CAPITULO XII

ESMERALDA

Capítulo

Al bajar a desayunar, mi padre ya estaba en la mesa atendiendo sus documentos, me puso de buenas verlo mejor.

--Te han traído algo. – señaló la puerta.

Enseguida miré.

Un arreglo floral bastante grande obstruía la vista. De inmediato me acerqué. Todo el arreglo estaba dentro de una canasta tejida, las flores envueltas en una fina tela azul, flores de todo tipo, todas abiertas a su máximo esplendor, definitivamente hoy era su mejor día. Todas lucían frescas. Una nota colgaba de una hoja.

“Esperaré tu mensaje todo el día, todos los días”

--¿Quién te hace sonreír así? – mi padre habló desde su lugar.

--¿Sonreír? No sonrío – me puse seria borrando la sonrisa que se me dibujó.

--Desayuna que se te hará tarde.

No pude quitarme la sonrisa de mi cara por mucho tiempo.

……

--¡Te dije que no le dieras el sí tan rápido! – Diana me regañó.

--¿De qué hablas?

-- De tu loca sonrisa, te dieron duro ¿eh?

Abrí los ojos totalmente sorprendida.

--¡Estás loca!

Ella río a carcajadas por mi reacción.

--¿Entonces? ¿Por qué sonríes si no es porque tuviste un revolcón?

--Tu piensas que todo tiene que ver con eso, Marco es diferente.

--¿Así? – lo dudó – eso decías de Damián cuando te lo advertí, y mira lo que resultó.

--No hables de él. – Damián había sido un completo idiota respecto a la intimidad.

--Si no es por sexo ¿por qué sonríes?

--¿No puedo? Simplemente estoy de buen humor.

--Te envidio, muchas te envidian, y mira ahí viene una, malhumorada como siempre.

Helena desfilaba con su séquito. No pasé desapercibida para ella, me miró de arriba abajo para luego continuar su camino.

--¡Que le pasa! Se cree la gran cosa—comentó Diana – tu y yo somos mucho más bonitas que ella.

--Pero nos gana en otras cosas.

--Tener dinero no debería de contar. -- Me encogí de hombros. – no sabes, inventó un pretexto tan patético cuando su “novio" no llegó que casi se me salía el refresco por la nariz. Hay… -- suspiró—pobre, lo peor es que todos le siguen la corriente como si le creyeran.

--Déjala ser.

--¡Es que no puedo! ¡Es tan creída! Me gustaría que recibiera su merecido.

Diana no podía pasar de ella. La había agarrado contra ella desde el momento que la conocimos. Y es que ella desde el primer día sin razón me miraba de manera despectiva. Las veces que nos topábamos y había oportunidad decía alguna indirecta sin razón, apenas había cruzado palabra con ella, no entraba en mi lista ni de conocidos, Diana decía que le caía mal solo por ser bonita. Estaba consciente que mi aspecto era diferente, cuando entraba a un sitio, un pasillo, las miradas se concentraban en mi, Diana decía que si lo quisiera pudiera ser la reina de todo, pero la atención no era de mi gusto, no era de alguien que lo disfrutara. He pasado de varias invitaciones a salir, ningún chico me había interesado hasta que conocí a Damián con sus ojos negros, y ahora con su hermano… no podía sacármelo de la cabeza, los sueños donde veía unos ojos negros insondables se habían hecho mucho más frecuentes e intensos. No sabía porqué tenía esta sensación de tenerlos que buscar, simplemente lo hacía, tal vez para que esos sueños paren, o tal vez porque eso era lo que quería. No era una persona que creía en las almas gemelas ni en el destino. Todo eso de que en el momento que naces estas destinado a una persona nunca me había sonado muy sensato. Sin embargo, ahora empezaba a cambiar de opinión ¿qué si mi subconsciente o algo mucho más poderoso me ha estado diciendo toda la vida lo que necesito para vivir? ¿Qué si es como una especie de visión y que ese color es mi destino? ¿Qué pasa si solo me había equivocado de tonalidad? Damián no era el color negro que buscaba, le faltaba profundidad, lo había confundido, era eso, con el que había soñado casi toda mi vida era con otro, con su hermano.

Rápidamente saqué mi teléfono antes de entrar a clase.

“Hola, Te veo fuera del edificio principal a medio día”.

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