5.

Saije se quedó riendo en silencio mientras lo veía tomar un café con unos huevos con tocino que se había preparado.

Su cabello azul lo hacía ver gracioso y pensaba en que era igual a gruñón de los pitufos. Lo vio marcharse sin más y supuso en que iba a tener, por lo menos, un mes para reírse de él por haberle querido ver la cara de idiota. Se quedó en casa, igual que siempre, haciendo cualquier cosa mientras pasaban las horas. Ya se había cocinado algo y había limpiado todo porque se aburría mucho sin hacer nada. Luego, decidió comenzar a caminar por el lugar. Era grande la casa y, cuando la había limpiado, no había tenido tiempo suficiente para verificar todo lo que había. En ese momento, el único pensamiento que había tenido era el de callarle la boca y ya.

Caminó por el lugar hasta que llegó a una habitación que no había limpiado. Estaba cerrada, pero había encontrado unas llaves en un cajón y fue probando para ver si una entraba o no.

Cuando una hizo clic, la puerta se abrió y miró dentro. Estaba todo oscuro porque la ventana estaba con cortinas y era pequeña.

El polvo se podía sentir de inmediato y entró con cuidado porque el piso crujía. No supo muy bien donde pisar porque no había luz. Tocó algunas cosas para ver qué eran y notó que solo eran sillones cubiertos con frazadas. Tosió un poco porque el polvo se levantaba por lo más mínimo. La iluminación era poca, pero podía ver más o menos bien. Vio algunas sillas rotas, unas mesas, sillones, algunos cuadros y unas aspiradoras que ya no funcionaba.

Incluso una silla de ruedas que no supo de quién podría haber sido. Se quedó pensativo por unos segundos, pero luego nada más siguió viendo todo lo que había. Cuando los rayos del sol atravesaron unos agujeros de la cortina, iluminaron algo que Saije extrañaba en creces.

Estaba más que acostumbrado a siempre tocar el violín. Amaba tocar uno y hacerlo cada vez que le dieran ganas. Extrañaba mucho el suyo, pero pensó en que no le importaba si era uno ajeno o no, solamente quería tener uno en sus manos. Antes de poder tocarlo, fue cuando escuchó la puerta ser abierta. Se movió para salir de forma rápida y cerró la puerta. Guardó las llaves porque no tenía intenciones de ser llamado metiche o algo peor. Se cruzaron por el pasillo y ninguno de los dos se miró en lo más mínimo.

Se fue a su habitación por unos minutos y luego se fue al baño para ducharse. Estaba cansado porque nunca solía hacer tantas cosas, pero comenzaba a creer que no era tan aburrido el tener que cocinar su propia comida porque le podía quedar como él deseaba.

Salió de la ducha tarareando una canción hasta que soltó un gritó al verse en el espejo viendo su cabello amarillo. El Alfa estaba leyendo el periódico cuando escuchó como gritaba y soltó una pequeña sonrisa llena de satisfacción porque no había nada mejor que la dulce venganza.

—¡¡Maldito loco!! ¡¿Cómo te atreves?! —exclamó mientras caminaba donde él.

El Alfa ni siquiera lo miró, solo seguía leyendo el periódico con tranquilidad hasta que le llegó una toalla al rostro.

—¡Esto te va a costar muy caro! ¡Mi cabello no lo toca nadie! ¡¡Si fuera tú no cerraría los ojos esta noche!!

—Debería saber que cada acción tiene una reacción. Debiste pensarlo mejor antes de echarle eso al champú que yo ocupaba.

—¡Y tú debiste reflexionarlo mejor antes de traerme a esta casa tan horrible! ¡Ni siquiera puedo salir fuera por tu culpa! ¡Podría llamar a la policía para denunciarte por tenerme encarcelado!

—Yo nunca he dicho que no puedes salir —habló Jaehan con calma igual que siempre —, solo no puedes intentar escapar o te va a ir mal.

El Omega soltó una carcajada.

—¡Al único que le va a ir mal es a ti, animal descerebrado!

Él se puso de pie mientras lo escuchaba seguir maldiciendo su nombre sin parar. Observó su cabello amarillo y como lo señalaba con su dedo índice. Pensó hasta que era un poco divertido porque era pequeño, pero tenía batería para estar regañando toda la noche.

—Si dejas de hacer tonterías y comportarte como un malcriado, entonces yo no haré nada más. No tengo tiempo para seguir tus estupideces.

—No me importa, si no dejas irme de aquí, entonces nunca voy a parar de hacerte la vida de cuadritos porque no me agradas y nunca me vas a agradar. No vas a poder tener nada de mí.

—No deseo nada de ti, nunca podría gustarme alguien tan insoportable como tú. Si te tengo aquí es solo por el contrato y ya.

Saije lo miró furioso. Su pecho subía y bajaba con fuerza porque solamente quería golpear su rostro hasta que ya no pudiera más. Quería golpear su rostro hasta que sus nudillos dolieran. Pensaba que, lo que tenía de grande, lo tenía de estúpido. Estaba tan enojado que incluso quiso llorar, pero no permitió que eso sucediera.

—¡A mí tampoco podría gustarme alguien como tú! ¡No tienes nada de todo lo necesario que debe tener alguien para tenerme a su lado!

Giró sobre sus pies para irse a su habitación para poder llorar en paz. Amaba su cabello y ahora se había arruinado. Se sintió solo y cansado de todo. Sus padres no lo habían llamado ni una sola vez dando por hecho de que solo él tenía la culpa por siempre actuar de aquella manera, pero Saije tenía un motivo para nunca dejar que nadie se acerque y sus padres no tenían idea del por qué, pues era algo con lo que el Omega había lidiado solo desde que aquello había sucedido.

Se acomodó en la cama para seguir llorando porque sabía que siempre alejaba a todos, pero que prefería mil veces eso. Prefería ir alejando a todos sin importar nada con tal de que no lo vieran débil y frágil. Prefería gritarles a todos, insultarlos a todos, pero que jamás creyeran que podía ser débil o ser pasado a llevar. Si una persona se daba cuenta de que podía ser débil y no tener carácter para nada, le aterra el que se pudieran acercar donde él sin duda.

La presión en su pecho fue intensa que casi no lo dejaba respirar y quería tener a alguien, quería tener un amigo, una amiga, quería tener a alguien que le diera un abrazo y le hiciera saber que todo estaba bien. Cerró sus ojos con fuerza e intentó dormirse para, al otro día, no salir de su habitación. Se quedó encerrado mirando por la ventana viendo nada más el día pasar.

Vio a Jaehan llegar, pero no hizo ni un solo intento de salir de la habitación y el Alfa tampoco hizo algo para hacerlo comer o preguntarle si es que lo había hecho. Cada uno se fue a su habitación como si el otro no existiera.

Al siguiente día, llegó a la puerta igual que siempre para intentar abrirla y ver que estaba cerrada, mas se equivocó. La puerta se abrió y se quedó mirando a todos lados pensando que era una broma del Alfa. Asomó la cabeza y vio a los mismos hombres de siempre vigilando el área. No supo qué hacer. Pensó en intentar salir corriendo, pero sabía que no tenía muchas opciones de ganar cuando ellos eran mucho más grandes y fuertes que él.

Dio unos pasos fuera y miró a todos lados porque de día todo se veía diferente en el lugar. Vio que había un invernadero y comenzó a caminar para ver qué había dentro.

—¿Necesita algo? —preguntó uno de los hombres que llegaba a su lado.

Saije lo quedó mirando medio dudoso porque los hombres se veían mucho más serios y aterradores que Jaehan. Tragó saliva y, a pesar de que se seguía sintiendo triste por su cabello, tomó una postura lejana y grosera igual que siempre.

—Solo voy a caminar, mantente lejos de mí.

El hombre lo quedó mirando unos segundos. Eran diez hombres que andaban vigilando el sitio, pero cinco eran Alfas y los otros cinco eran Betas.

Siguió su camino hasta que llegó al invernadero donde vio que estaba lleno de verduras. Se quedó asombrado porque era mucho verde y rojo por algunos tomates. Entonces, vio una mujer agachada casi al final. La quedó mirando unos segundos porque estaba demasiado entretenida revisando algunas cosas y no se daba cuenta de que había alguien en la entrada hasta que escuchó a Saije preguntar:

—¿Quién eres tú?

Ella alzó la mirada para ponerse de pie mientras limpiaba sus manos en su delantal.

—Ah, joven Saije, soy una de las empleadas.

—¿Qué haces aquí? —inquirió porque se supone que todos habían sido despedidos.

—Estaba revisando las verduras.

—¿Por qué nada más estás tú aquí?

—Bueno, yo solo vengo a revisar estás cosas en la mañana y tarde y luego paso el tiempo en mi casa. El joven Jaehan les dio vacaciones a todos.

Saije al oír eso el enojo lo volvió a dominar por darse cuenta de que el Alfa le había visto la cara de idiota al decirle que los había despedido a todos.

—Maldito infeliz —soltó.

—¿Disculpe? —preguntó la mujer por no haber oído bien.

—Nada, olvídalo. ¿Exclusivamente vienes a ver estas cosas?

—Sí, pero también me dedico a cocinarle algunas cosas para irlas a dejar a su trabajo.

—Así que ese idiota tenía a alguien que le cocinaba mientras que yo tenía que hacer todo solo —farfulló.

—¿Necesita algo?

—Sí, vamos dentro de la casa.

—El joven Jaehan me dijo que no debía entrar y...

—Lo que diga el joven Jaehan me lo paso por el trasero. Se supone que también debes hacerme caso porque estoy casado con él, así que vamos dentro. He estado muy solo estos días, así que, vamos, ¿sí? No soy tan malo como parezco.

La mujer soltó una pequeña sonrisa y le pareció gracioso el color de su cabello, mas nada dijo.

—No se preocupe, uno se puede dar cuenta de que no es como aparenta ser. Las personas más buenas suelen ser heridas y por eso luego usan caparazones de crueldad y frialdad.

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Comments

Vero Eta

Vero Eta

una cosa es el trauma y otro la mala educación

2023-11-24

140

Lisvet 🥰🏳️‍🌈🏳️‍🌈❤️🥰🥰😘

Lisvet 🥰🏳️‍🌈🏳️‍🌈❤️🥰🥰😘

sabía muy bien que algo había, pobrecito que le habrá pasado

2024-04-17

5

Zulim

Zulim

Así es!👌

2024-05-08

1

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