El Rostro Detrás De La Máscara

Como todas las noches Miguel tomo a Andrés, todas las noches sin falta iba a la habitación de Andrés, ya que a él no le gustaba compartir habitación con el omega. Esto sería hasta que encontrará un nuevo amante.

Por lo visto Miguel dejo de ver definitivamente a la beta que trabajaba con él y según lo he Andrés escuchó sin querer en medio de una llamada de Miguel, este incluso la despidió, pero no tardó en empezar a ver a otros amantes, probablemente ni siquiera eran amantes, tal vez solo eran personas de una noche y ya. Tal vez el beta hacía esto porque el omega no lo complacía. Pero en la mente de Andrés, el beta era patético, le exigía fidelidad cuando él era el que no podía ser fiel o como mínimo cariñoso.

La paz y calma se presentaron brevemente por un par de semanas, el beta estaba de buen humor, no peleaba e incluso llevo a Andrés a una heladería, mientras Andrés no le llevara la contraría, todo andaría bien, o eso era lo que creía, pues el alcohol no era amigo de nadie esa noche en específico Miguel bebió mucho. Había pasado un mal día y tomo la mala decisión de beber para dejar pasar el mal rato, pero al no encontrar a nadie de su gusto esa noche bebió más de lo normal.

Entró a la casa y busco con la mirada al omega, eran pasadas las 2 AM, Andrés debía estar durmiendo. Miguel caminó hasta la habitación de Andrés y entro azotando la puerta, el omega se levantó asustado y con el corazón acelerado, no esperaba que Miguel entrará de esa forma a tan altas horas de la madrugada, todavía poniendo la mano sobre su pecho no podía calmar los latidos de su pobre corazón.

—¿Miguel?

La confusión en el rostro de Andrés era realmente evidente, pensaba que tal vez estaba alucinando, pero esa idea se esfumó cuando un fuerte aroma a alcohol inundo sus fosas nasales, Miguel estaba demasiado ebrio y el olor a alcohol lleno toda la habitación causándole náuseas a Andrés.

—¿Qué haces en mi habitación tan tarde?

—Es mi maldita casa, puedo estar donde yo quiera… cuando quiera, no tienes permitido renegar.

Las palabras de Miguel salían con dificultad mientras este se tambaleaba hasta donde estaba Andrés, era realmente evidente que Miguel estaba totalmente ebrio. Pero todavía en ese estado, lo primero que se le cruzaba en la mente era atormentar al Omega.

—Puedes hacerlo, pero es tarde ¿Quieres dormir?.

Andrés intentó desviar la atención del beta y tal vez el sueño le ganará, a Andrés no le gustaba estar a solas con Miguel mientras estuviera en ese estado.

—No, yo no quiero dormir… te quiero a ti.

—Estás demasiado ebrio.

—Eres un experto abriendo las piernas, solo cállate, es tu deber como mi esposo.

El beta se abalanzó sobre el omega y este no tuvo

oportunidad de evadir a Miguel, la ropa se le fue arrebatada y el beta se introdujo en su interior sin siquiera prepararlo, las pequeñas lágrimas recorrieron sus mejillas mientras era embestido con rudeza. El beta no pudo medir su fuerza y Andrés se aferra a las sábanas mientras las lágrimas salían suavemente y se arrastraban por su rostro.

Es esta ocasión no hubo descanso ni piedad, era doloroso para Andrés, en otras ocasiones el beta jamás llego a ser tan agresivo, por lo general solo en momentos íntimos Andrés experimentaba calidez de parte de Miguel.

La noche fue realmente larga y Andrés término por desmayarse, en la mañana siguiente Miguel despertó y vio el cuerpo del omega, por un momento sintió pena, recordaba todo claramente, el omega se quejó y despertó, al ver a Miguel con dificultad se levantó y fue al baño, Miguel solo podía escuchar los sollozos del omega.

—No importa cómo, quiero que esto se acabe.

El omega sentía dolor y ya no podía seguir soportando, tenía miedo, si Miguel continuaba así… tal vez un día se pasara sin notarlo y lo lastimarlo gravemente o mucho peor… lo mataría.

Cuando ese pensamiento llego a la mente de Andrés, un escalofrío recorrió su espalda, sacudió fuertemente su cabeza y comenzó a limpiar su cuerpo, bebió pastillas para el dolor. Al volver a su habitación Miguel ya no estaba, pero la escena de la noche anterior seguía igual, Miguel ni siquiera se molestó en recoger la ropa del suelo. Era tan típico de él no hacer nada por el Omega que en vez de entristecer a Andrés, este acto lo irritó.

Al bajar a la cocina, Miguel estaba en la mesa esperando, Andrés se sentía un esclavo, no, a estas alturas ya se había convertido en uno, como si nada preparo el desayuno y se lo dio a Miguel.

—Lo siento… tu cuerpo debe doler mucho.

Antes ese gesto de preocupación hubiese conmovido a Andrés, pero esta vez no fue así, incluso llego a la conclusión de que si Miguel realmente lo lamentara, no hubiese esperado que Andrés le hiciera la comida como si fuese un empleado o al menos lo habría limpiado o como mínimo habría limpiado la habitación.

—No importa, ya estoy acostumbrado.

—No volveré a beber de esa forma.

Promesas vacías, ni siquiera se disculpó por la razón correcta, el error no fue beber, el error fue lo que le hizo a Andrés, borracho, fue sincero, demostró que solo ve a Andrés como alguien que está dispuesto a abrir las piernas en cualquier momento. Andrés no volvería a ceder a palabras dulces y sin sentido alguno, pero debía ser inteligente, ya no podía hacer nada, pero si pensaba lo suficiente, tal vez algún día Miguel le cedería el divorcio, debía seguir siendo sumiso si quería ser libre.

—No importa, puedes hacer lo que quieras.

—Sé que estás molesto.

—No lo estoy, no me tomes importancia.

Ese día Miguel fue a la empresa sin darle importancia a Andrés, allí fue cuando Andrés al fin descubrió la verdadera cara del beta.

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