2.

—Buenos días, me llamo Annie y voy a ser su sirvienta personal —habló la morena bajando la cabeza en modo de saludo —. El joven Jaehan me ha dejado a su total disponibilidad.

—No te quiero, vete —soltó Saije.

Ella no supo qué decir. Lo vio observando por la ventana de brazos cruzados y un rostro serio. No pudo ignorar el hecho de que era hermoso, también en que iba a ser un enorme problema para el Alfa.

—Me ha mandado a buscarlo para que baje a cenar. No a comido nada en todo el día y...

—¿Eres sorda? —inquirió y le dio una breve mirada.

—No.

—¿Eres estúpida?

—No, joven Saije.

—Entonces, si no eres ninguna de esas cosas, lárgate. No quiero que la servidumbre como tú se acerque a mí.

Ella solo hizo un asentimiento de cabeza y se alejó.

Cuando ella cerró la puerta, no dudo en seguir atando todo lo que encontraba. Lo había dejado oculto debajo de la cama cuando tocaron la puerta y no pensaba seguir en esa casa. Habían transcurrido dos días y no podía salir a ningún lado porque tenía personas siguiéndolo siempre. Estaba cansado y molesto y no iba a permitir que lo tuvieran encerrado.

Era un nuevo lugar muy lejos de su casa, pero así como sus padres lo habían casi abandonado como si nada diciendo que era parte de una lección para que supiera que no todo se podía tener en la vida. Entonces él, simplemente, se iba a marchar para darles una lección de que no podían hacer con él lo que quisiesen como si fuera cualquier cosa insignificante, pues de eso no tenía ni un solo cabello. Estaba más que decidido a marcharse. Así que amarró unas sábanas que habían en el ropero y sonrió porque estaba más que orgulloso de lo que estaba logrando. Solo le faltaban unas cosas más para que pudiera llegar al suelo.

Había estado viendo que los guardias pasaban frente a su ventana cada treinta minutos, por ende, en ese lapso de tiempo, tenía que bajar. También se había fijado en la entrada y en los alrededores. Únicamente había estado en la habitación, pero de tonto no tenía ni un solo cabello.

Cuando escuchó pasos, escondió todo de nuevo y se quedó en la cama dándole la espalda a la puerta. La escuchó ser tocado.

—No estoy —habló.

—Que extraño, porque te estoy viendo más que bien —dijo el Alfa.

Le dio una breve mirada desde la puerta, pero no hizo nada, solo estaba sentado manteniendo su espalda recta y su cabello rosado brillaba.

—Tienes que bajar a comer, ¿o quieres morirte de hambre?

—Prefiero morirme de hambre que compartir una mesa con gente como tú —farfulló.

El Alfa no hizo nada, mantuvo su rostro serio todo el tiempo, pero no era ningún estúpido, fue capaz de darse cuenta lo que estaba planeando a las mil maravillas y soltó una sonrisa de lado porque la situación le provocaba diversión, pero la diversión solamente iba a llegar hasta ahí porque no era capaz de imaginar que más podía hacer el Omega que se veía frágil.

—Como quieras.

Cerró la puerta y Saije solo se puso de pie para seguir atando las cosas con rapidez. Cuando vio que tocaba el suelo todo lo que había amarrado, soltó una sonrisa porque había asumido que iba a poder marcharse de ese cuchitril al que estaba siendo atado. Amarró uno de los extremos a la cama y observó la altura por un instante dándose cuenta de que era alto, pero que prefería mil veces caerse de cabeza que seguir en un lugar prisionero. Se movió para ponerse de pie en el espacio de la ventana y no pudo evitar reírse porque sus padres se la iban a pagar.

Echó una mirada más abajo para ver que los guardias no se veían por ningún lado. Asumió que debían estar comiendo algo porque ya era tiempo de la cena y se estaba oscureciendo.

Le restó importancia y se las arregló para comenzar a bajar. Cuando niño había visto muchos videos de su padre Alfa cuando subía montañas como si nada y como también las bajaba. Así que, recordando eso, se pasó una parte por abajo de su trasero y sujeto la otra parte con su mano. Lo fue soltando de a poco mientras iba bajando de una forma limpia y sin ningún problema.

Intentó mantener la calma y concentrarse porque, el terminar con una pierna herida no estaba en sus planes. Necesitaba tener sus dos piernas en perfecto estado para poder seguir huyendo, si se lastimaba un brazo le daba igual.

Solo medía un metro sesenta y no pesaba mucho, pero se estaba cansando cuando había pasado la mitad. En el momento que llegó al suelo, soltó un suspiro y echó su cabeza hacia atrás para observar la distancia. Se sintió más que satisfecho porque había logrado una escapada limpia y sin el más mínimo altercado. Chocó los cinco de forma mental y se giró para seguir con su escapada cuando se frenó de golpe por ver al Alfa sentado en una silla mientras leía un periódico.

Jaehan pasó de hoja restándole importancia a todo mientras sus hombres se encontraban detrás de él. Saije quiso tener un arma para matarlos a todos, su pecho comenzó a subir y bajar de manera rápida porque estaba más que enojado.

—Te admiro, te demoraste..., ¿cuánto se demoró? —preguntó a sus hombres mientras seguía leyendo el periódico.

—Quince minutos, señor.

—Te demoraste quince minutos. Tenía listo el número de la ambulancia para llamarla si te caías.

Dobló el periódico para ponerse de pie entregándoselo a uno de sus hombres que lo tomó de manera inmediata.

Saije lo observó con su porte imponente y su cuerpo fuerte. Su cabello negro se mezclaba con la noche más que a la perfección que caía sobre sus ojos y su rostro totalmente serio solo demostraba el hecho de que no estaba para bromas en lo más mínimo. Lo vio usando un suéter de cuello alto que mostraba la musculatura que había debajo de toda esa ropa. Mantuvo las manos en su bolsillo de su jeans y lo observo hacia abajo.

—¿Quieres entrar o que ellos te entren a la fuerza?

Lo vio casi expulsando humo por sus oídos y, a pesar de que era más pequeño que él y le ganaba por más de una cabeza por medir casi un metro noventa, sabía que estaba a nada de golpearlos a todos.

—Maldito hijo del infierno —farfulló con enojo.

Jaehan no dijo nada, solo lo siguió mirando de forma atenta para ver qué otro berrinche más podía hacer.

—¿Quién querría quedarse aquí? Hay polvo por donde sea que mire y, cada uno de tus sirvientes, son más insignificantes que tú que no sirven ni para limpiar mis zapatos. Si crees que, por esa estúpida firma que di del matrimonio me voy a quedar en esta pocilga, entonces eso es porque eres más estúpido de lo que imaginaba.

Cuando llegó arriba, lo vio indicándole otra habitación diferente que tenía una ventana más pequeña.

—No pienso entrar ahí, ¿crees que soy un muerto de hambre para conformarme con algo tan pequeño? Ahí no cabe nada —habló cruzándose de brazos —. Si no me vas a tener en un palacio lleno de oro y diamantes, entonces déjame en paz. ¿Siquiera eres rico?

Dio un par de pasos caminando por lugar hasta que llegó a una pintura que, indudablemente, se veía carísima.

—Este cuadro feo parece sacado de una subasta de cuarta. Además de estúpido, tienes cero gusto. ¿Quién podría vivir en este lugar tan viejo y horrible? Con cada paso que doy, el suelo cruje. Alguien como yo no puede estar en estas condiciones tan deplorables. Si tú estás acostumbrado a vivir con los sirvientes, no es mi problema —se burló y pasó sus pasos por una pequeña estatua que había en un estante sobre el rostro de alguien famoso, sin más, solo la tiró al suelo —. Si eres tan rico, entonces de seguro que puedes comprar miles más de esa.

Solo cerró la puerta en la habitación por donde había intentado escapar.

Formó puños por todo el enojo que estaba sintiendo. Quería romperlo todo sin perder ni un solo segundo, pero se quedó escuchando los pasos afuera.

—Lo siento, señor —se disculpó uno de sus sirvientes como si la culpa hubiese sido de él que la estatua se hubiera quebrado en miles de pedazos.

El Alfa no dijo nada. Solamente se quedó viendo en silencio y alzó la mirada para observar la puerta donde estaba Saije.

—Cierren la ventana y no lo dejen solo.

Saije, al escuchar eso, se sintió mucho peor. Cuando amaneció, escuchó como tocaban su puerta. Quiso quedarse dentro, y el Alfa asumió que jamás iba a bajar, pero le daba igual. Sin embargo, cuando se acercó para tomar desayuno, lo vio tirado en un sillón viéndose en un espejo mientras se alababa como si fuera un verdadero dios griego.

Vio como al lado una de sus sirvientes estaba en el suelo sosteniendo un plato con uvas donde le daba una cada ciertos segundos.

La cantidad de vanidad que había en él superaba la de mil personas a la misma vez.

—Dame más, sirvienta —pidió moviendo su mano.

La mujer solo estiró su mano para darle en la boca.

Habían más sirvientes que estaban a su alrededor sosteniendo una copa de jugo de frutilla, manzana y pera, además de alguien que sostenía un gran abanico que iba moviendo y alguien que se encargaba de peinar su cabello con cuidado.

El Alfa soltó un suspiro y se sentó. Los sirvientes al escucharlo, quisieron moverse para darle su debido desayuno, entonces Saije dijo:

—¿Para dónde creen que van? Ustedes son mis sirvientes, si él quiere que lo atiendan, entonces que contrate más personas y ya o que se sirva solo. Soy su esposo, así que deben obedecerme igual.

Jaehan apretó su mandíbula mientras lo observaba, pero soltó un suspiro porque tenía paciencia.

—Y quiero más cosas. Mi ropa está vieja y, como no quieres dejarme salir, entonces compra una tienda para mí —exigió —. Deberías sentirte feliz de tener a un Omega tan hermoso como yo. ¿Quién más podría tener mis hermosos ojos o mi hermoso cabello? Deberías llevarme a comer a lugares caros y presumirme.

Él solamente se puso de pie para irse a su trabajo porque no tenía tiempo para escucharlo hablar y hablar sin parar de su belleza.

Pensó que solo iba a hacer esa vez y ya, pero estaba más que equivocado porque Saije solo estaba empezando y sabía que podía ser mil veces peor.

Cuando llegó del trabajo, se dio cuenta de que no había nada preparado. Las sirvientas que se encargaban de cocinarle, estaban muy ocupadas esperando que Saije terminará de darse un baño de espuma. No supo donde era que estaba toda la gente del sitio y se fue a su baño para ducharse cuando vio que casi toda su servidumbre estaba ahí.

Se detuvo de golpe al verlo en su tina. El baño estaba inundado de diferentes olores y tragó saliva mientras se repetía que tenía paciencia para soportar cualquier tontería. Lo vio apoyando sus manos a los lados de la tina mientras una de las sirvientas le daba moras en la boca.

Saije al escucharlo, abrió sus ojos para decir algo únicamente con el fin de fastidiarlo:

—¿Ya te conseguiste más empleados? Si quieres tener un esposo tan precioso como yo, muchas personas se deben encargar de mí. Debo tener personas que me den de comer, que peinen mi suave cabello, que me laven los dientes y más. Verdad, ¿sirvienta? —preguntó sacando una de sus piernas para apoyar su pie en su pecho. La mujer solo asintió mientras su ropa se mojaba por tener el pie mojado.

Jaehan pudo ver la sonrisa de superioridad que tenía en su rostro, pero, por unos segundos, sus ojos se concentraron en su piel y en parte de la espuma que cubría la piel de su pierna que era blanca y suave a simple vista. Vio a la mujer como se encargaba de limar sus uñas y más.

Simplemente, se giró para salir y lo escuchó decir:

—De ahora en adelante, este baño es mío. Tendrás que hacerte otro aunque, para alguien tan poca cosa como tú, el baño de invitados debe estar más que perfecto.

Más populares

Comments

{tu fundashi favorito}

{tu fundashi favorito}

para enseñarle modales solo hay que enseñarle una mamá latinoamericana

2023-10-19

402

JharumyE

JharumyE

hay no, yo diría Tragame tierra 😵

2024-05-12

0

Zulim

Zulim

Jajaja Se pasa de vanidoso 😂😂

2024-05-07

1

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play