y no hacerlo. Las formas en que había imaginado golpear su cabeza con sus puños y sus pies se podrían categorizar como inhumanas y descabelladas.

No solía ser violento y siempre tenía paciencia con todos, no solo con Saije, pero cuando se enojaba muchos lo categorizaban como un verdadero monstruo. No iba enfrentándose con cualquiera por simple gusto y muchos lo conocían por ser amable, paciente y una buena persona, pero, al igual que muchas otras personas, Jaehan también tenía sus demonios interiores que solían salir a la luz para asustar a los demás.

Por unos segundos, se quedó viendo la comida tirada en el suelo. No entendía como a otra persona lo podía tratar bien, cuando a él, que era quien estaba ayudando a su familia por simple amabilidad, le estaba haciendo la vida imposible.

Pasó las manos por su rostro para terminar en su cabello soltando un suspiro porque sentía que podía tirar la casa abajo. Sin más, solo salió de la casa cerrando la puerta con fuerza y se subió al auto para marcharse. Saije lo vio irse dejando una hilera de polvo. Tragó saliva y no supo lo que estaba sintiendo, pero no era una buena sensación.

Bajó las escaleras con cuidado pensando que Jaehan podía aparecer gritando de nuevo con ese rostro lleno de terror y sus ojos dorados por el enojo.

Sabía que algunos Alfas solían cambiar el color de sus ojos debido a sus emociones, pero nunca creyó que un Alfa se podía ver tan aterrador por eso. Al llegar a la cocina, se quedó parado viendo como todo estaba tirado. Se arrodilló en el suelo para tomar un plato roto y se sintió mucho peor. Pensó que Jaehan le iba a agradecer por haberle preparado algo bueno y que, de alguna manera, todo se iba a volver un poco mejor entre ellos, pero se dio cuenta de que no iba a ser de aquella forma.

Él siempre solía rechazar la comida de otros y tirarla al suelo sin duda alguna, pero era primera vez que sabía lo que aquello podía provocar. Al ver su comida tirada en el suelo que había preparado con esmero y ganas le hizo sentir casi miserable. Sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas y comenzó a recoger las cosas con cuidado para no hacerse alguna herida debido a los platos rotos.

Cuando Jaehan regresó, Saije lo quedó mirando por la ventana. Era de noche, pero lo vio apoyarse en su auto de manera extraña. Pensó en que tal vez algo le ocurría cuando lo comenzó a ver caminar de forma tambaleante. No era muy difícil de entender: Jaehan estaba ebrio.

Aquello le provocó pánico. Ya lo había visto enojado y esas feromonas lo habían dejado horrible. Comenzó a imaginar cosas que lo asustaron mucho más y caminó hasta la puerta para comenzar a mover el mismo mueble de hace un rato para dejarlo ahí cubriendo la entrada. Se quedó parado unos segundos cuando comenzó a oír sus pasos que se estaban acercando.

Jaehan lo hacía de manera lenta mientras se sostenía de la pared. Sonrió sin saber muy bien el por qué de aquella acción y volvió a llevar su botella a la boca para beber del licor.

Se detuvo unos segundos cuando escuchó un ruido y miró a su derecha para ver la puerta. Se quedó parado nada más mirándola y volvió a beber más alcohol. Estaba ebrio y tal vez demasiado, pero sabía quién estaba ahí y aún recordaba el enojo que sentía por estar alimentando a alguien que no era él. Apretó la botella con enojo y se acercó a la puerta para golpearla.

Ante eso, el Omega dio un respingo y pensó lo peor. Su corazón se aceleró y su cuerpo tembló.

—¡Oye! —exclamó y volvió a golpearla con más fuerza mientras se reía —. ¡¿Qué haces aquí?! Creí que ya estarías con ese Beta.

Saije no supo de qué estaba hablando y solo retrocedió hasta apoyar su espalda en la pared. Cerró sus ojos con fuerza y se cubrió los oídos para dejar de escuchar cosas que le hacían tener recuerdos horribles y dolorosos.

—¿Por qué me casé con un Omega? —preguntó, apoyando su cabeza en la puerta, sin poder encontrar la respuesta a aquella pregunta que casi le provocaba dolor de cabeza y ganas de tirar la puerta abajo.

El golpe de una fuerte patada incluso hizo temblar los muebles que cubrían la puerta.

—¡Me estás volviendo loco! ¡Tus malditas cosas están por todos lados! ¡Incluso ebrio siento tu aroma por toda la casa!

Le dio otra patada a la puerta y odiaba beber, pero siempre lo volvía a hacer. Bebía hasta perder la consciencia y, al otro día, el dolor de cabeza y malestar apenas lo dejaba abrir los ojos. Era día de semana y, de aquella manera, se tuvo que levantar cuando la alarma sonó y se fue a la cocina donde bebió café como loco y tomó casi una caja de analgésicos para irse a su trabajo.

El auto fue manejado por uno de sus chóferes y él solo mantuvo la mirada baja con los ojos cerrados porque el ver la luz del día era un martirio.

Al llegar a su empresa, subió al ascensor y caminó hasta su oficina. Al abrir la puerta, fue que vio a una mujer tan alta como él e incluso más por los tacones que usaba. Su cabellera negra era larga hasta su cintura y sus ojos eran negros también. Jaehan supo que estaba muerto porque su madre estaba justo frente a él y de una forma que ella odiaba encontrarlo.

La mujer lo examinó con cuidado y se cruzó de brazos. Su rostro serio y su altura imponente solo demostraba el hecho de que era una mujer Alfa.

—Buenos días, madre —dijo él acercándose a ella para besar su mejilla.

—De buenos no tienen nada para ti parece, Jaehan. Creí que ya habías dejado de lado la mala costumbre de beber entre semana —habló ella enojada —. Pero ya veo que no fue así. Con tu padre te dijimos como eran las cosas la última vez que bebiste. No puedes venir en estas condiciones horribles a trabajar.

—No volverá a pasar.

—Has dicho eso demasiadas veces. Vine temprano para ver a mi hijo, pero si vas a estar de esa manera, entonces me voy.

Pasó caminando por su lado de forma segura.

—Iba a venir tu padre también, pero menos mal que le dije que se quede descansando. No me habría gustado verlo triste al ver a su hijo así.

El retumbar de la puerta aumentó su dolor de cabeza. Quiso golpearse un par de veces por haber perdido la compostura anoche, pero el enojo había sido arrasador que no le dio tiempo a nada.

Se sentó en su silla soltando un suspiro. Su madre siempre había sido estricta, a ella no le gustaban las mentiras ni las cosas raras. Para ella las promesas eran fundamentales, pero le había dado muchas oportunidades a Jaehan y él siempre las rompía. Su padre era Omega, así que era más paciente, pero también solía enojarse en algunas extrañas ocasiones.

Se echó hacia atrás en la silla y solo se puso de pie para irse a su casa.

Magdalena se encargó de cancelar todas sus reuniones con agilidad y lo vio marcharse.

Al llegar a casa, no habían transcurrido más de cuatro horas. Todo estaba en silencio y se fue a su habitación sin antes detenerse frente a la habitación de Saije. Sabía que había estado diciendo cosas anoche, pero no estaba muy seguro si habían sido cosas malas, bueno u horribles. Quiso tocar la puerta, pero pensó en que Saije estaba durmiendo, mas se equivocó porque el Omega no se encontraba en ningún lugar de la casa.

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Comments

Dafne_Mimi08

Dafne_Mimi08

bueno yo aún no conozco bien a los personajes así que no digo nada ,solo pido que lo amarren aun tinaco por si se pone bravo

2023-11-23

115

Angie Cruz Salinas

Angie Cruz Salinas

la verdad estoy del LADO del alfa, El no sabe que la comida era para El solamente vio a su esposo que lo trato muy Mal pero que a otro hombre si lo estaba atendiendo , bueno no es como si fuera adivino y El omega tampoco ayuda si no que la comida supuestamente espial para El alfa de la estaba dando tambien Al beta y luego lo defendio delante del que queria agradecer , la verdad quien no lo hubiera malentendido.

2023-12-27

36

Lilly

Lilly

pues es que tú también😒 te adelantaste Saije te estaba preparando comida.

2024-04-13

3

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