Esto es una tortura.

...LAURA:...

Me miraba al espejo del camerino, con el ceño fruncido, mirando el atuendo que debía llevar hoy. Mi cabello estaba recogido en una cola de caballo que lo envolvía un lazo de un color azul, al igual que el traje de animadora, que a demás de ser azul, era blanco.

Incluso, tenía dos pompones de los colores del uniforme.

La parte de arriba era muy ajustada, por culpa de mis pechos y la falda era demasiado corta para mi gusto.

Bueno, me he puesto cosas más ajustadas.

Aunque no entendía por qué de esta vestimenta, era la primera vez que un cliente pedía algo así, casi siempre solían ser las mismas cosas.

Y verme con esto puesto, me trajo algunos recuerdos un poco agridulces de mi adolescencia.

Siempre deseé entrar en el equipo de animadoras, por qué creía que mi popularidad iba a aumentar, pero mi prima se adelantó y me quitó el puesto, por lo que no me quedó de otra más que ser la mascota para el equipo, lo que también, Diana, se encargó de molestarme hasta que se quedó sin ideas.

Unos golpes en la puerta, interrumpieron mis pensamientos. Con un suspiro, me acerqué a la puerta y la abrí. Allí estaba mi jefe, Luka, de cabello castaño y ojos negros, que me sacaba dos cabezas.

Sus ojos me evaluaron de arriba abajo y frunció el ceño, como si algo le molestara.

—voy a matarlo—escuché que murmuraba, pero no sabía a quién o que se refería.

—¿Pasa algo?—pregunté, pero él negó con la cabeza y se revolvió el cabello con nerviosismo.

—no tienes por qué hacerlo—soltó Luka de la nada, sin dejar de fruncir el ceño.

Me lo quedé mirando confusa, sin entender que venía eso.

Hoy estaba más extraño de lo normal.

—¿Hay algún motivo por el cual no deba bailar?—le pregunté.

Después de suspirar, su actitud cambió, y volvió a su semblante serio de costumbre.

—no, nada, olvídalo, si estás lista, entonces sal—dijo de forma fría y sería.

¿Acaso está bebido?

Sin decir nada más, salió por la puerta, sin siquiera cerrar la puerta.

Estos hombres acabarán volviéndome loca.

Salí del camerino y me dirigí a una de las salas. Abrí la puerta y en cuando lo vi, todo mi cuerpo se puso rígido y se tensó.

El hombre que me saco de mis casillas, ayer por la noche, estaba sentado en el sofá de cuero, como amo y ser del mundo, con una sonrisa de suficiencia.

—¿Me has echado de menos?—dijo con fingida inocencia.

—¿Qué haces aquí?—pregunté sin ocultar mi molestia.

—¿tengo que explicar, qué hago aquí?—dijo con ironía, levantando levemente la cabeza sin apartar su mirada de mí.

Sé que era una pregunta estúpida y estaba deseando que fuese un error que él estuviera aquí.

—ya sabes a lo que me refiero—dije de mala gana.

—disfruté mucho ese baile y quería repetir—respondió sin borrar su sonrisa.

¿Disfrutar mucho? Si solo le faltó dormirse de lo aburrido que se veía.

Estaba barajando las opciones que tenía para evitar que esta situación y evitar que mi mal carácter saliera a la luz, cuando añadió.

—por cierto, estás muy adorable—dijo con voz burlona.

Respiré hondo y luego me forcé a sonreír.

Si quiere jugar, jugaremos.

—no sabía que eras un degenerado, al que le gustaba este tipo de cosas—lo molesté señalado mi atuendo.

—¿En serio un uniforme de animadora? Podías haber sido más original—seguí y por fin, logré borrar esa sonrisa de su cara.

—que puedo decir, era una fantasía que siempre tuve de niño, mi mano derecha da fe de ello—dijo sin vergüenza y yo no pude evitar poner cara de asco.

—eres repúgnate, te lo podías haber guardado para ti—lo insulté, pero él solo se rio, para volver hablar.

—no es para tanto, todos se hacen pajas…—se detuvo a media frase, para darme un repaso de lo más descarado.

—incluso tú, aunque seguro lo negarás, como hacen todas.

¿Cómo es que la conversación se fue a algo así?

—¡no me importa lo que hagas con tus partes!—lo grité.

Dios quiero irme de aquí.

Sé bien que mentía, sobre lo de bailar, así que le pregunté una vez más sobre por qué pidió un baile, haciéndole saber que no creía ni una palabra que fueran por mis dotes de baile.

Pero él simplemente insistió con que era el baile, así que para no hacer largo este encuentro tan tedioso, me acerqué a él, quedando en medio de la habitación.

Cuanto antes me ponga a ello, antes podre irme.

—acércate más, no muerdo—dijo él, con voz coqueta que hizo que rodará los ojos.

—pues yo si muerto y como no dejes de decir tantas tonterías, te arrancaré la cabeza.

—me encantaría que hicieras eso, pequeña leona.—respondió y se relamió los labios.

...🌹 •🌹...

...DANTE:...

Mierda, esto no ha sido buena idea.

Me revolvía en el asiento, intentando por todos los medios que mi pene se mantuviera en su sitio, pero a duras penas lo estaba logrando.

No fue buena idea pedir que se vistiera así, la quedaba mejor de lo que pensé.

Cuando la vi entrar por esa puerta, hice lo posible para no verme como un tonto babeando por ella.

Se suponía que esto lo hice para molestarla a ella, no torturarme a mí.

Y ahora lo que más deseo, es detenerla y abalanzarme sobre ella y tirármela, así como lo hice con Amelia.

Creí que se iba a negar cuando la dije que bailará para mí, pero para mi sorpresa obedeció con demasiada facilidad.

Eso me hizo sentir bien, me gustaba cuando se hacía lo que quería, pero no sé por qué, me molestaba que hubiera obedecido tan rápido.

No me entiendo ni yo.

De repente se acercó a mí, en un giro de su baile, cosa que me pilló con la guardia baja, pero que no desaproveché la oportunidad y coloqué mi mano en su espalda, logrando que cayera, sentada sobre mí.

Sé que prometí, portarme bien, pero necesitaba tenerla cerca, además, las reglas están para romperlas ¿No?

—¡¿Qué haces?! ¡Suéltame!—me gritó ella, intentando levantarse de mí.

—¿Por qué me gritas? Eres tú quien se cayó encima de mí—la susurré cera de su oído, haciéndome el inocente.

—si así es como dices, ¿Por qué no me dejas ir?

Por qué no quiero.

Todo su cuerpo irradiaba calor, por haber estado bailando, además que estaba sudado, cosa que no me molestó en lo absoluto.

Parte de su cabello había caído sobre mi cara y de este, desprendía un olor dulzón, como a duraznos.

—te dejaré ir a cambio de un beso—dije medio en broma, metió en serio.

Ella abrió mucho los ojos, como si la hubiera insultado, y luego se echó a reír.

—ayer me llamas puta y hoy quieres que te bese, ¿Qué drogas te estás tomando?—soltó con voz sarcástica.

—y a cambio de eso, me llevé una bofetada de tu parte, creo que estamos en paz, ¿no?

—¡como no me sueltes, te llevarás otra!—volvió a gritar.

Menos mal que, hice bien en elegir una sala insonorizada.

—te aconsejó que no lo hagas, si quieres seguir llevando esa ropa—la advertí.

Su cuerpo se estremeció debajo de mí y me miró un poco aterrada.

Ya me estaba costando mucho mantener mis manos quietas, mientras sentía como su lindo trasero se frotaba contra mi pantalón.

Inspiré hondo, para controlar una vez más mis impulsos y el dolor creciente en los pantalones.

Se lo hice saber, levantando un poco mis caderas a ella y que notará lo duro que me estaba poniendo por su culpa.

Su cara, antes de pánico, ahora se había tornado toda roja como un tomate e hizo aún más ademán para levantarse.

Oh, es realmente divertido molestarla.

—¡Eres un maldito pervertido!—me ladró y comenzó a golpear mi pecho con los pompones que sostenía en sus manos.

Me reí para mis adentros.

Chica tonta, solo te levantarás cuando así lo quiera.

No entendía por qué se alarmaba tanto, si seguro, no sería la primera vez que un hombre se le pone dura frente a ella. Cosa que la iba a hacer saber, pero al final no lo hice, ya que no quería tener el mismo desenlace que ayer.

—ya te lo dije, puedo dejarte ir, a cambio de un beso.

—no pienso darte una mierda, ¡tengo novio!—soltó ella.

¿Qué cojones?

Me quedé quieto, como si hubiera escuchado mal esas palabras.

—¿tienes novio?

—sí, así que deja de comportarte como un idiota y déjame ir—pidió, volviendo a golpear mi pecho.

¿En serio?

De repente, tenerla encima de mí se me hacía muy molesto y pesado, por lo que, cabreado por este hecho, me la quité de encima, sin importarme una mierda si se hacía daño.

—¿¡De qué cojones vas?!

Ella me maldijo e insultó, pero la ignoré, levantándome del sillón y me fui de allí, dando un portazo, más cabreado de lo que me gustaría admitir.

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