Capítulo 7: Origen de los cazadores

Los cazadores de hombres lobo, son hombres comunes y corrientes. Lo que los hace especiales, es lo que corre por sus venas. Naia una bruja antigua mezcló su propia sangre y su magia negra, con un hombre ordinario. Este fue Alen, el primer cazador.

...Alen...

Naia y su aquelarre, querían destruir a la especie de hombres lobo. ¿La razón?. Ellos eran el poder superior encargado de controlar a las especies sobrenaturales. Así que viendo los hombres lobo, que las brujas de magia negra, utilizaban sus poderes para hacer daño. El lobo gobernante en su tiempo, prohibió a toda costa, con la ayuda de las brujas blancas, la práctica de la magia negra.

Necesitaban neutralizar a estas brujas negras, en especial a Naia, era demasiado poderosa.

...Naia...

Pero algunas veces, no siempre se consigue lo que se quiere. Naia logró crear a su primer cazador, Alen. Que al haber estado enamorado hasta la locura por ella, acepto cualquier condición para poder estar a su lado.

Al haber sido su primer cazador lo dotó de fuerza sobre humana, velocidad, instinto, olfato desarrollado y visión nocturna, siendo estos dones esenciales para cazar. A todos los hizo igual, solo que a Alen le regaló la juventud eterna, algo de lo que ella se arrepintió, pero no podía hace nada, el trato ya estaba hecho y era muy difícil deshacerlo.

Así que juntos Naia y Alen; y su ejército de cazadores. Lograron acabar con los años a la raza de los hombres lobo.

Eso fue hace más de 100 años en el pasado, esto es ahora...

Naia:

"No se nos puede escapar ni uno" ella se situaba cerca de una mesa, donde podía observar claramente el mapa de esta región.

Alen se acercó y la abrazo desde atrás, poniendo sus brazos alrededor de su abdomen "Descuida lo atraparé por ti, no llegará muy lejos está herido" él habló cerca de su oído, con una voz ronca. Esto surtiría efecto en cualquier otra mujer la derretiría en segundos, pero no con ella.

No negaba que Alen en un principio, la impresiono demasiado, pero ahora ya estaba harta de él. No lo amaba, solo deseaba su cuerpo y eso era de por sí pasajero, quería carne fresca.

Pero fingiría, porque si lo alejaba de ella abruptamente, podía ir todo en contra de ella. Alen era el comandante principal de los cazadores, ellos lo seguían ciegamente.

Aunque Naia y su aquelarre tenían poder de sobra, para acabarlo. Sabía que tener cazadores de enemigos les dificultaría las cosas. Ellos eran parecidos más no iguales a los hombres lobo, pero con una rapidez tan letal, que la mataría en segundos.

Naia recostó su espalda en el pecho de Alen, fingiendo. Solo quería mantenerlo lejos para poder concentrarse y encontrar al estúpido lobo, que se les escapó.

Estaba preocupada porque el había sido demasiado fuerte, incluso para los cazadores y había logrado matar a la mayoría ese día, de no ser porque Alen lo hirió. Ellos también estarían muertos.

Además de eso estaba la profecía, que casualmente había llegado a sus oídos. Solo las profetizas de magia blanca, podían tener esta clase de revelaciones.

La recitó en su cabeza ya sabiéndola de memoria: Un nuevo rey lobo y su Luna destinada, destruirán el mal que ha corrompido a las especies y traerán consigo la luz de una nueva era, llena de paz y tranquilidad entre especies.

Sabia que esta profecía iba dirigida a ella y tendría que hacer lo posible para que no se cumpliera.

"Hemos buscado en cada ciudad sin hallarlo" dice frustrada, alejándose de Alen.

Él la deja y se sienta sobre la mesa tranquilamente. La observa detenidamente notando el miedo en sus ojos. "No me digas que estás pensando de nuevo en esa profecía"

Ella lo mira, de mala forma "hay cosas que no se pueden tomar a la ligera". Toma las runas en sus manos y las acerca a su boca, diciendo un pequeño conjuro. Luego las lanza sobre el mapa.

Mientras tanto Alen resopla al lado de ella. Él no cree en estas cosas, a pesar de que gracias a esto, él tiene sus dones.

Ella y Alen observan el mapa y la mayoría de sus runas, caen en un pueblo no muy lejos de aquí.

"Aspen" pronuncia Alen a su lado "está a unos tres días de aquí".

Algo de tranquilidad se filtró a través de ella acabarían con esto una vez por todas "partiremos mañana" dice Naia mirando a Alen.

Él le sonríe "Estaremos listos para mañana". Alen la recorre con la mirada. Él era bueno en la seducción no lo negaba, la había hecho pasar noche candentes, llenas de placer. Prefería esto en vez del amor.

Él se acerca y la toma en sus brazos y Naia se deja llevar por la pasión.

Alen:

Aunque amo a Naia en un principio. No era tonto, esos sentimientos que había tenido por ella se habían desvanecido. En un pasado estaba con ella porque la amaba y también por fidelidad y respeto.

Después de todo Naia lo había salvado de un destino peor. La horca. Él era un ladrón experimentado y a veces asesino a sueldo, así que muchos querían matarlo.

El día en que Naia lo encontró, vio algo en él y lo rescató, por eso estaba agradecido. Jamás se había considerado una buena persona. Mataba sin piedad por su propio beneficio, ahora lo hacía solo por ella... pero a pesar de su fidelidad por ella estaba cansado de ser su conejillo de indias.

Además de eso, había sido un golpe para su corazón y para su ego. Cuándo vio a Naia con otro hombre, esto era algo que jamás olvidaría. Se había burlado de él. A raíz de esto el corazón de Alen había cambiado con los años haciéndose cada vez más duro. El amor lo había hecho débil por un tiempo, pero ahora volvería a la normalidad, a lo que él era en realidad en su interior.

Él quería más de lo que ella le ofrecía. Quería poder y solo Naia lo tenía. Esperaría su oportunidad y cuando llegará. Él se desharía de ella.

Mientras tanto fingiría que la seguía amando. No podía negar que ella era exquisita, así que se deleitó al escuchar sus gemidos y aprovechó el cuerpo de Naia a su antojo.

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