Las puertas del infierno - X

Capítulo X - Las tres dimensiones

La manera en la que Rafael hablaba demostraba que los años que había vivido como ángel habían sido muy duros. Era más que evidente por cómo se refería a los demonios y a las batallas que habían tenido contra ellos. Se notaba que ya estaba cansado de luchar. Una guerra sin fin, a través del tiempo y del espacio.

Al ver el mapa que Adrián había colocado sobre la mesa Mina se quedó pensando. ¿Qué significaban los números al pie de los tres círculos?

–No entiendo esto –dijo ella mirando los números–. Aquí dice siete.

Rafael miró con una sonrisa a Mina. Lo que estaba escrito en ese pergamino estaba en lenguaje angelical. Algo que solo podían entender los ángeles o aquellos que tuvieran un talismán de entendimiento dado por los ángeles. Si bien los ángeles tenían la capacidad de entender cualquier idioma en el que se comunicaran los seres vivos en la tierra, su lengua era muy complicada de aprender para los humanos.

–¿Qué número puedes ver? –preguntó Rafael ya que las personas que eran descendientes de ángeles no siempre heredaban todas las habilidades de estos.

–Los tres, hay uno debajo de cada circulo. ¿Ese representa la tierra? –preguntó ella y Adrián miró asustado a Rafael.

–Puedes explicarle lo que eso significa mientras busco un libro por aquí –dijo Rafael a Adrián y este le dijo que sí.

–Cada circulo representa un planeta de las tres dimensiones conectadas. El cielo es siete veces más grande que el planeta más grande del sistema solar. Y el infierno es siete veces más chicos que el más pequeño –aclaró Adrián a Mina.

–¿No es esa mucha diferencia? –preguntó ella tratando de pensar en un planeta siete veces más grande que júpiter.

–Es que en nuestro universo el cielo no es un planeta sino una estrella –dijo Rafael mientras sacaba unos libros de un librero que tenía detrás de él.

El lugar seguía viéndose como un entro de tatuaje normal, aun así, escondía muchas cosas. Más de las que Mina podía comprender todavía.

–¿Una estrella? –preguntó ella confundida–. ¿No hace mucho calor como para que sobrevivan?

–Aunque ahora tengo un cuerpo prestado, pero sigo teniendo mi protección angelical –dijo Rafael mientras ponía su mano sobre una vela y no pasaba nada–. ¿Tú también tienes esa habilidad?

Mina se miró la mano, nunca había intentado suicidarse prendiéndose fuego. Tocó una de las velas y sintió frio en su mano.

–Genial, tienes un porcentaje alto de poderes angelicales pese a ser humana –dijo Rafael y le dio un libro.

–¿Qué tengo que hacer con esto? –preguntó ella al ver en la tapa una estrella con trece círculos.

–Léelo –dijo Rafael y se sentó para mirarla con atención.

Ella parecía extrañada. Acababa de entender que el cielo era una estrella y era enorme, el infierno era un planeta muy pequeño y los dos giraban en el mismo eje que la tierra. No solo eso, ella no podía quemarse.

–¿Y? –preguntó Rafael como si estuviera ansioso.

–Este es el libro del comienzo, los humanos intentarán traducirlo, pero solo quienes tengan mi sangre en sus venas podrán leerlo –dijo ella leyendo lo que había escrito en ellos.

–No puede ser –dijo Adrián, pero Rafael le tocó el hombro para que no dijera nada.

–Eres cien por ciento ángel –dijo Rafael y le pidió que le devolviera el libro–. Ni siquiera yo en este cuerpo lo soy.

Mina no entendía nada. ¿Qué quería decir eso? Ella era humana. ¿Cómo podía ser un ángel? Se suponía que era un hibrido, eso le había dicho su abuela.

–¿A que te refieres? –preguntó ella y Rafael se sentó a su lado.

–Creo que es mucha información para un día. Será mejor que duermas un poco –dijo Rafael y le agarró la mano para llevarla hasta su cama–. Te despertare cuando Adrián esté recuperado. Él no puede reponerse de sus heridas como tú.

Mina sintió el peso de la lucha y se recostó en la cama de Rafael. Cerró los ojos, pero antes de quedarse dormida recordó lo de su sangre.

–Tal vez mi sangre pueda hacer que Adrián se recupere más rápido –dijo ella como si fuera natural para ella que otros se curaran con su sangre.

–Gracias, lo tendré en cuenta –dijo Rafael y se fue. Los seres humanos habían escrito muchos libros sobre el

cielo y el infierno. Y de lo único que Mina estaba segura era de que el cielo estaba por encima de la tierra y el infierno en su centro. ¿Cómo fue que los humanos pudieron descubrir eso? ¿Cuántas cosas más desconocía? ¿y que era eso de ser un ángel comp0leto siendo humana?

Aunque seguía fascinada con la idea, ahora algo más ocupaba su mente. ¿Qué era eso de la profecía? ¿Y porque tenía tan preocupado a un inmortal como Rafael? ¿Ella podría ayudarlos a evitar que la profecía se volviera realidad? ¿Su poder sería en algún momento suficiente para que los demonios cedieran ante ella?

La realidad era que la experiencia que Mina estaba viviendo la tenía atrapada. El absorber conocimientos nuevos, el poder que Rafael había despertado y que ahora estaba corriendo por su sangre.

Mientras ella dormía Rafael estaba curando a Adrián en su sala de tatuajes. Este estaba completamente desnudo recostado en una de las camillas de Rafael. Tenía muchas heridas sangrando y más cicatrices de batallas anteriores.

–Ella me dijo que podía tomar de su sangre para curarte –dijo Rafael mientras usaba sus poderes para cerrar algunas de las heridas de Adrián.

–Sabes que la sangre de los ángeles me destruiría –dijo Adrián tratando de relajarse. Lo que le hacía Rafael era muy doloroso.

–Pero ella no es un ángel, podríamos probarla –dijo Rafael con una sonrisa.

Él tomó la gaza con la que había curado Mina y la apoyó sobre la herida de Adrián. Este trató de alejarse sabiendo que se quemaría, pero no fue así. La sangre de Mina empezó a abandonar el apósito metiéndose en las heridas de Adrián. Antes de que ambos pudieran creerlo él estaba curado.

–¿Quién diablos es esa chica? –preguntó Adrián asustado.

–No tengo idea –dijo Rafael sonriendo.

Autora: Osaku

Todos los hechos y personajes de esta novela pertenecen a la ficción. Cualquier semejanza con la realidad son pura coincidencia.

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