Capítulo VIII Te amo.

Por fin había llegado el tan anhelado lunes para Sebastián. Con los nervios de punta, llegó a las oficinas de Mike Ross.

—Mike—Muchacho, que gusto que ya estés aquí, siéntate. ¿Quieres un café?

—Sebastian—No, gracias.

—Mike —Bueno, vayamos a lo importante. Le hablé a mi socio Ralf Maurer de ti y el estará encantado de escucharte. Pero por ahora se encuentra fuera del país, regresara hasta dentro de siete semanas. Quiero que en ese tiempo pulas, la mejor melodía que tengas. Para cuándo Ralf regrese a N. Y. Vea tu magnífico talento.

—Sebastian—Por supuesto.

—Mike—No tienes algún problema en viajar ¿verdad?

—Sebastián —No.

—Mike —Perfecto. Mi empresa se encargará de todos los gastos del viaje y si todo sale bien, estarás en la nómina muchacho. Cabe destacar que no solo cumplirás tu sueño, sino que te haré grande, te haré un pianista reconocido.

Sebastián sonrío, era lo que más anhelaba. Estrecho la mano del señor Ross y salió de ahí, con una inmensa felicidad.

Emma tenía la cabeza entre una pila de papeles.

—Emma—Dios, cuando se acabará esto.

—Christine—Sí nos damos prisa, llegarás a tiempo a la comida con la señora Amanda.

Emma bufo.

—Emma—Tal vez sería mejor terminar de forma tranquila. Sin tanta prisa.

Christine soltó una pequeña risa. Emma le había contado del bullying que estaba sufriendo de parte de Amanda y Alba, por su romance. Hasta del penoso concejo de Alba.

—Christine —¿Y cuándo piensas presentarles a Sebastián?

—Emma—No lo sé, tal vez nunca. Me moriría de vergüenza que lo ataquen con sus preguntas. O quieran hablar con él, de ciertos temas...

—Christine —Eso provocaría que Sebastián salga huyendo.

—Emma— Créeme, lo sé.

—Christine —Pero eso no les quita, lo encantadoras que son.

—Emma —No, pero son un peligro. Más, pasadas de copas. He pensado que solo vinieron a Seattle para ser libres de mi madre y no para estar conmigo algunos meses.

—Christine — ¿Y a tus padres les has contado, de tu relación?

—Emma—No, quiero esperar un poco más, para dar ese paso.

—Christine—Tu padre se pondrá muy celoso, cuando vea a su princesa muy enamorada.

Emma se dejó caer en el respaldo de su silla. ¿Enamorada?... Pero aún no llevaban mucho tiempo de estar juntos.

Pensó ella en ese momento. Los golpes, en la puerta de su oficina, la sacaron de su trance.

—Emma—Adelante.

Noah abrió la puerta, y camino hasta el escritorio de Emma con una sonrisa amable, aunque en el fondo sentía su corazón morir de desilusión, cada vez que la veía.

—Noah—Emma, viajaré a Boston, surgieron unos imprevistos en la sucursal de ahí. Y después viajaré a Londres, para reunirme con tu madre.

—Emma—¿Con mi madre? ¿Sobre qué asunto?

—Noah—Necesita que le lleve las hojas de las últimas auditorias del hotel. Antes de viajar a su luna de miel.

—Emma—Entiendo.

Llegó una notificación al celular de Emma, llamando la atención de los tres.

📩PUEDES CREER QUE NO LLEVAMOS MUCHAS HORAS DE HABERNOS VISTO, Y YA ESTOY ANSIOSO POR ESTAR CONTIGO, EMMA KERR.

Emma sonrío como tonta al leer el mensaje.

Christine supo de inmediato de quien era aquel mensaje.

Noah no podía caer más bajo en la decepción.

—Noah—Cualquier problema estaré siempre disponible en mi celular, con permiso.

Dijo Noah, saliendo molesto de ahí.

Emma sintió un poco de culpa, cuando lo vio salir así.

Los días pasaron, convirtiéndose en semanas.

Sebastián sentía que cada beso que había entre ellos, ya no era suficiente.

Y no era el único, Emma suspiraba cada vez que él se separaba de ella, para poder contenerse.

—Sebastián —Emma...

—Emma—Lo sé...

Dijo ella, debajo de él, mientras continuaban acostados en la arena. Pero Emma la atrajo por última vez esa noche.

Un beso deseoso de tantas cosas, desequilibro a Sebastián.

—Sebastian—Creo que... Es mejor...es mejor si nos vamos.

Dijo Sebastián tratando de componerse, al soltar sus labios. El se levantó primero, para después ayudarla a ella y emprender su viaje de regreso al hotel.

Emma tenía su cabeza recostada en la espalda de Sebastián y sus brazos se sostenía con fuerza de la cintura de él.

—Sebastian— Emma... En tres días viajaré a N. Y. para mi audición con el señor Ross.

Dijo él, cuando llegaron al hotel.

El semblante de Emma se tornó triste, al pensar que no le verá en varios días.

Sebastián suspiro.

—Sebastián —Se que solo será una semana en la que no nos veremos, pero el solo hecho de pensarlo, no me hace sentir bien.

Para él nunca había sido difícil expresar sus sentimientos, el problema eran sus nervios y el miedo de que ella no sintiera el mismo amor.

—Sebastián —Emma, yo...

—Emma—¿Sí?

Emma se estaba poniendo ansiosa. Quería escucharlo decir lo que tanto ansiaba su corazón.

—Sebastián —Te amo... Te amo como un loco.

El corazón de Emma, brinco de felicidad.

Sebastián la brazo con fuerza, para calmar su acelerado corazón.

—Sebastián —Dime que sientes lo mismo.

Susurro él, con miedo a su respuesta.

—Emma—Lo hago...tambien te amo, Sebastián.

El beso en el que se fundieron, después de haber confesado sus sentimientos, no fue tierno, ni dulce. Era apasionado, eh impetuoso.

Era claro que Sebastián necesitaba más de ella y Emma estaba lista para entregarle su primera vez.

Después de casi devorarla, Sebastián se separo un poco de ella, no quería dejarla en mal, frente a las personas que pasaban por ese lugar.

—Sebastián —Acompañame a N. Y. quiero que conozcas a mis padres.

—Emma—Sí...

Dijo ella, sin dudarlo. Y después de mucho despedirse, Emma entró al hotel sin muchos ánimos.

Al pasar los tres días Emma tenía todo listo, para viajar una semana con Sebastián a N. Y.

—Amanda —Aún no estoy muy segura de que vayas sola a ese viaje.

—Emma—No tienes de que preocuparte, puedes llamarme al hotel o a mi celular.

Amanda suspiró. Que podía hacer si su pequeña Emma, estaba muy decidida a emprender una aventura con el chico que trabajaba en el hotel, como pianista.

No había tenido la oportunidad de conocerlo personalmente, pero como medio de seguridad lo había mandado a seguir en muchas ocasiones. Quería asegurarse de que en verdad fuera un buen chico, como Emma le había dicho para tranquilizarla.

—Alba —A, el primer amor es lo más bello y excitante en esa edad.

Amanda veía los ojos de su nieta, llenos de ilusión.

—Amanda — Sí... Solo deseó, que a ella no le toque sufrir una desilusión.

Alba bufo.

—Alba —Y que Olivia y Andrew no se enteren de que somos las tapaderas, del romance de su hija. Si no, Dios nos libre de la ira de tu hija, Olivia.

—Amanda —Ni lo digas.

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