7.

—Buenos días, jefe —le saludó Magdalena con amabilidad igual que siempre mientras se ponía de pie al verlo pasar a su oficina. Tenía su cabello rubio tomado en un moño alto.

—Hola, ¿qué tal todo?

—Todo bien, señor, todo está perfecto. No tiene ninguna llamada y tampoco alguna reunión de último minuto. Tendrá un día tranquilo.

—Eso es bueno —habló él.

Ambos entraron a la oficina donde Magdalena le habló de algunas cosas que él iba escuchando atentamente a la vez que respondía unos correos.

—Por supuesto, eso es algo imprescindible. Dale mis felicitaciones, por favor. También manda a comprar un ramo de flores con una tarjeta.

—Como ordene, pero él espera que acuda personalmente porque quiere aprovechar ese día para hablar sobre unas nuevas inversiones a las que espera que usted acepte, jefe.

—Ya veo, dile que veré que cosas tengo y decidiré si iré o no.

—Por supuesto. ¿Está muy cansado? —preguntó ella al verlo soltar un suspiro y como movía su cuello un poco de forma circular.

—Creo que dormí un poco mal anoche. Tengo mucho dolor de cuello.

Ella lo vio como una muy buena opción que no debía desaprovechar. Sus planes para querer estar con él se habían visto interrumpidos con aquel supuesto matrimonio, pero como veía que él no hablaba mucho y que a veces ni siquiera llevaba su anillo, comenzó a pensar que no tenía la más mínima importancia para él.

—Si me permite, le puedo ayudar con eso —susurró rodeando el escritorio —, sé hacer unos muy buenos masajes. Verá que se sentirá mucho mejor.

Jaehan quiso negarse porque eso no formaba parte de su trabajo en lo absoluto, pero al notar que Magdalena no mentía, le fue imposible negarse. Ella, en algún momento de su vida, había tomado clases y siempre le hacía masajes a su madre, así que estaba más que acostumbrada y sabía muy bien donde debía presionar y con qué fuerza para darle relajación a la persona.

—Tiene mucha tensión, jefe, ¿seguro que no es nada grave? Le puedo ayudar en lo que usted desee —le recordó con amabilidad.

Vio su cabello negro brillante y sedoso, pero de un color azul. No entendía muy bien el por qué de aquello y él tampoco había dicho algo al respecto. Acercó su rostro para tomar un poco de su aroma y sonrió porque su aroma le encantaba. Estaba más que segura que, si tenía hijos con él, serían Alfas y los hijos más famosos de todo el mundo.

—Solo algunos problemas en casa y ya.

—¿Con su esposo? Se supone que debería estar feliz, pero pareciera que solamente obtiene más y más problemas cada día.

Jaehan se quedó procesando aquellas palabras y se movió para alejarse.

—Muchas gracias, Magdalena, puedes retirarte.

Ella pudo notar que había cambiado su tono de voz y soltó una sonrisa nerviosa.

—Por supuesto, jefe, me avisa si necesita algo.

Jaehan la vio salir y desvió la mirada. Encendió la televisión de su oficina donde nada más hablaban de su boda y que el Omega seguía siendo todo un misterio. Soltó un suspiro y se repitió que debía hablar hoy a más tardar con Saije o las cosas se podrían ir poniendo peor. Era un secreto, pero los secretos nunca se podían mantener de aquella manera, siempre terminaban saliendo a la luz.

Por un lado, se sintió culpable por lo que le había hecho hace dos días, así que pensó en enmendar ese error. Era un malcriado, pero sabía que esa no era la forma correcta de enseñarle como era el mundo realmente.

Se fue a unas reuniones ya previstas donde le mostraron unas presentaciones sobre las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas de la empresa. Magdalena le dio café a todos porque el invierno estaba por llegar y los chocolates calientes estaban comenzando a estar presentes en muchos lugares. Pensó en que la calefacción de la casa estaba mala y que probablemente iba a tener que arreglarla para que Saije, quien iba a tener que estar más tiempo en la casa, no sufriera por el frío.

Al finalizar el día, el auto fue manejado por el centro por su hombre. Se quedó mirando por la ventana hasta que le pidió al chofer que se detuviera para hacer algunos asuntos antes de llegar a casa y tener todo lo necesario para que el Omega pudiera aceptar a su petición y comportarse como era debido.

Al terminar todo, se quedó parado en la vereda viendo como una florería estaba abierta aún. Nunca había dado flores, pero sabía que a veces no era necesario pedir disculpas cuando se llegaba con un ramo de flores. Pasó a comprar el más grande de todos y se subió al auto que se fue directamente a casa. Al entrar, tal y como imagino, no vio a nadie. Todo estaba demasiado silencioso. Subió las escaleras cuando vio a Saije a medio camino tras haber salido del baño por haberse duchado. Algunas gotas caían de su cabello y se comenzaba a ver que el tinte del cabello comenzaba a perderse por lavarlo mucho, igual al cabello del Alfa.

Se quedaron mirando por unos segundos sin saber qué decir y luego el Omega solo caminó hasta su habitación. Jaehan lo siguió y quiso decir algo cuando la puerta fue cerrada en sus narices con fuerza.

Tragó saliva y tocó la puerta para no obtener ni una sola grosería. Saije estaba secando su cabello mientras se encontraba sentado en la cama sin saber lo que tramaba. Pensó que era inteligente debido a lo grande que era, pero si creía que por darle un insignificante ramo de flores iba a conseguir algo, entonces estaba muy equivocado.

Escuchó la puerta ser tocada otra vez y siguió mirando mientras seguía siendo tocada. A Jaehan le dolieron los nudillos tanto estar ahí, pero necesitaba arreglar aquella situación antes de que sea demasiado tarde.

Al ver que la puerta era abierta, tomó la tolla con fuerza.

—Oye, podemos... —el Alfa no pudo decir nada más cuando la toalla le llego al rostro con brusquedad.

—Con esa me sequé el trasero —anunció Saije con una sonrisa mientras lo veía tomar la toalla para quitarla de su rostro.

—Escucha, compre esto...

—¡No oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado! —soltó moviéndose para quedar boca abajo en la cama mientras cubría sus oídos.

—Nada más escucha que...

—¡No oigo, no oigo, soy de palo!

—Solo es algo pequeño que...

—¡¡No oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado!! —exclamó mientras seguía cubriendo sus oídos con el único objetivo de fastidiarle la vida.

—Bien, ya que veo que no quieres una tarjeta de crédito, me voy.

Giró para salir de la habitación.

—Espera —soltó Saije —, ¿por qué querrías darme una tarjeta de crédito? ¿Es otra de tus bromas? Porque si es así, no me hago responsable de lo que te pueda suceder.

El Alfa se giró y lo vio sentado en la cama. Lo vio con un suéter y un buzo esperando pacientemente a que dijera lo que tenía que decir.

—Necesito que me acompañes a una cena y te comportes. Si haces eso, entonces tendrás esta tarjeta de crédito —habló mostrándole una que sacaba del bolsillo.

Saije la quedó mirando y quiso decir que sí de forma inmediata, pero se cruzó de brazos porque sabía que no todo podía ser tan sencillo como simplemente comportarse.

—¿Cena de qué?

—La prensa ya lleva mucho tiempo hablando sobre nosotros. Debemos mostrarnos o las cosas van a ser peores. No quiero tener problemas ni que mi reputación se vea en duda por ti, así que solo haz eso y nada más. Podrás comprarte lo que desees.

Se quedaron mirando unos segundos de forma atenta. Saije entrecerró los ojos intentando encontrar un indicio de que algo andaba mal, pero no veía nada. El rostro de Jaehan únicamente mostraba que todo era verdad.

—¿Solo tengo que comportarme? —preguntó dudoso —. Ya veo, deberías agradecerme que gracias a mí están hablando de ti. De seguro que antes ni te conocían. Ni siquiera yo sabía algo de ti —agregó, pero naturalmente mentía porque había escuchado hablar de Jaehan muchas veces.

—Entonces, ¿lo vas a hacer?

—No lo sé, depende. El tener que actuar como un buen esposo que ama a un idiota como tú no es sencillo.

Jaehan soltó un suspiro.

—¿Depende de qué?

—De cuántos ceros tiene esa tarjeta.

—Seis.

Saije soltó una sonrisa.

—Bien, de acuerdo, pero no iré a comer a un lugar de quinta categoría, debe ser de tres estrellas. Y, ¿esas flores?

El Alfa le dio una breve mirada al ramo que sostenía porque las había olvidado por completo. Quiso solo tirarlas a la basura, pero ya estaba ahí. Ya nada perdía o ganaba en dárselas a Saije e imaginó que de seguro él las iba a tirar al suelo para pisarlas e incluso escupirlas.

—Las compré para ti, es para disculparme por lo que sucedió el otro día con los perros. Fue incorrecto, yo no suelo actuar de esa manera, así que te pido perdón —habló estirando el ramo de flores hacia el Omega.

Saije pensó que de seguro debían ser flores venenosas o algo parecido porque no le cuadraba el hecho de que le estuviera regalando algo como aquello. Quiso burlarse y decir algo, pero a su mente no le llegó nada. En lo único que pensó es en que nunca nadie le había dado flores ni siquiera para san Valentín o para su cumpleaños.

—Bien, las dejaré aquí.

Jaehan dejó el ramo de flores encima de un velador junto a la tarjeta y nada más salió de la habitación. El Omega no le pudo quitar la mirada a esas flores hasta que se puso de pie y tomó el ramo. Sintió los diferentes aromas que tenían y tragó saliva.

Luego, tomó la tarjeta para observarla.

Al momento de acostarse, Saije no pudo dejar de mirar el ramo de flores que estaba en el velador.

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Comments

Angie Cruz Salinas

Angie Cruz Salinas

bueno literalmente humillaba a todos y los denigraba, como esperaba recibir Flores, de los fantasmas supongo.

2023-12-26

90

Ikeer :p

Ikeer :p

atrás ata as

2024-05-15

1

Zulim

Zulim

Cayendo va....🤭🤭

2024-05-08

1

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