Los Amantes De Miguel

Andrés estaba cansado y no solo por la actitud del beta, sino también corporalmente, su cuerpo pesaba y se sentía cansado, tal vez era por su mala condición física o los malos hábitos que había adquirido recientemente. Últimamente, había descuidado sus hábitos alimenticios y no dormía en las horas correspondientes, sin contar la gran cantidad de deberes del hogar que hacía a diario, se sentía explotado y no era para menos. Cada día que pasaba Andrés se sentía peor y para empeorar las cosas, Miguel se había encaprichado otra vez con una de sus parejas.

La tristeza de Andrés paso a segundo plano, ahora solo quería que aquel beta de frío corazón se enamorara de otra persona y dejara de atormentar su vida de una vez por todas. Aunque era mejor cuando solo veía personas al azar, porque cuando estaba encaprichado o veía mucho a una persona su actitud se volvía peor y sus malos hábitos se volvían mediocres.

El olor típico de feromonas hacía que Andrés sintiera náuseas, y no era para menos, al parecer al omega le gusto Miguel y lo cubría de feromonas. El olor era dulce y concentrado, como si quisiera marcarlo con feromonas, demasiado dulces y fuertes como para que Andrés las soportará.

Esa noche fueron a un restaurante y por primera vez en mucho tiempo no hubo malos entendidos ni momentos amargos. Miguel fue amable y como nadie se les acercó, incluso pudieron hablar cómodamente, Andrés recordó la última vez que algo así pasaba, muchos meses antes de que su vida se volviera una historia llena de desgracias y malos momentos, Andrés decidió disfrutar al máximo la velada, no sabía cuándo volvería a experimentar tanta calma.

Al llegar a casa, Miguel comenzó a besar frenéticamente al omega, pero en el momento en el que el fuerte olor a feromonas llego a las fosas nasales de Andrés, este empujo inconscientemente al beta. Cuando el beta reacciono se enojó, pero mantuvo la calma, estaba de buen humor y fue un punto a favor de Andrés, pero aun así le molesto la acción del Omega.

—¿Qué te sucede?

Miguel no esperó una respuesta y golpeo el rostro del omega, un leve lagrimeo fue la única respuesta del omega, el cual sentía unas profundas náuseas.

Aunque Miguel estuviera de buen humor, no podía soportar ser rechazado, odiaba el siquiera ser ignorado por Andrés.

—Lo… lo siento, tal vez no lo sientes… pero hueles a feromonas de omega y me hace sentir náuseas, son muy fuertes… no quería alejarte, lo juro.

—Eres una total molestia, solo tenías que seguir y ya… Eres un inútil… Si el olor sobre mi cuerpo es tan fuerte lo hubieses dicho desde el principio.

Miguel miró con desprecio a Andrés y fue a ducharse, efectivamente el rostro de Andrés estaba pálido y las náuseas que sentía el Omega eran realmente evidentes. Andrés no entendía el comportamiento del beta, no solo se sentía inseguro, también sentía miedo, no sabía el tipo de reacción que debía esperar de Miguel.

Andrés solo lo empujó levemente y sin esperar una explicación Miguel lo golpeó, los actos de Miguel eran ilógicos y muy impulsivos, dando como resultado un comportamiento sumamente primitivo.

El omega corrió a su habitación y al pararse frente al espejo vio el terrible moretón dejado por el beta, rápidamente fue ducharse y trato el golpe, poniéndole crema con mucho cuidado, al ver el pequeño frasco Andrés recordó su luna de miel.

Esa noche Andrés durmió temeroso mientras miraba la puerta, tal vez Miguel entraría en cualquier momento y lo tomaría a la fuerza como la última vez. Era increíble el miedo que el Omega había desarrollado últimamente, como si algo no estuviera bien, esperando en todo momento lo peor, se sentía como una presa todo el tiempo. Para su suerte, el beta no fue a molestarlo en ningún momento esa noche.

Al despertar la mañana siguiente Miguel estaba como si nada, el olor a perfume en su cuerpo era fuerte. Típicamente, observaba su tablet mientras esperaba ser atendido por el omega.

—No veré más a ese omega, me molestan las feromonas, mucho más al no poder oler ese tipo de cosas.

Andrés se sentía confundido ¿Por qué Miguel le contaba eso? Ni siquiera dejaría de ver a otras personas, pero cuando molestaban a Andrés, Miguel se encargaba de notificarle que dejaría de ver a la persona. Claro, Andrés jamás se atrevió a pedirle a Miguel que dejará de ver a alguien, no se atrevía a entrar en una pelea que probablemente nunca ganaría.

—Está bien.

Miguel observaba al omega, tal vez deseaba que el omega hablara más, tal vez sentía que el omega ya no lo trataba como antes, que ya no le insistía como siempre, pero Andrés ni siquiera notó el interés, solo quería que el beta comiera rápido y se fuera. Deseaba estar lejos de esa persona tan inestable e impredecible.

—Escuche que tu hermano llegará en una semana.

Miguel observaba atentamente el rostro del omega esperando su reacción. Sabía que si decía cualquier cosa sobre el hermano del Omega, este estaría muy emocionado y no podría ocultar su felicidad.

—¿En serio? ¿Puedo visitarlo?.

La emoción de Andrés era evidente, el beta dejó de mirarlo y volvió a comer tranquilamente como si con la reacción de Andrés estuviera totalmente satisfecho.

—Si te portas bien, iras a verlo cuando te plazca… pero debes ser obediente.

Andrés estaba emocionado, vería por fin a su adorado hermano mayor, deseaba con todo su corazón verlo. No le importaba lo que Miguel pensará, tampoco sabía que tal vez Miguel lo manipulaba para mantenerlo a raya, pero aun así Andrés no era tonto, sabía que el beta era cruel y no importaba que tan bueno intentará ser, en el fondo era igual.

Antes Andrés hubiese sido feliz con el comportamiento del beta y la atención que le estaba proporcionando últimamente, pero ya no era así, Andrés esperaba muy en el fondo que su hermano pudiera ayudarlo, Rodrigo era no solo la única esperanza de Andrés sino también la única persona en la que él podía confiar.

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