reptiles siniestros

Lentamente voy despertando, pero algo no está bien. De mi boca sale un gemido ¿Qué diablos? —pienso—. Mierda, siento como esa parte sensible de mi cuerpo es lamida con fruición. Mis manos instintivamente se dirigen a ese lugar para chocar con unos cabellos, desesperada miro y me encuentro con la mirada lujuriosa de mi vecino que come mi centro con esmero.

—Ho... mierda... —gimo, me retuerzo, mis dedos arrugan las sábanas y mis piernas se tensan. Mi espalda se curva y de mi boca no cesan los jadeos.

Si estoy soñando no quiero despertar, pero esto es muy real para que sea así. Mi cadera cobra vida y comienza a moverse sobre la boca de su captor. Mis manos que se encuentran estrujando las sábanas, vuelven a jalas sus cabellos cuando mi gigolo muy descaradamente le suma a su osadía un dedo y luego otro. Sin dejar de mover su lengua en torno a mi centro, mi cuerpo vibra, mis pulsaciones se elevan y mi cuerpo estalla haciéndome ver las estrellas en mi habitación.

—Dios... —murmuro agitada, paso mis manos por mi rostro y enfoco mi mirada en mi gigolo—. ¿Qué haces?

—Dándote los buenos días, aunque todavía no sale el sol —dice muy sonriente. Trepa por mi cuerpo y deposita un beso en mis labios.

—Te dije un mes sin sexo y rompes mi petición en pocas horas —exclamo.

—Sin sexo para mí, no dijiste nada sobre ti —se justifica y se aparta de mi—, creí que lo disfrutabas.

—Si, mucho... muchísimo... pero —lo miro, no es justo que solo yo disfrute, pero temo que esa anaconda me ataque y me deje tuerta o algo peor.

—¿Pero? —pregunta y me mira.

—Es que no me parece justo —digo sincera—, se lo que dije, pero...

—No te preocupes por mí, un baño de agua helada me ayudara —dice y me atrae a su pecho—, por cierto, sabes delicioso —siento que mis mejillas arden.

—Quería hacer lo mismo por ti, pero como prefieres la ducha helada preparare desayuno para ambos —intento levantarme, pero me tiene agarrada como garrapata.

—¿Qué acabas de decir? —su voz suena ronca.

—Que preparare el desayuno —digo mirándolo con una sonrisa divertida, sé que no es eso lo que me pregunta.

—No te hagas, digo lo otro —vuelve a insistir con esa voz ronca que está haciendo estragos en mi estómago.

—¡Eres un pervertido! Ahora date esa ducha que la necesitas más que nunca y luego desayunamos —respondo zafándome de su agarre.

—Donde vas —me frena tomándome de un brazo y tirando para que caiga sobre el—, te duchas conmigo —hay creo que desperté a la bestia.

—Recuerda lo que prometiste —le advierto, antes que nada.

—No lo he olvidado —dice destapándose, sale de la cama y me invita a seguirlo.

Entramos al baño y me quedo como estatua mirándolo desvestirse. Trago grueso, esa cosa no se si me da miedo o me excita. Su cuerpo es perfecto, con razón lo persiguen las mujeres. ¿Seré afortunada de tenerlo así para mí?

Mi mirada lasciva no deja de recorrerlo, pero lo que más llama mi atención es... bueno eso...

—Esa cosa sí que me da miedo —pienso, muerdo mis labios. No puedo dejar de verlo. Hago un esfuerzo y levanto la mirada para encontrarme con la mirada divertida de mi gigolo—. ¿Qué?

—¿Te da miedo o te excita? —pregunta, delatando mi bocotá.

—¿Ambas? —murmuro ya sintiendo un cosquilleo.

—Recuerda la promesa, princesa —dice tendiéndome su mano para que untos entremos a la ducha. Creo que me dan ganas de comerme mis palabras y otras cosas más.

El agua tibia choca en mi espalda, veo como mi vecino llena su mano con shampoo y lo coloca en mi cabello, lo miro y siento la tentación de besarlo ya que lo tengo frente mis. Le doy un beso, solo rozo sus labios. Él me sonríe y sigue en su afán por lavarme el cabello, decido voltear para facilitarle la tarea. En silencio sigue con su tarea de masajear mi cuero cabelludo con sus dedos hábiles, suspiro disfrutando de la sensación.

—Me pasas el jabón —pide, luego de dejar mi cabello en perfectas condiciones. Lo tomo, pero al estar mojada resbala y cae al piso, enseguida me agacho para tomarlo, pero su pequeño juan aleas anaconda, choca con mi trasero y me roba un jadeo—. Nena, no me lo pones nada fácil haciendo eso.

—Lo siento —me disculpo levantándome como si fuera un resorte—, se me cayó el jabón y al levantarlo sin querer choque con tu anaconda —me justifico, volteo para tenderle el jabón en un manojo de nervios. Sonríe y me pega a su pecho.

—Mi anaconda ama rozar tu piel —susurra sobre mis labios y siento como su serpiente palpita entre mis piernas, paso saliva. ¿Por qué no se me ocurrió otra cosa en vez de poner un mes sin sexo como objetivo?

—Creo que necesitamos un poco de distancia —digo poniendo mis manos en su pecho para apartarlo levemente, sonríe. Besa mis nudillos y procede a enjabonarme.

Diablos, nunca pensé que la sola acción de enjabonar mi cuerpo ardiera tanto. Sus manos se encargan de pasar una esponja enjabonada desde mis orejas hasta la punta de mis pies, lo veo desde mi altura como se espera en lavar mi cuerpo. Levanta un pie y me sostengo de su hombro mientras lava y enjuaga mi piel, la siento tan sensible que hago todo de mi para no estar gimiendo.

Hace lo mismo con mi otro pie y luego desde ese punto en el que parece mi sumiso, arrodillado a mis pies, concentra toda su atención en mi centro y como adivinando la necesidad que despertó en mí, sus toques sutiles, se abre paso con su majestuosa lengua para rosar mis pliegues necesitados de su atención. Creo que eso de poner distancia no servirá de nada.

Inevitablemente gimo y me aferro a su cabeza para no caer, creo que me volveré adicta a sus besos. Sus besos despiertan mi deseo a la vez que mi necesidad. Su lengua es magistral, pero necesito más.

Le temo a ese reptil que se con certeza lo duro que esta. Sigo moviendo mis caderas perdidas en el deseo, en sus movimientos delicados, pero no es suficiente. Lo quiero así luego tenga que tomar un calmante.

Tiro de sus cabellos para apartarlo de mi centro, me mira desconcertado. Mi cuerpo arde de deseo y mi centro tiene toda su atención. Lo miro y tomándolo de sus brazos lo ayudo a incorporarse, no deja de mirarme.

—Creo que ya paso el mes —le digo para que entienda mis acciones.

—¿Segura? —pregunta dirigiendo sus dedos a mi cuerpo para atraerme nuevamente a su cuerpo, asiento—. Bien, lo que la princesa pida son órdenes para mí.

Me toma de las piernas y me levanta, enredo mis piernas en su cadera y salimos de la ducha entre bosas. Llegamos a mi cama y no me deja ni pensar cuando su pequeño juan entra en mí de un solo jalón.

—¡Diablos! —grito sin aire. Se queda quieto y me besa esperando que me adapte a su pequeño juan.

—Grita, porque como te prometí, no te dejare salir de esta cama —promete y comienza con sus movimientos que me llevan al delirio.

Nota de autor: corto pero intenso, que disfruten!

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Comments

Norma Barrientos

Norma Barrientos

me encanta el toque picante de tus historias, uffff.... cómo que empiezo a sentir calor

2024-04-23

3

Graciela Saiz

Graciela Saiz

😂😂😂😂poco le duró 😂😂😂

2024-05-02

0

beatriz ayala

beatriz ayala

y el preservativo.... Dios un don Juan y sin condón no tiene perdón

2024-04-30

0

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