ATADURAS MATRIMONIALES [OMEGAVERSE]

ATADURAS MATRIMONIALES [OMEGAVERSE]

1.

El Omega:

El Alfa:

—No me gusta esta comida —habló Saije mientras estaba sentando en la mesa.

—Lo siento mucho, joven Saije, cocinaré mejor de ahora en adelante —dijo la mujer, bajando la cabeza para irse a la cocina.

—No me gusta esta ropa, es horrible, ¿no se supone que eres un diseñador famoso? —le preguntó al hombre.

Lo miró de pies a cabeza para solo salir caminando y le tiro la ropa al rostro. El hombre no hizo nada y solo se quedó con la mirada baja.

No importaba donde iba a donde estaba, siempre hacia lo que quería. No comía nada que no le gustaba, no le hablaba a nadie que no le agradaba, no era amable jamás y miraba a todos como si estuvieran por debajo de él. Tenía veintitrés años y, mientras caminaba por la universidad ignoraba a todos. Al sentarse en su puesto de siempre, soltó un suspiro. El profesor no tardó en entrar y comenzó a dar su clase.

—¿Se puede dar prisa? —preguntó de mala gana —. Tengo mejores cosas que estar escuchando sus tonterías.

El profesor lo quedó mirando porque sabía que, a la menor respuesta, podía ser despedido de la universidad. Le dio una breve mirada porque el Omega tenía un rostro lleno de desinterés. Apoyaba su rostro en la palma de su mano mientras lo observaba con sus ojos azules.

Era un Omega hermoso sin duda alguna, pero lo que tenía de hermoso lo tenía de caprichoso.

Siguió dando su clase un poco más rápido dándoles a todos las debidas explicaciones sobre el trabajo que todos iban a tener que hacer. Saije ni siquiera por eso se inmutó, pues era muy inteligente y, jamás en su vida, había tenido alguna nota roja.

Cuando finalizó, salió y caminó, pero no miraba a nadie. Estaba cansado de todos y, a pesar de que llamaba la atención de Alfas, Betas e incluso algunos Omegas, no aceptaba a nadie porque todos le parecían demasiado tontos. Al llegar al comedor, tomó una bandeja para sentarse a comer. Se ganó en una mesa donde estaba solo, pero luego soltó un suspiro porque la comida era asquerosa. No podía entender como era que nadie lograba cocinar algo realmente delicioso. Puso mala cara y observó al frente donde habían unos Omegas hablando.

—Es un engreído.

—Se va a quedar solo para siempre.

—Su presencia es tan desagradable, ¿qué Alfa podría gustar de él?

—Escuché que ni siquiera sus padres lo quieren porque es un malcriado.

Él soltó una sonrisa. No le importaba si la gente hablaba mal de él o no, porque eso solo provocaba que obtuviera más y más fama. Se puso de pie caminando fuera como si nada.

Entró al baño para hacer sus necesidades y salió para lavar sus manos de forma lenta. Se quedó viendo en el espejo un tiempo incalculable porque, además de caprichoso y engreído, era un vanidoso. Se arregló su cabello rosado que era sedoso, fino y brillante.

Vio entrar unos chicos y salió rápidamente.

Al encontrarse con uno de los muchos Alfas que se le acercaban, lo miró con desdén a pesar de que era mucho más alto que él. Se cruzó de brazos y soltó un bostezo demostrando que, todo lo que el Alfa decía, le daba exactamente igual.

—¿Por qué haría algo tan estúpido como salir contigo? —preguntó mirándolo de atentamente —. ¿Qué tienes para darme? ¿Tienes el dinero suficiente para comprarme todo lo que deseo? ¿Tienes la habilidad de llamar un avión para que me lleve a dónde yo quiera sin importar el momento?

El Alfa lo miró furioso porque, al igual que todos los demás, estaba siendo humillado.

—No tienes nada de eso, así que ni pienses en que podría salir con alguien tan poco cosa como tú, además, el olor de las feromonas que desprendes es a ortiga, algo muy característico de los Alfas que no son capaces de embarazar a nadie y es asqueroso.

Lo vio pasar por su lado y quiso tomarlo para golpearlo, pero sabía que, el tocarle un cabello a ese Omega le podía costar la vida.

Se fue a casa de forma tranquila.

Como siempre, pasó a todas las tiendas de ropa y joyas que quiso. Los hombres que lo acompañaban llevaban más de diez bolsas cada uno y, cuando se sintió satisfecho, solo se dirigió al estacionamiento.

—No dejen caer las bolsas —les advirtió mientras observaba su teléfono —. Al menos hagan algo bien en sus vidas, pobretones.

Los hombres ya estaban más que acostumbrados a sus insultos diarios y, cada día, deseaban que llegara alguien que le enseñe modales y como eran las cosas en realidad, pues era mas que obvio que sus padres ya no tenían posibilidad de enseñarle que, en el enorme mundo, habían personas que no tenían nada qué comer.

Al llegar a la entrada de su casa, fue cuando vio un enorme camión que estaba cargando algunas cosas. Se bajó y los hombres se bajaron también cargando todas las bolsas de ropa, calzados, joyas y más.

Saije se quedó parado viendo todo lo que ocurría porque seguían sacando cosas de su enorme casa como si nada. Incluso se llevaban su violín que, al verlo, se apresuró donde aquellos hombres.

—¡¿Qué creen que hacen?! ¡¿Cómo se atreven a tocar mis cosas con sus asquerosas manos?!

Les arrebato el violín con fuerza para irse dentro de la casa y ver como faltaba casi todo.

Al mirar a la derecha, vio a su papá Omega acercarse de forma lenta y detrás a su padre Alfa. Ambos hablaban de manera lenta sin poder encontrar las palabras indicadas para poder explicarle a su hijo lo que ocurría.

—¿Qué sucede? ¿Por qué se llevan nuestras cosas?

—Saije, hijo...

—¿Qué pasa? Hablen ya.

El Omega vio al Alfa y él solo soltó un suspiro para decir:

—Lo siento, estamos a un paso de estar en la quiebra porque no he podido pagar unas deudas del banco y, sobre todo, tus tarjetas de crédito y débito.

—¡¿Qué?! ¡Eres mi padre, es tu deber pagar todo lo que yo desee! ¡Dile algo! —exigió a su papá Omega.

—Lo siento, cariño, en nuestra ceguera de poder darte todo lo que pedías, nos olvidamos de muchas cosas. Desearía poder regresar el tiempo para entender a tiempo que, darte todo lo que pedías, no era la solución en lo más mínimo.

—¿Qué tratas de decir?

Miro a sus dos padres. Naturalmente, el Alfa era más alto y fuerte. Su cabello rubio era brillante y sus ojos azules intensos.

—Hemos decidido aceptar la ayuda de nuestros amigos y te tendrás que casar.

Saije lo quedó mirando sin poder creer lo que acababa de decir. Al sentir como los hombres le intentaban quitar su violín una vez más, lo golpeó con el mismo instrumento en la cabeza con fuerza.

—¡No toquen mi violín!

El hombre no se detuvo y se lo siguió intentando quitar.

—Lo siento, debemos llevarnos todo. Tenemos una orden. Entregue el instrumento musical por la buena.

—¡Atrevan a quitármelo porque lo puedo convertir en un arma mortal!

—Saije, no hagas las cosas más complicadas —rogó su papá Omega.

—¡Están locos! ¡Jamás me voy a casar! ¡Jamás voy a estar casado con un estúpido Alfa insignificante! ¡No lo haré! ¡Si no es un rey lleno de oro, entonces no lo quiero!

El ruido por golpear a otro hombre con el violín, resonó por todo el lugar.

—¡El próximo que haga un movimiento le rompo la cabeza!

Sus padres vieron como golpeaba a todos los que se acercaban hasta que, al ver que no quería entregar el violín, simplemente lo tomaron. Saije gritaba y pataleaba mientras uno lo cargaba en su hombro. Luego, solo se quedó viendo como el camión de embargue se alejaba con su violín y las últimas cosas que había comprado.

Formó puños con fuerza porque era injusto. Quería matar a alguien, quería golpear lo primero que hubiera frente a sus ojos y, cuando vio al Alfa que le estaban presentando, lo observó con asco, como si fuera lo más miserable que pudiera tener frente a sus ojos.

—Soy Jaehan, mucho gusto —habló estirando su mano para saludarlo, pero Saije solo estaba sentado de brazos y piernas cruzadas todo el tiempo.

No hizo ni el más mínimo ademán de querer mirarlo o estrechar su mano. No pensaba ensuciar sus dedos tocando a alguien mugroso, como él lo imaginaba. Mantuvo su mirada al frente y no escuchó nada de las cosas que le decían sobre el Alfa porque estaba pensando en su violín y en sus cosas.

—Saije, sé amable, hijo, él es una buena persona y ha aceptado ayudarnos, pero también lo tienes que ayudar a él. Sé un buen chico, al menos dale una breve mirada y un saludo.

Notó el miedo en la voz de su papá Omega. Lo observó unos segundos viendo su cabello rosado como el de él. La preocupación en sus ojos color miel era más que obvio. Debido a eso, fue que se puso pie. Su padre Alfa pensó que, de alguna manera había entendido, pero no era así. Saije lo observó por unos segundos viendo su cabello y ojos negros. Era alto, fuerte y con un rostro serio.

—Alguien como yo no podría estar casado con algo tan insignificante como un Alfa de quinta categoría —soltó mirándolo de forma seria y solo pasó por su lado.

El Alfa se quedó en silencio sabiendo que, de quinta categoría, no tenía ni un solo cabello.

—Lo siento mucho, Jaehan, él es tan caprichoso siempre, pero será un buen chico. Por favor, tenle un poco de paciencia.

—No se preocupe, puedo tener mucha paciencia. Nada más estoy haciendo esto porque mi padre me lo ha pedido, cuando todo se haya solucionado, esto se va a terminar.

Saije se quedó escuchando y soltó una sonrisa porque ese Alfa ni siquiera se imaginaba lo insoportable que podía llegar a ser. Y, cuando se encontró frente al hombre que los estaba casando, su rostro no tenía ni una sola gota de felicidad. En sus ojos estaba más que claro el hecho de que solo quería matar a quién tenía a su lado. Y el Alfa no se quedaba detrás. Todos sabían que siempre tenía un rostro serio, pero ahora era mil veces peor. Ambos dijeron que sí y firmaron lo necesario sin ninguna emoción.

Cuando llegó a la nueva casa donde iba a vivir, se encerró en su habitación cerrando con llave e incluso colocando un mueble y, desde la ventana, solamente vio como el Alfa salía.

No pretendía darle nada, ni hablarle, ni mirarlo, pero sí quería hacerle la vida imposible por haber arruinado su vida.

Y pensó:

Que comience la guerra.

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jaekyung si fuera un omega seria este

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