ESMERALDA
Cuando llegamos al lugar escogido por mi padre, lo miré antes de salir del auto.
--Papá, está gente no comerá aquí. – dije – ¿no ves el tipo de auto que se cargan?
--Yo los he invitado, no puedo pagar otra cosa, aparte, te aseguro que Reynaldo disfruta mucho de este tipo de comida.
--No creo que su hijo lo haga. – comenté.
--Veremos.
La vez que Marco y yo nos conocimos, de primera vista creí que un chico normal, hasta que luego vi su reloj, llevaba puesto uno de los más caros, lo sabía porque Helena había presumido tanto cuando le regalaron uno en su cumpleaños que Diana investigó cuanto costaba uno en realidad y ahí mientras nos reíamos de las absurdas cantidades que pagaban los ricos por un reloj vimos ese mismo modelo, que era edición limitada, una cantidad bárbara. Después de reconocer el reloj dejé de creerle su historia del amigo Fred cocinero. Así que pedí los platos más caros, y comi todo sin dejar migaja, nunca había comida tan poco y tan caro en mi vida, incluso cuando Damián me invitaba, me daba mucha pena la cantidad que gastaba por solo un plato de comida así que me limitaba. Ese día en el restaurante con Marco, esperaba una reacción de codera, pero no llegó, no le importó. Debía de disponer de mucho dinero, mami y papi se encargaban de eso.
Nosotros no éramos pobres, ni carecíamos de nada, solo que no éramos absurdamente ricos, mi padre trabajaba un montón y era muy bueno en lo que hacía. La universidad y la academia de baile nos gastaba un montón, tenía una buena vida, no podía quejarme, sabía muy bien cuales eran mis límites, no comprar más de un bolso o tres conjuntos al mes, y pedir con anticipación una considerable cantidad de dinero para hacer algún pago. A diferencia de Marco y su hermano, yo trabajaba, cada que tenía tiempo libre; Le hacía de niñera, ayudaba en la oficina de mi padre, limpiaba las casas de mis vecinos, cuidaba a sus mascotas, mesereaba, hacía de todo un poco y ese dinero lo usaba en mí, los gastos extras de la universidad y baile yo los costeaba, cuando tenía que viajar y comprar un atuendo para alguna presentación yo lo pagaba. También usaba parte del dinero para hacer despensa en la casa, ayudaba a mi padre, aunque muchas veces me había pedido que no lo hiciera, veía que se esforzaba demasiado trabajando de madrugada en su despacho, tenía que hacerlo, quitarle una carga menos.
Los cuatro nos encontramos en la entrada, fuimos guiados a una mesa.
--Me encanta que hayas escogido este lugar – dijo Reynaldo, el padre de Marco.
--Ya sabía que te iba a encantar. ¿Y tu, hijo, has comido aquí?
Esta vez me atreví a lanzarle una breve mirada.
--No. – miraba alrededor como si estuviera estudiando el lugar, en un punto nuestras miradas se encontraron, sonrió. Casi me desmayo.
Inmediatamente, miré hacia otro lado haciendo como si nada hubiese sucedido, mentalmente le ordené calmarse a todos los animales que se empezaban a manifestar dentro. Hacían una gran revolcada en mis estómago. Ya no eran mariposas, no parecían serlo. Era una estampida.
--Hija – mi padre me llamaba, tal parece que había tenido que hacerlo en más de una ocasión para que le hiciera caso. --¿qué quieres comer? – me dio la carta de menú.
Escanee la carta muy consciente de la mirada de todos sobre de mí. El mesero esperaba por mi pedido, ya todos habían hecho el suyo.
--Esta pasta está bien – señalé al mesero.
--¿Estás segura?—mi padre me conocía.
--Sí.
Después de terminar una serie de funciones me encantaba comer de todo un poco de lo que no podía comer en el largo tiempo de producción. Las harinas estaban prohibidas, la pasta incluida. Se me antojaba una sopa, un zumo, y un gran postre de queso, pero la última vez di una mala impresión con la comida, no quería hacerlo de nuevo ¿qué pensaría?
El mesero se marchó.
Los dos adultos platicaban de su vida, anécdotas, asuntos de trabajo y familiares. No me pasaba desapercibido que Marco escuchaba con atención aunque su mirada no estuviera dirigida ahí, escuchaba. Las veces que se daba la oportunidad lo observaba, en cuanto se movía y suponía que me vería miraba hacia otro lado enfocando mi vista en otra cosa.
--¿Dónde estudias? – escucharlo preguntarme algo me desconcentró, no entendí su fácil pregunta, mi cerebro era en verdad lento. --¿Dónde estudias? – preguntó de nuevo.
--En Theatre.
---Nunca lo he escuchado.
--Es una academia de Danza. También estudió en Cornell.
--¿Te falta mucho para terminar?
--No, este curso es mi último año.
--¿Cuántos años tienes?
--21.
Su mirada se enfocaba cada vez más, era imposible huir de él.
--¿Y tú? – ya no quería me siguiera preguntando.
--23
--¿Has acabado la universidad?—pregunté.
--Sí.
--¿Y qué haces ahora? – fue inevitable no alzar una ceja. Mi momento había llegado. Mofarme de él.
--He empezado una pequeña compañía de tecnología, todavía es muy prematuro,, pero planeo que en unos años fuera capaz de hacerle competencia a mi padre.
--¿Lo has montado con tus amigos? – los Juniors suelen hacer eso, soñar en grande cuando en realidad solo juegan con sus amigos a “hacer negocios".
--No.
--Marco tiene una gran visión, fue mi error por haber dejado que tuviera su primer trabajo en mi empresa, ha visto todos los errores y su “pequeña empresa" ha superado por mucho la mía en las últimas ventas – su padre habló por él.
--¿Y porqué no trabajas con tu padre? – pregunté. La empresa Lennox era gigante, si era tan bueno podían hacer cosas asombrosas.
--Prefiero hacerlo por mi cuenta. – su comentario me desconcertó, ¿no al final él heredará la compañía?
--Damián es el que está al mando de los proyectos, mis dos hijos tienen ideas diferentes para la empresa así que Marco decidió hacerlo por su cuenta.
--¿Y no le molesta? – pregunté curiosa.
--No. Al contrario, me enorgullece que busque alternativas y que supere a su padre a su edad, me hace decir que será un buen hombre de negocios en el futuro. Si no el mejor.
Las orejas de Marco se pusieron rojas por la vergüenza, su padre le dio dos palmadas en el hombro su sonrisa avergonzada me hizo sonreír. No parecía ser el chico que pensaba.
--Y ¿cómo está Damián? – mi padre preguntó de la nada. Mi sonrisa se borró ¿era en serio?
--Él está bien, ahora está sumergido en un gran proyecto con el gobierno, si todo el prototipo que supervisa funciona como debe ser, será un éxito.
--¿Has hablado con él? – mi padre se puso serio de repente.
El tema se desviaba. Era claro como la corriente se tensaba.
Tocándose el puente de la nariz el señor Lennox me miró.
--Lo he hecho, he sido muy claro con él -- Marco juntó un poco sus cejas mientras escuchaba. – ¿te ha molestado últimamente?
Decirles que si, que momentos antes de empezar la presentación vino a verme no parecía que fuera buena idea, mi padre se enojaría.
--No, no lo he visto.
--¿Te ha enviado mensajes?
--No. – contesté rápido. Ese fue mi error.
Mi padre extendió su mano.
--Dame tu teléfono.
--¡Papá! – no podía creer que hiciera esto en público, aunque me quejé, terminé dándoselo.
Revisó mi teléfono. Gracias a Dios eliminé cualquier evidencia. Me lo devolvió aún todavía mirándome a los ojos. Tenía un don.
--Lo vi hoy—dije ya no aguantando su acusadora mirada – fue a verme en el teatro antes que iniciara la función. – mi padre esperó a que diga todo – me devolvió una chaqueta que se había quedado en su auto y es todo.
--¿Es todo?
--Sí. – no pude evitar no mirar hacia Marco.
“Mi hermano está interesado en ti"
¿Será verdad?
--No quiero que lo vuelvas a ver – para mí estaba claro desde la primera vez que me lo dijo, pero esto no era solo mi asunto, era él que me seguía buscando. – lo siento por tu hijo, -- miró a su amigo – pero no lo quiero cerca de mi hija.
--Estoy de acuerdo. No te preocupes me encargaré que no la moleste de nuevo.
--Deberías quitarle el cargo que tiene—Marco habló —las tarjetas y los autos que maneja.
--No puedo reemplazarlo ahora que el proyecto está a su finalización.
El silencio que Marco tuvo fue sepulcral, como si le dijera con la mirada que claro que podía, solo que no quería hacerlo. Tal vez por los millones de por medio.
--Si me permite señor Mellon, yo puedo hacer algo para que no vuelva a molestar a Esmeralda.
Casi se me cae el vaso que tenía agarrado, mi nombre, nunca había mencionado mi nombre, cuando nos presentaron tome especial atención que mi nombre no había salido a colación ¿cómo lo sabía? ¿Era verdad que me había estado vigilando? No sabía si tener miedo o emocionarme por haber logrado su atención.
--Te lo agradecería, únicamente no te metas en problemas, no me gustaría saber que hubo una riña desagradable.
--Para nada, señor, le aseguro que lo manejaré con cuidado. – mientras cerraba el trato con mi padre, no me miró ni un segundo. De mi era de quien hablaban y cero, ninguna mirada.
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Comments
Emily Celis ʚïɞ
Marcos 💕
2022-11-03
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Milcaris
Marcos tiene un as bajo la manga y eso es buenísimo 😍🤗
Que defienda ese amor de quien sea incluido Damián y su madre 🤨
2022-11-02
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