Capítulo X Tu musa.

La noche parecía eterna para Emma. Ella conocía la historia de sus padres desde el inicio, comenzando con su abuela Amanda. Sabía todo el daño que Scott O'Grady y su abuelo Clive, le habían ocasionado a su padre.

Giro de un lado a otro, sentía en su corazón que Sebastián no mentía, pero igual ya no podía quedarse más ahí, lo mejor era que a primera hora tomara un vuelo de regreso a Seattle y se alejara de Sebastián. Tenía que ser la mejor decisión. Pero su corazón se oprimió.

Temprano Emma salió de la habitación con su maleta hecha y busco con la mirada a Sebastián.

El al verla sintió como su corazón se desbordaba de amor por ella. Quería arreglar las cosas con ella, iba hacer de todo para que ella confiara en él, de nuevo. No estaba dispuesto a perderla, porque él la amaba.

Martina suspiró al ver las miradas de Sebastián y Emma. Le hacía feliz ver a su hijo enamorado y saber que era muy correspondido.

Sebastián llegó hasta Emma.

—Sebastián —Buenos dias, amor. ¿Quieres comer algo antes de irnos?

—Emma—Yo... No tengo hambre.

—Sebastián —Está bien, entonces ¿nos vamos?

—Emma—...

Emma no podía emitir una palabra, no sabía como decirle que regresara a Seattle y no lo verá más.

—Sebastián —¿Amor?

Sebastián la tomo del rostro y pego sus labios en los de ella, dándole un beso suave. Emma suspiró con ese beso.

—Sebastián —... ¿Qué pasa, amor?

—Emma —Nada... Solo vámonos.

Emma se ruborizó al ver que la madre de Sebastián no quitaba la mirada de ellos.

—Martina—Emma, por favor vuelve pronto.

Martina le dio un gran abrazo a Emma, cuando se despidieron de ellos.

Llegaron al The Palace, donde Sebastián se reuniría con el señor Ross y el señor Maurer.

Emma se sentó en la última fila de los asientos a esperarlo, mientras Sebastián caminaba hasta el escenario donde ya lo esperaban.

—Mike —Sebastián, el es mí socio Ralf Maurer.

Sebastián estrecho la mano de Maurer.

—Sebastián —Es un placer.

—Ralf —El placer es mío, Sebastián. Ahora por favor toca para nosotros, Turner.

Con todos los nervios, Sebastián se sentó en el banquillo y comenzó a tocar, La melodía para Emma.

Todas las noches, después de ver a Emma, llegaba directo a su piano. Y continuaba con su creación, pensando ella. Está era la primera vez que la tocaba para alguien más.

Las personas que acompañaban a los señores en aquel lugar, escuchaban hipnotizados, la hermosa melodía.

Emma sintió su piel erizarse, al cerrar los ojos. Era tan exquisita, eh impetuosa a la vez. Podía imaginar que hablaba de un gran amor, dulce y apasionado a la vez.

Sin poder controlar sus sentimientos, sus ojos se cristalizaron, ahora deseaba que existiera una manera en la que no sintiera que traicionaba a sus padres, si se queda al lado de Sebastián. No podía dejarlo.

Cuando la melodía terminó Mike y Ralf se acercaron a Sebastián.

—Ralf —Me encantó.

—Mike —Felicidades Sebastián. Estás en la nómina.

—Sebastián — Gracias.

Sebastián quería gritar de la emoción que tenía en ese momento.

—Mike —La melodía es perfecta, podemos abrir el evento con ella. Dime muchacho ¿cómo se llama?

—Sebastián —¿La canción?

—Mike—No. Tu musa.

—Sebastián —Emma, Emma Kerr.

Dijo Sebastián, mirando fijamente a su novia.

—Ralf—Bella como la melodía.

Pronunció Maurer al poner sus ojos, en donde Sebastián tenía la vista puesta.

—Sebastián —Sí...

—Mike — Firmaremos el contrato en tres semanas. Tendrás que mudarte a N. Y. y por el hospedaje no te preocupes, nosotros nos hacemos cargo de ubicarte en un departamento cerca de aquí.

Sebastián se sintió dudoso, en sus planes no estaban mudarse a N. Y. lejos de Emma.

—Mike —Mi secretaria se comunicará contigo. Fue un gusto verte Sebastián.

Sebastián estrecho las manos de aquellos hombres y camino hasta Emma.

—Emma —¿Y?

—Sebastián —¡¡Firmaré contrato con ellos!!

Emma sonrío y lo abrazo con fuerza. Sebastián la cargo en sus brazos y comenzó a girar con ella.

—Emma—Felicidades, amor.

Dijo mirándolo a los ojos. Era feliz al saber que él cumpliría sus sueños.

—Sebastián —Gracias. Ahora busquemos que comer, muero de hambre. Por los nervios de esta mañana tampoco quise probar bocado.

Emma asintió.

Después de satisfacer su hambre y de vagar por la ciudad, para conocer N. Y. Pidieron una habitación en el hotel Hertford, para descansar.

Sebastián subió con ella, cargada en su espalda, mientras Emma llevaba sus tacones altos, en las manos. El no la bajo hasta que entraron a la habitación y se dejó caer en el suelo de espaldas, fingiendo que moría. Emma le aventó una almohada mientras reía, por su drama.

—Sebastián —Oye, así me agradeces.

Preguntó él, fingiendo tristeza.

—Emma—No...

Emma se quedó frente a él y mientras Sebastián continuo tirado en el suelo, ella se deshizo del suéter, desabrocho los botones de su blusa y deslizó su falda un poco, para que callera por si sola al suelo.

—Emma—Lo haré de otra forma.

Sebastián no podía dejar de verla. Ella llevaba un tiempo puesta una lencería negra. Sus pechos le parecían tremendamente apetitosos y su pequeña cintura... Su amigo ya estaba muy firme.

—Emma—¿Y si me acompañas a la cama?

Dijo al ver que Sebastián continuaba en el suelo sin moverse y con la boca abierta.

—Sebastian—... Eh... Yo, sí... Sí.

Se levantó y la envolvió en sus brazos para besarla. Camino con ella hasta la cama.

—Emma—Sebastián yo...

—Sebastián —Lo sé, amor. No te preocupes, te haré el amor de la forma más tierna... La primera vez.

Dijo él con un brillo de lujuria. Los nervios de Emma estaban al tope y su corazón latía con rapidez.

La acostó sobre la cama y se separó un poco para desvestirse. Emma no apartó la vista de su cuerpo. Así como él, ella también vio con detalles cada parte de su cuerpo, su desnudez le era fascinante.

Sebastián subió a la cama y le sonrío con ternura para disipar sus nervios. Comenzó besándola de manera suave. Emma cerró los ojos con fuerza.

Sebastián quito las prendas que quedaban en ella, sin dejar de mover sus labios entre los suyos. Su legua se movía con total libertad dentro de su boca y sus manos exploraban por primera vez su piel desnuda.

Soltó sus labios, bajo hasta sus pechos y los devoro con hambre. Emma exhaló al sentir como se acumulaba la tensión en su parte baja. Inconsciente por el deseo movía sus caderas esperando obtener algo más que calmara su necedidad.

—Emma —Sebastián...

El se acomodó en el lugar preciso de su cuerpo. Se movió lento, pero la incomodidad y el dolor era visible en el rostro de Emma, haciendo que él se detuviera.

—Sebastian— Lo siento.

—Emma—No, por favor no te detengas.

Sebastián asintió, volvió a moverse lento pero está vez logró su cometido.

—Emma—Ahh!!...

Sebastián recargo la cabeza en su hombro y respiro lo más tranquilo que pudo, para esperar que ella se relajara.

Después de unos segundos meció su cuerpo de nuevo, poco a poco la incomodidad de Emma se fue disipando. Ahora solo sentía placer.

Sebastián se dio cuenta de que pronto Emma alcanzaría las estrellas. Y sus movimientos fueron más rápidos.

—Sebastián —Ahh… Emma...

—Emma—Ahh...

Ambos pudieron fundirse en un placentero orgasmo.

Sebastián la observó por unos segundos.

—Sebastian— Te vez, tan jodidamente preciosa, así.

Emma soltó una pequeña risa.

La levantó en sus brazos y la llevo a la ducha. El agua tibia se deslizaba por sus cuerpos desnudos, deseosos de más carisias íntimas.

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