ESMERALDA
La sonrisa al despertar era la misma de la noche anterior, debía admitir que me emocionaba verlo. Me había comportado muy a la defensiva antes y era porque no me gusta la gente nueva, siempre me había costado mucho hablar con nuevas personas, esa era la razón por las que los fines de semana prefería quedarme en casa.
Ayer por la noche le conté por mensaje a Diana sobre Marco, omití que era el hermano menor de Damián, se volvería loca si lo supiera, después de enviarle mensaje me arrepentí, no dejó de enviarme mensajes hostigándome como una loca y me hizo dormir hasta la madrugada, no dejándome en paz hasta que lo describiera detalladamente, prometió pasar como si nada en mi trabajo para conocerlo en persona, no pude decir que no.
Ya eran las 7:00 am, bajaba de mi habitación para desayunar, mientras preparaba mi desayuno de todos los días, vi un auto estacionado fuera. Ya había llegado. Salí, la ventana de su auto estaba baja, me vio por el rabillo del ojo. Se apuró a bajar.
—Llegas antes.
—Mientras más temprano más rápido acabamos.
—¿Sabes que tengo un horario que cumplir? Ven, pasa.
Cuando entró, miró alrededor curioso, me sentí extraña al tenerlo en mi casa en un lugar tan privado.
—¿Ya desayunaste? —Pregunté.
—Si, no te preocupes por mí, haz lo tuyo. Te esperaré aquí – se sentó en el sofá.
La cocina y la sala era una misma amplia habitación, mientras comía mi desayuno podía ver lo que hacía, fue obediente quedándose sentado, pero no dejaba de mirar a su alrededor, cuando notó las fotografías no pudo quedarse más tiempo en el mismo lugar, tomó cada retrato admirándolas. Con cada fotografía sonreía, como si recordara con nostalgia la situación de ese día en la foto. Era extraño.
Me apuré a terminar de desayunar para unirme a él antes que terminara de desacomodar todo.
—Siempre has sido una niña muy bonita – dijo mirando una fotografía en la que estaba alimentando un pato. Se quedo observando la foto por bastante tiempo.
—Dejemos esto aquí— se lo quité de las manos. —vamos, se hace tarde.
Después de cerrar la puerta principal habló.
—Te traje algo – caminó hasta su auto, abrió la puerta y sacó un pequeño ramo de flores envuelto en una fina tela azul con un listón color arena. – son para ti.
Primero no sabía que decir, no me lo esperaba, totalmente sorprendida me quedé mirándolas por unos segundos.
—Gracias… — susurré. Una sonrisa nacida desde mi interior quería asomarse, la detuve— las llevaré dentro.
Regresé casi corriendo en busca de un florero con agua. Di un gran respiro de nerviosismo antes de salir a su encuentro.
Su sonrisa mientras caminábamos era amplia, disfrutaba del día a su esplendor, incluso casi podía jurar que silbaba en un tono bastante bajo.
Cuando llegamos a la casa de mi vecino que en realidad estaba a unos cuantos metros, ellos salieron de prisa, la señora Daisy preguntó con una mirada juguetona quien era el que me acompañaba, negué avergonzada por las caras evidentes que hacía. La señora Daysi siempre que podía insistía en que debía de salir más, me recrimina que pase casi toda mi universidad en casa sin salir a fiestas.
—Esmeralda, regresamos a la hora de siempre, ahora están dormidos, ya sabes qué hacer.
—Por supuesto.
Mi trabajo de hoy era cuidar a tres hermanos pequeños, más que trabajo en realidad era un favor, mis vecinos de vez en cuando disfrutaban de salir solos a desayunar o algún otro lado y como su vecina los ayudaba, ellos me bonificaban con un pequeño pago, no era mucho, pero muchas veces con eso pagaba la mitad de algún recibo, todo era bienvenido.
—Puedes prender el televisor con un bajo volumen, — le dije a Marco una vez que los señores se fueran.
Anteriormente había traído a Diana, ya sabía que no les molestaría que traiga una persona extra.
—Y… ¿Qué haces aquí?
—No hables fuerte — callé, en voz silenciosa.
—¿Mamá? — miré hacia atrás al escuchar la pequeña voz.
—Mamá salió con papá — dije con dulzura — estoy aquí para jugar contigo.
Víctor hizo un puchero.
—No quiero jugar contigo, la última vez hiciste trampa.
No pude evitar reírme al recordar.
—Lo siento, no se repetirá.
—No te creo — dijo cruzando los brazos.
—De verdad, te lo digo enserio. Ven, desayunemos y luego jugamos.
El chico se dejó guiar por mí.
—¿Quien es ese? — mientras preparaba el desayuno miraba ocasionalmente hacia el sofá.
—Es un amigo, su nombre es Marco. ¿sabes? Le encanta jugar el caballito ¿quieres intentarlo?
Víctor, no lo pensó dos veces, corrió y sin aviso se subió a los hombros de Marco, su reacción fue rápida al sostenerlo y no dejarlo caer. Víctor era un niño que no tenía vergüenza en nada, rápido agarraba confianza. Desde su lugar Marco me miró preocupado por lo que el niño le hacía.
—¡Vamos caballito! ¡Cabalga!
Yo no podía parar de reír. Los dejé en la sala mientras continuaba haciendo el desayuno.
Era inevitable que por los gritos y juegos los otros dos pequeños no se despertaran.
—¿Qué es todo ese ruido? — Raúl, salió de su habitación aún en pijama, malhumorado y con el pelo despeinado. Vio a su hermano jugando y no pudo evitar unírseles.
—Tengan cuidado — dije cuando ambos luchaban por quien se mantendría arriba.
Una sombra sospechosa se asomaba y volvía a esconderse.
—Sofía, ya te vi. — sonrió al ser descubierta. — ven, ayúdame a terminar los sándwiches.
Cogiéndome de la mano me siguió hasta la cocina.
Prácticamente ya estaba listo, solo me faltaba ponerle los adornos de animalitos para que se vean más apetecibles para ellos.
—¡Vengan! — grité desde la cocina.
Los tres tardaron en llegar, Sofía ya andaba por la mitad de su emparedado. Los dos niños ya acelerados por la actividad llegaron corriendo, una silla fue dar al suelo.
—Tranquilos, van a lastimar a su hermana, — ambos se calmaron.
Sentándose de manera tranquila les di su desayuno.
—¿Qué haremos hoy?
Miré hacia la lista del refrigerador.
—Después de hacer sus deberes, jugaremos.
—¡Yo no tengo tarea!
—¡Ni yo!
—Primero recogeremos su habitación, y luego bañaremos a Paul, y Raúl recuerda que tienes que limpiar la pecera de tu tortuga.
—¡Ay no! ¡me da mucho asco!
—¡Tu pediste ese animal! — gritó su hermano demasiado fuerte.
—¡Siempre quiere morderme! — dijo Raúl en su defensa.
—Yo te ayudo, — Marco se ofreció.
—¡Si! Igual tengo una lagartija ¿me ayudas con ella también?
Asintió sonriente.
—No te olvides de tus pájaros — recordé.
—A si, igual tengo que limpiar ¿me ayudas?
—Está bien, entre los dos lo haremos.
Después de terminar de desayunar, los llevé a vestirse, peinarse y lavarse los dientes. Cada uno se fue sin objetar en hacer sus deberes, Sofía se quedó conmigo, mientras jugábamos con los bloques, tenía apenas cuatro años, era la menor y no tenía tantas responsabilidades como sus hermanos.
Jugaba con ella mientras escuchaba atenta a los niños, de vez en cuando me levantaba para vigilarlos. Víctor, limpiaba su juguetero, y Raúl y Marco limpiaban la jaula de los pájaros. Los podía ver desde dentro, desde mi posición lo observé; era alto, tenía la vista exacta de su perfil, y sus largas pestañas curveadas se veían hermosas por la luz del sol, hacían un muy buen juego con sus ojos negros. Debió de sentirse observado, miró hacia mi dirección, no tuve tiempo de apartar la mirada así que le sonreí, sus ojos brillaron mientras también sonreía, Raúl lo llamó haciendo que se fijara de nuevo en él.
—¿Es tu novio? —No me di cuenta en qué momento Víctor se había parado junto a mí.
—No.
—¿Segura? — sonrió.
—Segura.
—Un día te vi besándote con un chico, y era igual a él.
Mierda. ¿Cuándo sucedió eso?
Me agaché para estar a su altura. ¿cómo le explicaba a un niño que era el hermano?
—Era otra persona. Se parecen un poco.
—Mientes, era él. Le preguntaré — se fue corriendo, traté de alcanzarlo, pero era demasiado rápido.
Desde mi posición miraba nerviosa su breve intercambio de palabras, no podía ver muy bien sus expresiones.
--Juega conmigo – exigió Sofía.
Los dos niños entraron con Marco detrás, enseguida cambié mi atención a Sofía, pasaron de largo hacia la habitación de Víctor.
Después de jugar unos minutos no me aguanté y fui a ver que tramaban.
Marco se encontraba en el baño lavando los zapatos de fútbol de ambos niños mientras estos jugaban.
--¿Qué hacen? – pregunté primero a los pequeños.
--Jugando.
--¿Ya terminaron con lo que tenían que hacer?
--Si.
Los miré de manera sospechosa. Me asomé en la puerta del baño sin hacer ruido.
--¿Porqué esta lavando sus zapatos? Los apunté con el dedo.
--El se ofreció—Víctor me miró inocente, lo conocía como para creerle ciegamente, algo más se encontraba detrás de eso, pero sentía que si preguntaba no me iría bien.
--Cuando terminen salgan al jardín, hay que bañar a Paul.
…..
Sofía y yo le lanzábamos la pelota a Paul para que la atrape, era un perro ya grande que era bastante bueno en es juego. Sofía no paraba de carcajearse, me contagiaba así que también yo no paraba de reírme. Paul luchaba por tener la pelota cuando todavía la teníamos en nuestras manos, la pequeña Sofía se caía por la fuerza del perro riéndose cuando la limpiaba, yo la levantaba y en el proceso Paul se subía en mi tirándome también. Logré alcanzar la pelota tirándosela del otro lado del patio, Paul salió corriendo.
Aproveché para levantarme y sacudirse y hacer lo mismo con Sofía.
--Ya estamos listos. –Raúl se asomó con un cubeta, una toalla y una correa.
--Bien, atrapen a Paul. – dije sabiendo que esa tarea era difícil.
--Marco lo hará—comentó Víctor.
--No, tú lo harás, Paul no está familiarizado con Marco.
Víctor se quejó diciendo que ya había hecho un trato lo ignore dejándolo sin opción. Resignado fue en busca de Paul. Tardo más de quince minutos en conseguir ponerle la correa. Paul no era un perro que le gustaba mucho el agua, sabía que al ver la correa significaba baño así que huía.
Una vez sostenido, entre todos lo bañamos, menos Marco ya que Paul se asustaba cada vez que se acercaba, era un poco sensible en la hora de su baño, si lo mirabas a los ojos parecía que se ponía triste.
--Es para que huela rico – dije consolándolo -- ¿te gusta oler rico? Si que si, entonces tu baño es necesario, -- platicaba con él mientras lo jabonaba, Paul hizo ese sonido característico de los perros cuando lloran o están tristes – no, cariño, si no te bañas no podrás entrar a la casa.
--¡No Paulito no llores!—Sofía gritó efusiva – a mi tampoco me gusta bañarme, pero tengo que hacerlo sino me vería fea. –Lo abrazó sin importarle que su ropa se llenara de jabón.
Paul la lamió pareciendo entender su consuelo. Se quedó quieto hasta que terminamos de secarla. El siendo un perro se sacudió mirándonos a todos en el proceso.
--¡Marco, ven aquí! – Raúl lo llamó.
Paul se quedó quieto en cuanto Marco empezó a avanzar.
--Juega con él—Víctor le tendió a pelota, Marco primero jugó con ella en su mano pasándola de un lado a otra captando la atención de Paul.
--Ven, -- llamó mientras se agachaba tendiéndole la mano, mi primer instinto fue detener a Paul desde su correa pero ya había corrido, me asusté cuando estuvieron demasiado cerca, casi grito, Paul se acercó primero oliendo su mano para después lamiarla, la primera vez que yo lo conocí no me gruñó, pero tampoco quiso jugar conmigo, y con Diana nunca se ha llevado bien, se lanzó a ella tirando la al suelo pensé que haría lo mismo con él. Marco se sentó en el pasto mientras lo acariciaba, Paul se acostó en sus piernas.
--Vaya… -- comenté en voz baja.
--Es una señal – dijo Víctor guiñándome.
Entrecerré mis ojos no entendiendo a lo que se refería.
Sofía se unió corriendo acostándose sobre su perro, ya estaba totalmente seco. Me quedé a recoger lo que utilizamos para su baño mientras los dos niños restantes se les unieron.
--¡Esmeralda! – una voz femenina grito desde un auto, gritaba mientras daba bocinazos -- ¡Amiga!
Antes que que toda la cuadra se quejara por su nefasto grito corrí hacia ella.
--¡Diana, cállate!
Río a carcajadas divertida.
--¿Dónde está tu bombón?
-- Él no es…
--Dime que es ese que está sentado con los niños.
Miré hacia donde ella miraba que era exactamente donde él estaba. Desde aquí no se tenía muy buena vista, estaba de espaldas así que su amplia y fuerte espalda era lo que resaltaba.
--¡Dios! ¡es sexy! Y ni siquiera lo he visto de frente.
--No alces la voz – urgí, tenía la mala costumbre de hablar demasiado fuerte, además que su tono de voz de por si era altanero.
--¡Preséntamelo!
--¡No!.
--¡Vamos!.
--Ya lo viste, dijiste que solo vendrías a echarle un vistazo, vete y te prometo que otro día te lo presentaré.
--¿Eso significa que te gusta? – sonrió maliciosa – Damián es un papacito, pero nunca me cayó bien. Tengo que conocerlo para dar mi aprobación antes que digas que si.
--¿Si a qué, loca? – le pegué en la frente.
--¡Auch!
--Te veo mañana.
--Tengo algo que hacer, sino me bajaría solo para molestarte. – apunto de meter la primera velocidad, recordó algo -- ¡aaahh qué no sabes!
--¿Qué?
--Dejaron plantada a Helena, tanto que presumió a su novio que iría a verla y que no se qué y nunca se presentó. Quedó como una patética. Seguro se cansó de ella.-- No tenía ningún comentario. --Bueno, te veo mañana y recuerda, no digas que si tan rápido, espera una semana al menos. – metió velocidad marchándose.
Si yo conducía mal, ella conducía como una idiota aunque bien, pero como loca.
--¿Qué quería tu amiga? – Raúl preguntó molesto, no le agradaba mucho Diana y era porque ella lo fastidiaba mucho, Raúl era un niño ya casi de once años, y habían temas ya muy sensibles para él, mi amiga no tenía mucho tacto cuando quería decir algo.
--Solo pasaba por aquí. – comenté.
Me encontraba parada justo frente de todos, Marco me miraba desde abajo, su mirada tan intensa me puso nerviosa. Hui de ella.
--Cuando terminen aquí, entren a almorzar. – dije ya encaminándome hacia la casa.
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Comments
Milcaris
Ojalá cuando se descubra que Marcos es el supuesto novio de Helena Esmeralda no se aleje por omitir eso.
2022-11-10
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