Frederic en problemas

Dereck observaba atentamente las presentaciones, sus rasgados ojos azules miraban con asombro la manifestación de la magia.

La magia del príncipe de Borbón era sorprendente, una balanza al centro de su muñeca dejaba ver la habilidad de aquel chico. La desición entre la vida y la muerte, esa ligera línea, ese pequeño cambio, estaba en sus manos.

Lástima que él era terriblemente arrogante, sus cabellos claros y piel morena, resaltaban de entre todos, no sólamente él, su pequeña hermana, de cabellos rubios y ojos azules tan inexpresivos ante los demás pero tan brillantes al admirar a su hermano mayor, no pasaban desapercibidos ante los asistentes.

Frédérick lo miró de reojo, no estaba para nada nervioso, aunque antes pensaba que sus habilidades eran inútiles, la admiración de aquel niño hizo que lo mirara con diferente perspectiva.

El le regreso la mirada de forma confiada, Frederic comenzó a caminar al centro del lugar, cruzándose con aquel chico, quien lo miraba por encima del hombro. Entre el público, el padre del joven peliblanco, observaba orgulloso.

(Es un digno sucesor de la corona, estarías tan orgullosa)

Pensaba para sí, imaginando a su mujer, el pequeño Yunuen era la viva imagen de la mujer que tanto amó.

Frédéric se concentró, cerró los ojos y en sus manos, una caja apareció, pero en vez de ser pequeña, era el doble de grande que la última vez. Sus venas se iluminaron, en un morado mucho más brillante, abrió sus ojos, el mismo tono se encontraba en ellos, su mano derecha se estiró y entre varios asistentes, cadenas los rodearon, todas ellas eran sirvientes del reino anfitrión, conscientes del poder de su amo.

Las cadenas se apretaron sobrepasando su cuerpo físico y se desplomaron, pequeñas luces de diferentes colores aparecieron dentro de la caja, todos miraban asombrados, eran los núcleos, la esencia de la magia dentro de las personas, todos estaban maravillados, era un poder hermoso y letal.

-¡Le ah quitado la vida al principe!- Se escuchó gritar desde el fondo.

Todos los presentes voltearon hacia la voz. Era un sirviente de la familia real de Habsburgo aquellos que tenían roce con los Blanc, en el suelo, desplomado, yacía el príncipe más joven, Alejandro.

Frederic se desconcentró, fruncia el seño, está noche, se estaba esforzando más de lo normal, quería sorprender a su padre, las palabras y las expresiones de sorpresa, que pronto se convirtieron en gritos desesperados de parte del séquito del reino de Habsburgo, lo desconcertaron, las cosas no estaban planeadas de esta forma.

Por su parte, Dereck apretaba los puños, intuía que Frederic estaba en problemas, su madre pudo ver esa reacción y lo miró preocupada

-El estará bien- Le dijo apretando ligeramente su hombro.

-¡Esto es una declaración de guerra!- Gritó el padre de Alejandro.

Sin embargo, el rey de Baviera no se inmutaba, con un movimiento de muñeca, anuló toda la magia de Frederic.

-Esto no es una declaración de guerra- Decía mientras se levantaba de su asiento y caminaba lentamente hacia el centro, sosteniendo por los hombros a su hijo.

-Esto tampoco es un error de cálculo, menos algo hecho sin planeación- Con un chasquido, iluminó los núcleos de todos los sirvientes, quienes pasaron al centro, detrás de su majestad.

-Hay algo que no tomaste en cuenta, tu reino, tu hijo, no posee un núcleo sino, una piedra.

La cara del otro rey se puso pálida, pero su mirada emanaba rabia.

-¡Tal vez tu hijo lo hizo a propósito y sin tu conocimiento!- Le dijo apuntándole con el dedo

Una mueca burlona se asomó en sus labios, su mirada apacible cambió y con palabras frías se dirigió a aquel arrogante hombre.

-No hables así de mi familia, tu hospedaje en mi reino, como aliado, a terminado, puedes retirarte.

El otro hombre comenzó a sudar frio, sin embargo no recriminó lo dicho y se retiró, con el sirviente aún con su hijo en brazos, jaló del brazo a su esposa y se retiraron bajo la mirada de todos los presentes.

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