Ángel: El Despertar
La tercera taza de café, esta última sin pan para humedecer. Las velas frente a la virgen María ya se habían extinguido y la última puerta ya se había cerrado. La Iglesia Santa Inés ahora lucía más tétrica que de costumbre.
- Ya es muy tarde- dijo una voz femenina detrás de ella.
Ella miraba su taza de café, mientras uno de sus mechones negros y lacios colgaba sobre el negro y amargo líquido.
- ¿Alguien te espera, Jennifer?- preguntó ella sin dejar de ver su café.
- A mí no- dijo la voz, y luego hizo una pausa, y agregó:- Por favor, Angélica, ya deberías estar en casa acostando a tu hijo.
Angélica tomó aire y miró hacia un gran Cristo crucificado en el altar por unos instantes.
- ¿Cuántos años crees que tenga el conejo de la luna?- preguntó- ¿Dieciocho? ¿Veinte?
- No creo que mas de treinta.- dijo la Voz- Pero no me cambies el tema, animal.
Angélica rió débilmente. Era una mujer hermosa, con largos y sedosos cabellos negros que caían sobre su espalda, grandes ojos cafés, una suave y reluciente tez trigueña y una boca pequeña. Su delgada silueta era bastante atlética, tanto, que a simple vista no se notaba su estatura de solo 1,65 metros.
- Angélica...- dijo la voz de la hermana Sara, quien venía caminando hacia ella.
- Hermana- dijo ella poniéndose de pie.
La joven monja la miró con una sonrisa cansada, luego miró en torno a la mujer de treinta y un años frente a ella.
- ¿Con quién hablabas?- preguntó confundida.
Ella suspiró y miró hacia el suelo con fatiga.
- Entiendo...- suspiró la hermana- Pensé que no podían entrar a la iglesia.
- La iglesia es solo un edificio, hermana- dijo ella.
- O quizá tu poca fe la convierte en solo eso- sonrió la hermana con reproche.
Angélica la miró un segundo, y luego sonrió con unos pequeños y perfectos dientes.
- ¿De nosotras dos, quien es la Exorcista estrella?- dijo Angélica aun sonriendo.
- Tener un don para ver espíritus y demonios no te hace más cristiana- le recalcó la monja.
- Pero bien que le gustaría tener mi don ¿No?- dijo Angélica con la misma sonrisa sexy y antipática.
La hermana suspiró irritada y le ofreció un sobre blanco.
- El padre Andrés, me pidió que te diera esto. Él no se siente muy bien en este momento.
- ¿Otra misión?- dijo ella tomando el sobre.
- No tienes que ir esta noche. Puedes ir mañana.
- Mejor hoy que mañana- abrió el sobre y sacó una carta escrita a mano.
- Angélica...- dijo la hermana con pesar- tienes un hijo que de seguro te está esperando en casa.
- Y un esposo que de seguro me espera para reclamarme por la hora de llegada- dijo ella leyendo la carta, luego miró a la hermana Sara- Hagamos que el reclamo valga la pena.
Barranca, es un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad de Cumaná. Angélica había ido muy pocas veces, en su adolescencia. Aquella madrugada, aunque todo lucía oscuro y silencioso, ella no encontraba ninguna diferencia.
Con la cabeza apoyada en el cristal de la ventana del copiloto del auto en el que viajaba, pensaba en sus dias en el liceo. Pensaba en sus amigos, Victor, Winona y Miata, en una epoca en la que todo parecía perfecto, todo era... "normal". Bueno, tan normal como la vida de un grupo de chicos de trece años podía ser.
Su teléfono sonó de repente, y ella miró en la pantalla el nombre "Winona Fleming". Sonrió y contestó.
- Deberías estar en tu casa- dijo la voz grave y seria de una mujer.
- Y tu deberias estar durmiendo- sonrió ella.
- No duermo cuándo sé que mi mejor amiga está por meterse en problemas una vez más- dijo la mujer.
- Quizá... si dejaras de seguirme con el GPS, no tendrías que preocuparte todo el tiempo por lo que estoy haciendo- dijo ella y la oyó suspirar bruscamente.
Ella hizo una pausa, esperando a que Winona dijera algo en su defensa, pero fueron diez segundos incomodos.
- ¿Sabes en que pensaba?- dijo ella rompiendo el silencio.
- No- dijo Winona con su mismo tono serio- ¿En que?
- En como era todo hace dieciséis años- dijo angelica sonriendo con nostalgia- Cuando solo eramos tú, Victor y yo.
- Y Miata- dijo Winona con cierto énfasis- No olvides a Miata.
- No...- sonrió ella con ironia- Es imposible olvidar a Miata. Pero...- ella suspiró- Apartando lo que sabemos ahora de ella... tienes que reconocer que fueron momentos muy bellos.
- ¿No vivimos momentos igual de bellos ahora tú y yo?- dijo Winona. Casi sonaba celosa.
Angelica tomó aire, un poco irritada, luego miró la carretera frente a ella, en silencio, aun con el celular al oído.
- Lo siento- dijo la voz de Winona. Ahora sonaba arrepentida- No quise...
- Te llamo luego, Winona- dijo Angelica y colgó la llamada. Acto seguido, apagó su celular.
Era increible lo facil que Winona podia hacerla enfadar. Pero ni siquiera se preguntaba en que momento se habia vuelto una mujer tan fria y amargada, puesto que, la verdad, ella siempre había sido asi. Incluso cuando tenían trece años los chicos ni se le acercaban por miedo a ser golpeados.
- Estupida- dijo para si misma, luego miró al conductor, un hombre que parecia mas joven que ella- Jamás te fijes en las acuarianas, Carlos, y menos si son pelirrojas- le dijo.
- Lo tomaré en cuenta- rió él
El auto se detuvo minutos mas tarde, cerca de la entrada de un puente metálico que cruzaba un escandaloso rio.
- Espérame, no tardo- le dijo a carlos mientras bajaba del vehículo.
- ¿No quieres que te acompañe?- le preguntó él, un poco preocupado.
- No...- dijo ella- estaré bien.
Comenzó a cruzar el puente de metal, mientras escuchaba la agresiva corriente del rio debajo de ella y pensaba cosas que ya no quería pensar aquella noche.
- ¿Olvidar a Miata?- se preguntó irritada, al recordar la conversación con Winona por teléfono- ¿Cómo carajos voy a olvidar a una niña con cabellos rosados y ojos violetas?
- ¿Y que ademas se cogió a tu mejor amigo?- dijo la misma voz que había escuchado en la iglesia.
- Jennifer, basta- se quejó ella deteniéndose a mitad del puente- ¿Por que tienes que recordarme esas cosas?
De pronto una mujer joven y morena apareció frente a ella. Tenía largos y negros cabellos, alborotados debajo de un velo blanco, y un vestido de novia sucio de sangre. El maquillaje de sus ojos cafés estaba corrido en sus mejillas como lagrimas negras.
- Es tu culpa por contarme eso- dijo aquella aterradora mujer.
- No lo hice para que me lo estuvieras recordando- dijo Angelica- Lo hice porque confío en ti.
- Y porque sabes que no se lo diré a nadie- dijo la mujer- O por lo menos no a alguien con vida.
Angelica tomó aire, y trató de no alterarse, luego miró a Jennifer fijamente, con enojo.
- Oye...- dijo Jennifer- fue hace dieciocho años, Angélica. Créeme, el rencor no trae nada bueno. Yo soy la prueba de eso.
- Entiende que me siento traicionada- dijo Angélica en tono serio- Sí, han pasado dieciocho años, pero... no lo sé, es como... ¡Dios, odio tanto a esa perra!
- Ya no está- dijo Jennifer casi riendo- Miata Halliwell, ya no existe, y Victor está en otro país. Ya tienes que olvidarlo.
- Lo sé- dijo ella pasándose la mano por la cabeza- Pero... No sabes lo que es sentirse apuñalada.
Jennifer la miró con ironía y ella miró la herida profunda a un lado de su vientre, con la sangre que aun parecía fresca.
- Bueno, sí lo sabes- dijo Angélica.
- Camina, idiota- sonrió Jennifer- No tenemos mucho tiempo.
- ¿A ti que te importa el tiempo?- dijo Angélica mientras continuaba su camino- Ya estás muerta al fin y al cabo.
Llegó hasta el otro lado del puente. Una mujer la esperaba en la entrada del oscuro y solitario bosque que se abría ahora frente a ella.
- ¿Elimar Rengel?- le preguntó ella a la mujer, que parecía tener varios días sin dormir.
La mujer era rubia y baja, debía tener unos veinticinco años.
- Gracias a Dios- lloró la mujer esperanzada mientras tomaba la mano de Angélica- ¿Tú eres Angélica?
- Si- dijo Angélica con seriedad.
Ella miró hacia la casa a unos metros detrás de aquella mujer. La unica casa con la luz encendida, y frente a la cual se encontraba algunas personas con biblias y rosarios.
- ¿Hace cuánto envió la carta a la orden?- sin dejar de ver a la casa
- Hace tres días- dijo la mujer- ellos enviaron a un cura pero...
- ¿Hay niños en la casa- interrumpió, ahora mirándola a ella.
- No.
- Eso es un punto a nuestro favor- ella caminó hacia la casa.
Pero mientras caminaba hacia la casa, con Elimar a su lado, Angelica comenzaba a sentir algo oscuro pero muy familiar.
- Tiene que ser una broma- se dijo en voz baja, y con fastidio.
- ¿Disculpa?- preguntó la mujer confundida.
- Nada- Angélica fingió una sonrisa
Entraron a la casa; era una casa de barro, nada elegante. Las paredes estaban cayéndose y la poca luz que había provenía de velas y velones. Pero era una casa grande.
- ¿Cuándo empezó?- preguntaba Angélica mientras caminaba por el pasillo de aquella casa.
- Hace una semana- decía la mujer- cuando regresamos del ginecólogo.
- ¿Cuantos meses de embarazo tiene?
- Ocho.
Llagaron a una habitación, con una cortina en lugar de puerta. Angélica sintió frío al detenerse frente a esta habitación. Pero no estaba asustada. Lo que sentía dentro de ella era mas bien fastidio y enojo. Aquello era lo único que le faltaba para completar su noche perfecta, y no sabia si se iba a poder controlar.
Un grito desgarrador, proveniente de la habitación la estremeció y las velas y velones se apagaron.
- Dios mío- dijo Elimar aterrada.
Un hombre salió asustado de la habitación y las miró. Luego salió corriendo hacia la puerta de la casa.
- Salga de la casa, Elimar- dijo Angélica mirando hacia la habitación- Será más difícil con usted aquí.
Dicho esto, Angélica entró a la habitación. Era oscuro, pero podía ver a la chica rubia embarazada, acostada en la cama y maniatada a la misma. Miró a esta chica por unos segundos, luego sonrió, con aquellos, dientes blancos y pequeños. Era una sonrisa de fatiga y resignación.
- Hola- dijo aun sonriendo.
- ¿Tú quién eres?- preguntó la chica con voz temblorosa y con la cara empapada de lágrimas.
- Me llamo Angélica- respondió ella caminando hacia una mesa sobre la cual había un velón apagado y una caja de fósforos- ¿Y tú?
- ¿Eres doctora?
- No- sonrió mientras encendía el velón con un fósforo, luego suspiró y la miró- Pero eso tú ya lo sabes ¿O no, Miata?
Los ojos de la chica se tornaron de un brillante color violeta y miró a Angélica con odio.
- ¿Hacía cuanto no nos veíamos Miata?- preguntó Angélica con naturalidad- En serio, yo... creí que ya te habías resignado a estar entre fuego y cenizas.
- Devoraré tu alma, maldita perra- dijo aquella chica con voz de ultratumba.
- Las dos sabemos que no puedes hacer eso- Rió Angélica con superioridad, luego la miró un momento- Por favor, vete por las buenas esta vez. Deja a esta pobre niña.
- Ya es tarde- rió la chica con su misma voz tenebrosa- Esta vez perdiste Angélica.
Angélica miró la sabana, se estaba humedeciendo. Se impactó.
- Perra- dijo Angélica preocupada, al darse cuenta de lo que pasaba- Quieres al bebé.
La chica rió de manera tenebrosa, mientras que Angélica, rápidamente sacó un rosario de su blusa negra y se lanzó sobre la chica. El rosario era tan largo que se veían volar sus cuencas sobre ambas mujeres. Ella enrolló el rosario en el cuello de la chica velozmente y enseguida, dicho rosario comenzó a arder tanto que el color nácar se tornó rojo fuego.
- ¡Santo padre!- comenzó a exclamar Angélica- ¡Te pido...!
- ¡Muérete!- gritó la chica, rompiendo las ataduras de sus manos y golpeando a Angélica tan fuerte que la tiró al suelo.
La muchacha se levantó de la cama y se arrancó el rosario del cuello, luego tomó a Angélica, quien trataba de levantarse y la lanzó fuertemente contra la pared. Angélica como pudo se puso de pie rápidamente pero ella la tomó por el cuello, la levantó y la lanzó hacia la puerta del cuarto. La cortina se vino abajo y ella cayó en el suelo del pasillo.
- Sí… debí ser doctora- Se quejó adolorida mientras se ponía de pie.
La chica la miró desde el cuarto. Angélica se llevó sus dos manosa la espalda y sacó dos pistolas 45 y le apuntó.
- ¡No!- exclamo Elimar que había llegado de nuevo al pasillo corriendo- Por favor, no le dispare.
Angélica miró a aquella mujer embarazada por unos segundos. Sabia que Miata no podia morir, pero aquella chica inocente junto con su bebé, sí.
- Llame a una ambulancia- dijo y luego guardó las pistolas- ¡Hágalo!- gritó y la mujer salió corriendo.
La chica comenzó a caminar despacio pero con agresividad hacia Angélica, mientras esta sacaba un pequeño rosario, el cual se enrolló en su mano derecha.
- Está bien Miata- dijo ella tomando aire- Será por las malas.
Angélica corrió hacia la chica e intentó golpearla con su puño izquierdo. Pero esta se lo detuvo y la volvió a tomar por el cuello y la levantó.
- Hasta aquí llegaste Angélica- dijo la chica con su voz de ultratumba.
La mano derecha de Angélica brilló junto con el rosario y la introdujo en el pecho de la chica como si esta fuese un fantasma.
- ¡Perra!- dijo la chica
- No puedo... dejarte... hacer esto- dijo Angélica con un hilo de voz mientras la chica apretaba su garganta.
Ella comenzó a sacar su mano del pecho de la chica, tirando de algo transparente, algo que parecía seda, algo que parecía no querer salir.
- Perdona lindura- dijo Angélica liberando su mano izquierda de la mano de la chica, luego sacó una de sus pistolas y le disparó en una pierna.
La chica gritó y la soltó. Ella arrancó de su pecho a una pequeña niña con vestido blanco y un larguísimo cabello rosa, que gritaba horriblemente y la lanzó con fuerza hacia el espejo del pequeño escaparate que había en la habitación al tiempo que la chica embarazada caía inconsciente en el suelo.
En el espejo la niña de cabello rosado y ojos violeta gritaba y golpeaba el vidrio. ¡Había quedado atrapada en el espejo!
- ¡Infame zorra!- gritaba la niña.
- Casi lo logras esta vez, Miata- dijo Angélica en voz baja y ronca, luego le apuntó al espejo con su pistola- Suerte para la próxima.
Disparó y el espejo se hizo trizas.
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Comments
Elizza Diaz
Hola!!...
Angélica?🤔 quiero pensar que es la hija de Diego! Jennifer la hermana de las cuarenta👿
2023-07-16
3
Nellys Cabeza
☺️☺️☺️☺️☺️
2022-11-17
0
Winona Fleming
oye!!!
2022-11-08
0