CAPITULO XIII

Corrección:

MARCO

--¿Estaba en el lugar correcto?

Comprobé la hora una vez más, miré alrededor.

--Disculpa, ¿este es el edificio principal? – detuve a alguien que pasaba.

--Sí.

--Gracias.

Era el sitio, pero ella no estaba. Habían pasado quince minutos. Tal vez es una de esas personas que llegan tarde a todos lados.

--Hola.

Me giré a la voz que escuché detrás de mi espalda.

--Eres tú. Pensé que no vendrías.

--Lo siento, una clase terminó tarde. – su sonrisa era tímida y amplia, me hizo sonreír de vuelta. No sé, pero verla me hacía sentir seguro. Era algo inexplicable. Todavía se sentía extraño esta situación. No la conocía, sin embargo a la vez podría decir que no había otra persona tan transparente como ella. Su sonrisa era tan luminosa para mí.

--¿Estás lista? – pregunté.

--¿Para qué?

--Para empezar de nuevo. – levanté mi mano para mostrársela pidiéndole la suya. Ella miró mi mano extendida. El tiempo se detuvo al observarla. Mis palabras nos encerraron “empezar de nuevo", quería referirme a que no habíamos tenido un buen inicio cuando nos conocimos, pero profundamente el aire se sintió espeso, casi pronunciando con un eco, “empezar de nuevo", como si antes ya hubiéramos empezado.

--Estoy lista. – su mano tomó la mía.

Fue ese momento en que me di cuenta de que la temperatura de mi mano era fría, esa fue la afirmación de que necesitaba de la suya para calentarla, la necesitaba a ella para que mi vida cambiara. No era alguien muy alegre ni muy sociable, aunque sí tenía amigos. No disfrutaba mucho de sus compañías, prefería estar solo. En toda mi vida sentía que algo no estaba bien conmigo, nunca pude disfrutar de un momento plenamente feliz. Cuando todo parecía estar bien y me divertía, una tristeza oscura se apoderaba de mí. De alguna manera me sentía muy mal, como si necesitara de algo más y ahora con ella en frente estoy seguro de que ella lo es.

Su mirada verde me hacía viajar a todos esos momentos felices que no disfruté. Verlos me tranquilizaba, me daba paz.

--Háblame de ti. ¿Cómo es que vivías tan cerca y nunca te había visto?

Ella seguía sonriendo.

--Vayamos primero a tomar algo y platiquemos.

Tomados de la mano, nos dirigimos hacia un pequeño negocio que servía bebidas heladas.

--Antes de que digas cualquier cosa, quiero dejarte en claro algo.

--Dime. – respondí.

--Lo que pasó entre tu hermano y yo no fue nada para mí. Sinceramente, no entiendo cómo es que pudimos salir. Sé que puede ser un tanto incómodo para ti, pero lo que fuera que haya sucedido entre los dos, ya no hay.

--¿Entonces? ¿No te gusta?

Ella suspiró. No fue un suspiro de anhelo sino de insatisfacción.

--No. La verdad es que a veces incluso no lo soportaba, pero… -- esperé a que su pausa terminara – tenía algo que me hacía quedarme con él. – miró hacia abajo.

¿Qué pudiera tener mi hermano que fuera tan irresistible? Bueno… él era muy atractivo, pero no creía que Esmeralda fuera tan narcisista como para soportarlo solo por su físico. Tal vez besa muy bien.

--¿El qué? – no podía quedarme con la duda, tenía que preguntar.

--Sus ojos. – dijo con un solo aliento. – Son muy parecidos a los tuyos.

--Sí, tengo sus mismos ojos.

--No. – me cortó de inmediato – No tienes sus mismos ojos. Él tiene los tuyos. ¿Sabías que había estado soñando con tus ojos desde que era pequeña? Así que cuando conocí a Damián y vi sus ojos, pensé que eran esos ojos con los que había soñado. Y aunque podía ver diferencias, eran muy similares y me quedé con él porque, de alguna manera, mirarle los ojos me reconfortaba, y así lo creí por un tiempo, hasta que eso dejó de ser suficiente para soportar su personalidad. Lo terminé y unos días después, te encontré en el estacionamiento y tus ojos son los mismos que he visto toda mi vida.

Si otra persona me dijera lo mismo que ella decía, la tacharía de loca. Sin embargo, la entendía porque me pasaba lo mismo.

--¿Y si te equivocas de nuevo?

--No. Te confundí con tu hermano porque son similares, pero la forma en que miras es la misma que he visto en mis sueños. – colocó sus codos sobre la mesa inclinándose, su mirada cayó fijamente en mí – No hay confusión esta vez. Estoy segura. Eres tú. Te he estado buscando por mucho tiempo Marco. Creo que estábamos perdidos, pero al fin nos hemos encontrado.

No pestañeo, su mirada era intensa.

--Debo decirte que al mirar también tus ojos, siento que me complemento. Te he preguntado ¿qué si nos conocemos de antes? Porque me has parecido tan familiar que siento que te conozco y… – alcancé su mano – cuando te he tocado lo he confirmado. Yo igual te he estado buscando. Tú eras lo que me hacía falta. Ahora en verdad siento que estoy completo.

--¿Será que tú y yo nos conocimos en otra vida?

--No soy muy creyente de eso. – dije.

--Yo tampoco.

--Una vez leí la historia de un ángel que fue expulsado del cielo. Dios partió su espíritu en dos, lanzándole al mundo de los humanos como castigo, obligando a sus dos partes de alma a encontrarse y complementarse. Pero su destino siempre era el mismo, tenían que desprenderse el uno del otro. Ese fue el castigo de Dios, destinados a encontrarse para luego separarse y solo en el momento en que las dos partes recuerden que no son dos sino uno, el castigo terminará.

--¿Entonces crees en las almas gemelas?

--Creo en que existen personas que te complementan.

--Me gusta la historia. Me agrada la idea de que somos personas destinadas.

--Cuéntame de ti, quiero saberlo todo.

Sus ojos se ampliaron con diversión. Su vida había sido muy tranquila. Me contó cómo fue su niñez, cómo empezó con la danza, no entró en detalles con lo de su madre. Me pareció imprudente preguntar. Habría tiempo para informarme mejor. Yo también le platiqué de unas cosas de mi niñez, dónde estudié, mis amigos y cosas por el estilo.

Después de tres horas hablando, que pareció ser solamente minutos, ella miró su reloj.

--Tengo que irme. Tengo una clase en quince minutos--dijo. Después de pagar la cuenta, la acompañé hasta el edificio de la universidad.

--¿Te veré más tarde?-- preguntó. --No me dijiste cómo son tus horarios, ¿qué haces en el día?--

Nos concentramos tanto en nuestro pasado que casi no hablamos del presente.

--Casi todo el día estoy en la oficina. Esta es la dirección-- le extendí una tarjeta. --Cualquier cosa que necesites, puedes llamarme o visitarme.

--¿Ahora te irás a tu casa?

--No lo creo, debo terminar algunos asuntos. Podemos cenar juntos.

--Te enviaré un mensaje

--Lo esperaré.

Ambos nos quedamos mirándonos, tratando de descifrar cuál sería la mejor manera de despedirnos. Ella tomó la iniciativa acercándose y poniéndose de puntillas. Besó mi mejilla, pasando todo en un segundo, pero su cercanía y el sello de sus suaves labios se impregnaron en mi piel.

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Comments

Milcaris

Milcaris

Yesiiiiii 😄😘😘
No brinque de la emoción porque estaba en la calle.
Estoy feliz, espere tanto ese momento de los dos así juntos y que comiencen de nuevo y esta vez para siempre.
Gracias Yessiday 🥺🥺🥺
Porfa se que tienes otras actividades pero no nos abandones.

2023-05-24

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Gaby Reyes

Gaby Reyes

Hola Gracias por actualizar espero el otro capítulo con ansias 😊😊😊😊

2023-05-24

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